Antonio Rivero Taravillo: «La poesía es una batalla de la que rara vez se sale indemne»
Nuestro invitado de hoy, Antonio Rivero Taravillo, no necesita presentación. Y quienes lo conocen saben de él que es un trabajador incansable, que no para de escribir. Lo que quizá desconozcan es que en este ‘Sextante’ (Polibea, 2021) que viene a presentarnos se incluyen seis de sus libros inéditos. Y digo bien cuando digo “de sus”, pues sólo de poesía duermen en su cajón una treintena de libros más. Pero mejor será que nos lo cuente él…
Javier Gilabert: ¿Cómo y cuándo surge la idea del libro?
Antonio Rivero Taravillo: Hará un par de años, me planteé empezar a sacar los muchos libros que tengo inéditos. No veía el sentido a publicar los más antiguos en ediciones exentas, de modo que he agrupado estos en Sextante: juego en el título con la homofonía y la paronomasia, porque de eso se trata, de un sexteto y de un instrumento de orientación, los primeros pasos del poeta que soy en la actualidad. Se lo ofrecí a Polibea, que edita estupendamente, y el gran Juanjo Martín Ramos la acogió en su casa.
¿Qué pistas o claves te gustaría dar a l@s posibles lector@s?
Pediría que leyeran Sextante con mentalidad abierta. Hay varias líneas poéticas ahí, diversas búsquedas en lo que escribí por entonces. Se puede decir que existe experimentación, pero al lector le ahorro el desorden del laboratorio, los tubos de ensayo que hay que lavar, los líquidos derramados, las salpicaduras, las tentativas fallidas, los estropicios, lo que no salió como se esperaba. En esto soy como el cocinero que presenta los platos sin mácula, ya recogidos los cacharros o al menos no a la vista de los comensales la cocina embarbascada. Quien se apunte a este libro de libros verá estrofas de siete versos que me saqué de la manga, sonetos con y sin rima, una sextina compuesta con líneas de otros, como una renga en la que participa por ejemplo Paz, poemas en prosa, cierta épica, o un poema que con sus notas constituye un precedente de La tierra baldía (digo precedente porque yo en aquel entonces aún no había leído el libro de Eliot).
¿Qué efecto esperas que tenga el libro en ell@s?
Que digan, caramba, no estaba tan mal lo que escribía aquel muchacho. También, que piensen que con esas piezas van completando cada vez más mi rompecabezas, la parte sumergida del iceberg con el que choca todos los días mi Titanic.
¿En qué medida veremos en él —o no— al Antonio Rivero Taravillo de tus anteriores obras?
Ya están aquí mis temas: el amor, la magia de lo céltico, la fascinación por el pasado y aún más por lo que no ha sido. Una notable variedad formal que luego se ha ido estrechando en lo que hace a la prosodia, donde posteriormente he preferido afinar más, antes que explorar diferentes posibilidades. Se verá también mayor asunción de riesgos, caminos que luego apenas he transitado. Pero ya era el que soy. Los poemas de las diferentes épocas dialogan entre sí como uno mismo dialoga igualmente con la tradición.
Afirmas que se trata del testimonio de tus inicios poéticos, que no primerizos. ¿Cómo ha pasado el tiempo por ellos, por ti como poeta?
Se ve en los libros de Sextante algo que he comprobado muchas veces después: lo que al principio se tiene de espontaneidad, con el tiempo mengua; por otra parte, la pericia técnica que la experiencia depara, su destreza, suele eclipsar esa libertad primera. Me parece legible todo lo que figura en Sextante. Creo que no ha envejecido mal. En cuanto a mí, trato de mantenerme en el ámbito de la poesía lírica, donde cada poema tiene una razón de ser por separado, aunque luego se puedan agrupar en secciones. Muchos de los libros que se premian tienen una unidad “programática”. Esta a veces es natural, pero en muchas ocasiones se asemeja más a la redacción sobre un tema. Por lo general, no he escrito libros unitarios; es decir, premiables. Por eso se me han quedado tantos libros en el cajón.
Te pongo en un aprieto: si tuvieras que quedarte solo con tres poemas de ‘Sextante’, ¿cuáles serían?
Uf, aprieto no, estrangulamiento. ¿Un poema de cada dos libros? La elección de este momento, la cual puede cambiar a cada instante, es la siguiente: “Alba”, donde doy la vuelta al tema de la albada, de estirpe trovadoresca. Yo fui muy temprano lector de la gran poesía de los trovadores, tan bien presentada en español por Martí de Riquer; y devoto de Ezra Pound, reivindicador de lo mejor que dio la Provenza. En ese poema hay tradición literaria y, sobre todo, una nota personal. Elegiría también “Ven”, un poema en el que lo amoroso se funde con mi pasión por la música folk. No creo que en muchos poemas escritos en español aparezcan The Chieftains. Este es uno de ellos, o acaso el único. Se lo dedico a Paddy Moloney, que me estará escuchando. Finalmente, por ceñirme al tres, que te agradezco, pues por céltico soy muy inclinado a las tríadas, “En la muerte de Borges”. Es un soneto isabelino (como los que escribía el autor de El oro de los tigres) irreprochable en lo formal, pero en realidad escritura automática. Lo escribí de una tacada cuando en el telediario dieron la noticia del falso final del argentino, porque no ha estado muerto un solo día desde aquel 1986. Se me agolparon muchos de sus motivos y temas y lo escribí como en trance. Cuando María Kodama lo escuchó se quedó callada, meditabunda, pesarosa. Tengo para mí que no lo interpretó como un homenaje mío dirigido a Borges, sino como el último poema que este compuso a través de este médium, no en vano traductor de Yeats, ese conversador con los seres de ultratumba.
¿Supone este poemario un punto de inflexión en tu producción como poeta? ¿Y a partir de ahora, qué?
Me avergüenza decirlo, pero sigo teniendo muchos inéditos, unos treinta libros, por hablar solo de los de poesía. Los iré dando poco a poco, al tiempo que espero ir publicando “en tiempo real” lo que vaya escribiendo a partir de ahora. De los libros más recientes saldrá en el otoño Luna sin rostro, en Pre-Textos. Me angustia ese “a partir de ahora, qué”, porque me gustaría quitarme del feo vicio de la poesía, que es lo contrario de las “bellas letras”. De hecho, mi primer libro de poemas, descontada una plaquette, se titulaba Farewell to Poesy, adiós a la poesía. Me temo que si nadie lo repara, llegaré al centenar de libros; es decir, un centón de errores. Quizá, para no infligir tal tortura a la lengua castellana, reparta mis equivocaciones entre el inglés y la lengua en que sueño: el irlandés.
Por último, como lector, ¿a quién te gustaría que invitásemos a pasar por ‘la Prensa’?
A Juan Lamillar, que acaba de publicar un excelente libro de poemas en Renacimiento: La nieve roja. De Lamillar es el primer libro que tengo dedicado (su Muro contra la muerte, de 1982, precisamente el año en que se abre Sextante). Además, será mi presentador en el acto en que Sextante recibirá su bautismo de fuego en la Real Academia Sevillana de Buenas Letras este 29 de junio. Digo bien, bautismo de fuego, porque la poesía es una batalla de la que rara vez se sale indemne.
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