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Miguel Ángel Arcas: «Escribir es un acto de ficción que crea una nueva realidad»

Miguel Ángel Arcas. Foto de Tristan Lavergne.
Miguel Ángel Arcas. Foto de Tristan Lavergne.

Miguel Ángel Arcas: «Escribir es un acto de ficción que crea una nueva realidad»

Miguel Ángel Arcas es un poeta y aforista, nacido en Granada en 1956. Dirige la editorial Cuadernos del Vigía. Ha publicado Los sueños del realista (Premio Nacional de Poesía Miguel Hernández, Fundación Miguel Hernández, 2000), El baile (Cuadernos del Vigía, 2002), Llueve horizontal (Premio Ciudad de Córdoba Ricardo Molina, Hiperión, 2015) y Alevosía (La Isla de Siltolá, 2016). También ha publicado tres libros de aforismos: Aforemas (Fundación José Manuel Lara, 2004), Más realidad (Pre-textos, 2012) y Los tres pies del gato (Trea, 2019).

Ha sido incluido en antologías como Pensar por lo breve. Aforística española de entresiglos (1980-2012) (Trea, 2013), Aforistas españoles vivos (Libros al Albur, Sevilla, 2015), Concisos. Aforistas Españoles Contemporáneos (Cuadernos del Laberinto, 2017) o Verdad y media. Antología de aforismos españoles del siglo XXI (2001-2016) (Ediciones de La Isla de Siltolá, 2017). Su último libro, Cuaderno de Choisy (Fórcola Ediciones, 2021), una combinación anfibia entre lo confesional, lo poético, lo aforístico, el diario íntimo y hasta la reflexión política, acaba de ver la luz.

Javier Gilabert: ¿A qué atribuyes el auge actual del aforismo? ¿Es reflejo de la sociedad de lo inmediato, de la falta de tiempo constante, en la que vivimos?

Miguel Ángel Arcas: Pues creo que es más sencillo que todo eso. El aforismo, sobre todo desde el Romanticismo, ha tenido sus cultivadores entre filósofos, poetas y moralistas, pero casi siempre ha vivido en una especie de semiclandestinidad que le ha otorgado el estatuto de género oculto, silencioso y elitista. Ahora, a partir fundamentalmente de este siglo, creo que se ha convertido en una especie de moda que está propiciada por el deseo de expresión de una sociedad inmersa en las redes sociales. Hay necesidad de contar, decir, dejar rastro; se ha propiciado un narcisismo virtual y mediático que tiene su Arcadia en Internet. Todo el mundo tiene el código para escribir: la lengua; todos poseemos un lenguaje con el que comunicarnos, y el aforismo es la forma más corta, elemental y practicable (junto al microrrelato) de expresión literaria, por lo que mucha gente se atreve a poner su mundo sobre el papel o la pantalla. Por supuesto que no estoy en contra de que la gente escriba y exprese lo que quiera, lo que me inquieta es que la aparente facilidad del aforismo termine produciendo textos irrelevantes, reiterativos, efímeros o que terminen siendo productos de autoayuda, sensibleros o falsamente ingeniosos. Cosa esta que atormenta las redes y se observa en bastantes libros últimamente. 

J.G.: Curiosidad máxima: ¿qué es un aforema? ¿Y qué diferencia un aforismo de algo que pretende serlo y no lo es?

Miguel Ángel Arcas: Un aforema es un texto híbrido que por tanto no es definible en términos asertivos. Es el intento de otorgarle el carácter incisivo y revelador de la poesía al pensamiento en clave aforística.

Por otra parte, un aforismo o un aforema se diferencian de los textos que no lo son en varios aspectos, tales como su esencial economía lingüística, su eficacia expresiva, el uso inteligente de la elipsis, su carácter paradójico y fraccionario, o por el hecho significativo de que no sancionan un saber, sino sus fisuras. El aforismo tiene la capacidad de crear tiempo, a diferencia de la fugacidad propia del tuit y de otras bagatelas literarias. 

También tiene sus peligros: la obviedad, la ingeniosidad, el chiste o la retórica banal. Y por supuesto, su aparente facilidad.

J.G.: ¿Cuáles son tus aforistas “de cabecera”?

Miguel Ángel Arcas: Te voy a decir los aforistas que me conmueven, sabiendo que me dejo otros en el cajón: Joseph Joubert, G.C. Lichtenberg, Jules Renard, o Antonio Porchia, por ejemplo. Y en España, Ramón Andrés, Carlos Edmundo de Ory, Ramón Eder, y unos cuantos más que no refiero por no engordar la lista y las suspicacias.

«Somos nuestros propios arquitectos junto a otros aparejadores y albañiles, como el azar y la intemperie colectiva»

Fernando Jaén: «La realidad//es el único sueño que se cumple», nos dices en el último poema que cierra tu magnífico ‘Los sueños del realista’. La realidad parece ser tu estímulo, el motor palpable de tu existencia en este libro. ¿Construimos nosotros la realidad, o es ella la que termina por moldearnos? ¿Nos conduce, tal y como la percibimos, al pesimismo?

Miguel Ángel Arcas: La realidad y la ficción: dos caras de la misma moneda. En el próximo libro que estoy preparando aparecerá un aforismo que hace referencia a este asunto. Dice: «La realidad nunca supera a la ficción. La realidad no puede superarse a sí misma».

Tengo serias dudas acerca de sus diferencias, por lo que resulta imposible desprenderse de la realidad cuando se escribe. La imaginación no crece en el vacío. Y escribir es un acto de ficción que crea una nueva realidad. 

Por otra parte, todos somos realidad, estamos expuestos a los otros, pero también a nosotros mismos. Somos nuestros propios arquitectos junto a otros aparejadores y albañiles, como el azar y la intemperie colectiva.

¿El pesimismo? Lo entiendo como un descenso al lado oscuro de lo real, ¿quién no ha perdido alguna vez esa batalla? La guerra es otra cosa, necesita de optimistas bien informados dispuestos a ganarla hasta la muerte. Un optimista no es un iluso. Es el realista que mejor duda.

F.J.: En ‘El baile’, podemos leer: «Tú sabes que si me gusta//bailar contigo es porque a tu lado//siempre olvido que tengo//los pies de barro.» Me parece una hermosa forma de afrontar la fragilidad del ser humano. ¿Es el escritor, el poeta, un ser con los pies de barro?

Miguel Ángel Arcas: Y quién no. El escritor es como cualquier otro, solo que se acerca al mundo con la escritura, lo que implica una especial conciencia de sí mismo, o por lo menos la creación de una posibilidad de conocimiento. Eso es la literatura, una posibilidad. 

La fragilidad de la que hablas está en nuestro ADN, como lo están también, aunque de forma más que arbitraria, nuestras bondades y maravillas. El poema al que te refieres es un canto de amor, tal vez lo único que nos da poder para soportar las flaquezas de la existencia y sobrevivir con ingenio y sentido a esa inevitable fragilidad de la condición humana. 

«La poesía no debe decirlo todo»

F.J.: En ‘Llueve horizontal’’ optas por escribir poemas con muchos versos sin cerrar que dejan varias líneas que se abren a distintos horizontes, como si quisieras que el lector siguiera las sendas que tan sólo apuntas en ellos. He visto un video de la presentación de este libro (cuando se podían presentar los libros como un festejo), en el que se te puede ver recitando junto a Erika Martínez y con música de Salvador Perpiñá. ¿Qué recepción esperabas del lector en este libro tan abierto? ¿Cómo es compartir tu poesía con tan buenos amigos?

Miguel Ángel Arcas: La poesía no debe decirlo todo. Eso es algo que aprendí en un tiempo en que intentaba absurdamente cerrar los poemas como se cierran las puertas de un paraíso. Algo imposible, primero porque los paraísos no tienen puertas, y segundo porque nada puede impedir que las historias y sus protagonistas continúen en nuestra imaginación después del punto final o el silencio. 

Dejar la puerta abierta es un signo de generosidad con el lector, una manera de rendir tributo a su inteligencia y a la propia naturaleza de la literatura.

Este libro del que hablas lo presenté a modo de recital, usando la música como compañera, y con buenos amigos, que son al fin y al cabo los que justifican tal arrojo. Erika siempre es un ojo que ve entre líneas, sabe leer detrás de cada palabra, tras de cada ausencia en el texto. Fue un placer tenerla de cómplice. Y Perpiñá supo elegir la música para que nadie se fijara en mis errores. Vistió los poemas con gran sonoridad. 

F.J.: En tu último libro de poemas publicado, ‘Alevosía’, utilizas la ficción para cometer variados y curiosos homicidios, con un poso de humor y la inevitable influencia de Aub. ¿Qué importancia das al humor en tu poesía? ¿Es la única forma de poder hablar en serio de una tragedia?

Miguel Ángel Arcas: El humor es una forma de conocimiento. Nos permite acercarnos a lugares a los que no podríamos acceder de otra forma. En él se cristaliza lo inesperado, aquello que explica ciertas oscuridades. El humor, además, puede gustar o puede herir, entra en nosotros con el permiso de la verdad, no a sus espaldas. La literatura, y sobre todo la poesía, ha sido tradicionalmente reacia en su canon a la lírica humorística, y creo que una de las flaquezas de este criterio es otorgar casi en exclusiva la razón y el prestigio poéticos a la condición elegíaca de los textos.

Por lo que a mí respecta soy muy vaso comunicante, y me resulta imposible no llevar al papel lo que practico en mi vida y con mi lengua. El libro al que te refieres, ‘Alevosía’, es claramente un homenaje a Max Aub. Quise continuar (de alguna manera él lo sugiere) su saga de crímenes con los míos, hechos en verso y a mi ritmo.

 «El humor es una forma de conocimiento»

J.G.: Afirma Eloy Tizón en el prólogo de ‘Cuaderno de Choisy’ que «vale tanto por lo que dice como por lo que calla». ¿Puede ser ese un problema en la literatura actual, que no se calla lo suficiente? ¿Cómo manejas los silencios en tu poesía y en tu prosa?

Miguel Ángel Arcas: Eloy tiene razón. En realidad, el valor del silencio, no solo en la vida, sino también en la literatura es enorme. El silencio nos defiende de nosotros mismos. En literatura el silencio es la patria del lenguaje, siempre tiene la última palabra. Tampoco es bueno, como ocurre con el amor, hablar demasiado del silencio.

J.G.: Describes tu diario como «un enorme iceberg». ¿Qué –que se pueda contar- permanece oculto en él?

Miguel Ángel Arcas: Muchas cosas. Sencillamente porque no quiero contarlo todo. Esto, aparte de ser imposible, no es recomendable. Nublaría la vista, la percepción justa de las cosas. Demasiado ruido. Además, en un diario donde hablo de personas concretas, vivas, tengo que saber callar, o mejor, saber decir lo que es realmente importante. Recuerdo lo que la escritora exiliada Mada Carreño escribía en su novela En busca del presente:

“—Si cuentas, como creo, historias verdaderas, supongo que no te dejarás intimidar por la idea de lastimar a la gente.

—Sí, me enfrenté a eso, pero ¿qué puedo hacer? En todo caso todos nos merecemos la verdad.”

F.J.: Recuerdo, cuando viajaba más en transporte público que ahora, en una de las líneas del antiguo 11, ver en los asientos de “la Róber” pequeñas joyas de distintos autores, llamadas ‘Relatos para leer en el autobús’, con el que obtuviste en el 2010 el Premio Andaluz al Fomento del Libro y la Lectura. ¿Cómo surgió esa idea? ¿Hace falta más literatura en las paradas del autobús, o del metro? ¿Son algunas lecturas más propicias que otras para el viajero?

Miguel Ángel Arcas: El proyecto ‘Relatos para leer en el autobús’ fue un ensayo sociocultural enfocado a fomentar la lectura primeramente en Granada y después en otras ciudades andaluzas como Málaga y Córdoba. Todo surgió de la necesidad de llevar la lectura a los ciudadanos. Si la gente no va a los libros hay que llevar los libros a donde está la gente. De ahí la idea de publicar unos relatos para los transportes públicos para cubrir ese supuesto «tiempo muerto» que implica un viaje en bus donde apenas se hace nada.

En los autobuses, como posiblemente en otros escenarios donde el tiempo se consagra a una necesidad de la que nadie puede escapar (todos vamos a diario al baño, por ejemplo), la lectura de relatos breves, de poesía o de aforismos es una sencilla actividad intelectual que nos procura placer y curiosidad haciéndonos sentir el tiempo de una manera más útil y nutritiva. 

El proyecto tuvo una gran aceptación por parte de las instituciones públicas y las compañías de autobuses urbanos, y durante varios años los ciudadanos pudieron tener a su disposición un libro distinto cada mes encargado a los más significativos escritores de cuentos en lengua española. Hubo incluso un concurso de relatos cuyo premio era la publicación del cuento ganador en la colección. 

La verdad es que fue un éxito y se repartieron cerca de un millón de ejemplares que podían llevarse metidos en el bolsillo y regalar luego a amigos o familiares.

Un proyecto que la crisis económica dejó morir y que ojalá se pueda resucitar en el futuro. 

«Si la gente no va a los libros hay que llevar los libros a donde está la gente»

J.G.: Afirmaste en una entrevista anterior que el confinamiento ha dado mucha literatura, pero que «habrá mucho más en el futuro, porque esto no ha acabado y esta sensación distópica permanece aún entre nosotros». ¿Será esta pandemia un antes y un después para los libros? 

Miguel Ángel Arcas: Cuando la distopía se hace carne y aparece increíblemente ante nosotros se despierta la necesidad de dar cuenta de ella. Se están escribiendo crónicas, novelas, poesía, diarios, etc., que tienen a la pandemia o bien como protagonista o latiendo tras las peripecias de los personajes, a modo de paisaje, en un contexto donde la realidad se nos escapa y adquiere dimensiones nunca vistas. Es un momento jamás vivido y por lo tanto una escritura que nace ahí mismo, al pie del tiempo. Dentro de un tiempo seguro que todos nos acordaremos de los años del Covid y seguirán produciéndose textos que hablarán de conflictos y realidades asociadas al virus y sus tragedias. La realidad sigue y seguirá siendo el mejor caladero de la ficción, que no es más que otra realidad tan verosímil como aquella, si no más.

J.G.: París, Granada, Cabo de Gata… ¿Con qué te quedas de cada lugar? ¿Cuál te es más propicio para escribir?

Miguel Ángel Arcas: Cada uno forma parte de mi vida. Me quedo con todos estos lugares, porque todos son propicios a la escritura y son testigos de mi tiempo. París es donde ahora vivo, una ciudad maravillosa que estoy aprendiendo a querer; Granada es la ciudad de mi vida, la ciudad a la que no pienso dejar nunca de lado; y Cabo de Gata es el lugar adonde siempre me he retirado cuando quería escucharme en la tranquilidad del mar. Todos ellos, junto a Madrid, son lugares que amo.

J.G.: ¿Qué tiene Granada que produce tantos y tan buenos escritores? ¿Cómo ves el panorama actual de esta ciudad?

Miguel Ángel Arcas: Pues la verdad es que ahora estoy bastante alejado de lo que se cuece en Granada. El hecho de no estar en el día a día de la ciudad (aunque esté más o menos informado por las redes y por algunos amigos) no me permite hablar sobre la situación actual. Te puedo decir, sin embargo, y no digo nada nuevo, que Granada sigue siendo una de las ciudades literarias más importantes de nuestro país en la que siguen despuntando nuevos y jóvenes escritores y poetas. Aunque también los hay, y no pocos, no tan buenos. 

F.J.: Max Aub es un autor excepcional, prolífico y cuya biografía se merecería un libro entero. Brillante exponente de la literatura del exilio (nada menos que Dos Passos le facilitó su viaje a México), con un retrato sobrecogedor de la Guerra Civil Española en esa épica historia llena de poesía que son las novelas que componen su ‘Laberinto mágico’ (que comienza en Viver, Castellón), con magníficos relatos y obras llenas de un fino sentido del humor como sus ‘Crímenes ejemplares’. Tu cuidada editorial, Cuadernos del Vigía, ha publicado primorosas ediciones del ‘Juego de cartas’, ‘Mucha muerte’, ‘Manuscrito cuervo’, ‘Luis Buñuel, novela y La verdadera historia de la muerte de Francisco Franco’. ¿Qué ha supuesto para ti rescatar la obra de este autor? ¿Cómo lograste publicarlo?

Miguel Ángel Arcas: Bueno, ya desde los setenta empecé a leerlo, recuerdo su Antología traducida, editada por Seix Barral, que supuso para mí un verdadero acontecimiento. Allí, su genial impostura, el humor, la multiplicidad de las poéticas, su versatilidad y su conocimiento de la tradición me impresionaron sobremanera. Empecé una carrera como lector de Aub que ha continuado con los años hasta que, al fin, cuando conocí a su hija Elena, pude editarlo. Como editor, uno siempre publica lo que le hubiera gustado escribir, y en ese sentido Aub sigue siendo uno de mis referentes no solo por razones literarias, sino también éticas y políticas. Rescatar la obra y la figura de Max Aub es una de mis mayores satisfacciones como editor. Creo que era de justicia volver a poner en manos de los lectores una obra inconmensurable, llena de sentido y actualidad. La obra de un escritor que primero se unió a las vanguardias de su tiempo y después no tuvo reparo en entregarse a la urgencia de contar el drama de España, su Guerra Civil y el exilio de toda una generación que luchó por la República y la Democracia. Era algo debido.

«Como editor, uno siempre publica lo que le hubiera gustado escribir»

J.G.: ¿Te sale el editor cuando escribes? ¿Qué es más difícil, editar o escribir bien?

Miguel Ángel Arcas: Hacer las cosas bien nunca es fácil, aunque a veces nos empeñamos en hacerlas magníficamente mal. ¿Si la escritura o la edición? Tanto monta.

Por otra parte, un editor también construye su obra, como un escritor. La obra del editor es su catálogo, los libros que ha dado a los lectores, el mundo que ha revelado con sus libros. Yo estoy orgulloso de serlo y de cuidar a mis escritores. Editar es una labor tan cultural como política. Sin duda el mundo sería peor sin libros.

Al acabar un libro, si pretendo publicarlo, termino pensando en el editor que va a leerlo. Intento darle el menor quebranto al corregir y editar el texto. Es algo que como editor quisiera siempre que los escritores que me envían su trabajo hicieran. Pero no siempre es así. Hay bastantes escritores que no saben editar sus obras y presentan libros mal construidos, con faltas, con errores ortotipográficos, con una dejadez impropia de alguien que se dedica a escribir. Muchos deberían saber que corregir es tanto o más importante a veces que escribir. 

J.G.: Finalizamos siempre estas entre2vistas con el “Momento Carta Blanca”, en las que nuestro invitado las cierra como le apetece. Es tu turno…

Miguel Ángel Arcas: Al hilo de lo anterior, creo que Granada necesita un sólido proyecto cultural que permita consolidarla como referente real y acabe de una vez por todas con la penuria y la precariedad cultural que sufre. Granada es una ciudad literaria con una tradición impresionante que vive descuidada permanentemente por sus políticos e instituciones. Parece un problema endémico, pero no solo lo parece, sino que lo es. La verdad es que tengo muy pocas esperanzas en que esto cambie, pero si alguna vez lo hiciera, ¡ojalá!, estoy seguro de que Granada sería la ciudad que siempre ha querido ser y nunca dejaron que fuera. 

Poemas de Miguel Ángel Arcas

VACACIONES

En el cielo una nube se revuelve y cambia de sentido,
nerviosa como un sonajero.
Las aguas en el mar apoyan su cabeza contra las rocas.
Parecen dormir, pero tan solo se protegen del trasiego salvaje 
y espumante de los hombres.                                              
La luz, fuertemente indeterminada, tiene el aspecto borroso
de algunos rostros en un sueño. No ayuda a ver lo que ocurre.                                                                                          
El viento, que parece de segunda mano, mustio, gastado, sopla
con la fuerza de un viejo exangüe.
Barcos y veleros pasean en silla de ruedas
a la entrada de la bahía. Quieren tomar posiciones.
Las gaviotas chillan y rechillan, ríen, devoran todo a su paso.
Nada se mueve. 
Nada osa existir. 

El yate del rey de España sale muy despacio del puerto de Palma.

(De Llueve horizontal, 2015)

DOBLE HOJA

Hace frío
Son las siete treinta de la mañana
De pie frente a mi espejo
pongo la radio
saco la toalla la espuma la Willkinson
y miro esa naranja turbia que el insomnio
ha dejado en mis ojos
Abro el grifo de piel de plata
y el agua polar me corta la cara
la cara blanca la barba negra
al momento
el comentarista amarillo de la Cope
escupe por la boca
«según la declaración de la Unesco
tenemos derecho a mirar al cielo
y poder ver las estrellas
sin que nada ni nadie pueda impedirlo».
Entonces
la doble hoja se desliza
las patillas las noticias los pómulos
El Corte Inglés la barbilla
el bombardeo de Irak
la mano que no tiembla
la garganta la CNN la nuez
hola soy Edu feliz navidad
el bigote los muertos la prisa
y ahora las ganas de mear
porque corre el agua
los sueldos basura
la piel roja la dignidad
el grano cuidado con el grano
el corte joder la sangre
la miseria los jueces la sed
más agua más agua
la doble hoja sigue deslizándose
continúa su camino
la hoja la doble
la puta vida
con pelos y señales
frente al espejo
herida por dentro
allí donde no llega nadie
apuñalada por el frío del mundo
sin miedo ni compasión
sin cielo y sin estrellas.

(De El baile, 2004)  

EL BAILE

Que rechace el dinero y la gloria
que me muestre nervioso frente al mar,
que me case con una mujer que me odia,
que mate al chofer de un funeral,
que sea un bobo estúpidamente feliz,
que ande descalzo en el invierno,
que incumpla todos mis acuerdos,
que renuncie —sin más— al mes de abril,
que piense hasta burlar las trampas del cerebro,
que me resista al tiempo y a su mordedura,
que me emborrache y luego
intente pasar por el ojo de una aguja,
que converse sin miedo con el dolor,
que robe, que secuestre, que engañe,
que malviva del aire,
que sea un descarado fingidor…

pídeme lo que quieras,
cualquier cosa,
lo que sea,
pero nunca me pidas que desista,
que abandone este baile,
que me dé por vencido y niegue
cada uno de mis pasos.

Tú sabes que si me gusta
bailar contigo es porque a tu lado
siempre olvido que tengo
los pies de barro.

(De El baile, 2004)

CASA CONTIGO

No es mediodía quien quiere,
ni noche y lluvia quien oscurece las palabras.

No sé hasta cuándo la cima del tiempo.
Ni sé apenas de mí.

Pero si tomas una casa conmigo, si te acercas
y entras al zaguán, y pisas y borras
tanta sombra majadera, tanta muerte
que me persigue y me provoca,

si tu mano sacude
las moscas pequeñitas del injusto
sueño que me acecha,

si el tiempo, ese rengo que me ata
a su pierna bailonga, 

si el tiempo digo
nos trata bien, y nos acompaña 
y nos quiere juntos como juncos
en la ribera más sencilla,

entonces, 
mi amor será más porque me iré
como agua perdida en la arena, 
y mejor, porque me ama
quien sabe volar y hace
que las ramas caídas
vuelvan a su árbol.

(Inédito)

Aforismos de Miguel Ángel Arcas

La lujuria va contra natura: rejuvenece.   

Hay que saber dudar. Hacerlo con determinación, 
sin que nos tiemble la mano.

Soñar exige disciplina.

Disciplina requiere libertad.

Hay noches en las que amanece más de una vez.

Olvidar lo que se quiere olvidar es señal de buena memoria.

Toda guerra es civil.

España tiene dolor de memoria.

Una bandera es un trapo que me pone muy nervioso.       

Perder la memoria: dejarse la llave dentro de la casa.

Quien en su vida no corre riesgos, corre peligro.   

Si no sabes si nadar o guardar la ropa, seguramente acabarás ahogándote 
en un mar de dudas.  

No me gustan esas frases que parecen recién salidas de la peluquería.

Creedme, no es de fiar quien en verano 
nunca duerme la siesta las tardes de domingo.

Hay una parte importante de mi vida que no está basada 
en hechos reales.   

(De Los tres pies del gato, 2019) (Inéditos, 2021)

PIEZA Nº 35

Soy nadador. Antes iba algunos días a la semana a la piscina, cuando se podía ir a las piscinas. 

En ella me siento en otro mundo, un lugar donde el agua es el aire que respiro, la cama donde floto, un corcho que en su deriva avanza brazo a brazo hacia ningún lugar. No voy a ningún sitio en realidad. Treinta minutos nadando para no llegar a ninguna orilla. Parece absurdo ¿verdad? El principio y el final reunidos en un abrazo de cloro y espuma inútiles.

Soy nadador y eso es una condición que se me antoja inevitable. En el agua todo cambia. Aunque no me he visto nadar seguro que parezco un Poseidón menor, peludo y ridículo. 

Es una actividad individual muy dura, pero que me apasiona. Apenas ves a nadie, no hablas con los otros nadadores, no hay distracciones, no ves paisajes, no hay música bajo la superficie, sólo tú y el agua, sólo tú y la respiración, la extensión amorosa de brazos y piernas, el abdomen que vibra, los ojos abiertos a un mundo vacío, las boyas, las banderas, el techo alineado, los sonidos lejanos y el cuerpo que ya es una nave, y que va, y va solo, sin apenas sentirlo, maquinal, autónomo, con un ritmo que no puedes parar, con la única misión de avanzar sin medida. Pero al mismo tiempo ocurre algo curioso: el cuerpo y la mente se separan y cada uno acomete una carrera distinta. El pensamiento se fija en otro lugar, se deshace del cuerpo, lo ignora, necesita aislarse de toda esa masa muscular frenética y orgullosa que sacude el agua. Ese es el momento en que puedo pensar, en que preparo las ideas que llaman a mi puerta o cotejo los acontecimientos del día, el momento en que reúno los pequeños detalles en mi memoria o decido títulos de libros, o escojo las palabras que me faltaban horas antes. Es el instante sutil en que el mundo me sonríe, la pequeña redención que necesito; es la intimidad definitiva, el tiempo en que la soledad inevitable del nadador se queda en el agua y el pez que soy se alcanza a sí mismo. 

(De Cuaderno de Choisy, 2021)

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Javier Gilabert / Fernando Jaén
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