Juanjo Ibáñez: «El activismo debe valerse de cualquier instrumento posible para llegar tan lejos como se pueda»
Juanjo Ibáñez es licenciado en derecho, periodista y político de profesión y por vocación. Con ‘Maneras de conjugar el tiempo’ (Esdrújula, 2021), un libro que tuve la suerte de conocer cuando ni siquiera existía, se estrena como poeta y, al igual que hiciera unos años atrás, me he sentado con él a charlar un rato, esta vez sobre su flamante recién estrenado libro.
Javier Gilabert: ¿Por qué este libro y por qué ahora?
Juanjo Ibáñez: Todo en la vida tiene su momento. Aunque llevo muchos años escribiendo y con el deseo escondido de publicar, no se habían dado las circunstancias para dar ese paso ni, desde una perspectiva estrictamente personal, consideraba que tuviera algo que ofrecer que pudiera mostrar la voz propia con la que pretendo expresarme. El tiempo ha tenido la paciencia de regalarme la compañía de personas que poco a poco, y sin ellas saberlo, han ido ayudándome para preparar este primer libro. Al final creo que todo es un asunto de madurez. De todas formas, no podemos quitar mérito al confinamiento de hace un año. Tantas horas en casa para una persona tan inquieta como yo debían provocar algún efecto secundario.

¿Cómo y cuándo surge la idea del libro?
El libro surge hace muchos años. Su idea llega a mi cabeza con los primeros poemas en el instituto Soto de Rojas. Con aquellos versos aparece un ¿por qué no? que no ha dejado de acompañarme desde entonces. Pero, como ya te dije antes, no se presentaba la ocasión ni a mi alrededor existía el ambiente propicio para ello, a pesar de que no dejé de escribir nunca. Hay un punto de inflexión, una tarde en un bar de la calle Navas, al abrigo de un té. Ahí, un poeta al que respeto y admiro, y a quien confesé que escribía algunas cosas, me invitó a compartirlas con él haciéndome la misma pregunta que yo me hacía en aquella juventud, ¿por qué no? Ese poeta está hoy aquí, haciéndome esta entrevista y siempre le estaré agradecido. Ahí reconozco que sí tomé la decisión de manera más o menos consciente de intentarlo de manera seria. Después llegó el confinamiento y esas ganas me impulsaron a llamar a Mariana Lozano, de Esdrújula Ediciones, quien inmediatamente se puso conmigo a trabajar en lo que hoy es ‘Maneras de conjugar el tiempo’.
¿Qué pistas o claves te gustaría dar a l@s posibles lector@s?
Lo primero que quiero decirles es que desde el momento en que tengan el libro en sus manos ya es suyo. Es verdad que lo que leerán serán ideas que he puesto sobre el papel, pero a partir de ese momento, los poemas ya no me pertenecen, se convierten en un ejercicio compartido, un diálogo y no un monólogo. Partiendo de ahí, me gustaría que pudiesen sentirse identificados con lo que está escrito, que les suscite sentimientos, aunque sean contrarios a lo leído, que les remueva, que despierte. Entiendo la poesía como un instrumento más de comunicación, una manera de contar una historia con las palabras precisas. Esas historias, una vez publicadas, son las olas que llegan a la playa después de un viaje larguísimo; qué menos que desear que esa ola deje algo de erosión en los ojos que la reciben.
¿Qué efecto esperas que tenga el libro en ell@s?
Como te he dicho antes, entiendo que un libro debe ser un diálogo, en sus páginas debe de haber puntos de encuentro, deben abrirse puertas que comuniquen los sentimientos del escritor con los del lector. La palabra debe surgir a partir de la reflexión escrita y ha de desmadejar un ovillo de sentimientos que transforman la experiencia lectora en pura vida, en latidos de aire. Aspirar a eso es lo que me lleva a escribir. Lograrlo es muy complicado. Si consiguiera acercarme a eso, sería muy feliz, estaría cerca de alcanzar la finalidad de mis poemas. Al fin y al cabo, en esos poemas hay experiencias que habrán vivido seguramente quienes los lean: rupturas, errores, ilusiones, desengaños, paisajes, amor. Ese catálogo de sentimientos forma parte del portafolio de cualquier persona. Pero también busco algo más, sobre todo con la tercera parte del libro. En ese ‘Futuro Imperfecto’ saco a pasear a mi yo más social. Soy una persona firmemente comprometida con lo que creo y considero que el activismo debe valerse de cualquier instrumento posible para llegar tan lejos como se pueda. La poesía es un instrumento tan válido como cualquier otro. Corren tiempos complicados donde se banalizan hechos gravísimos: la violencia de género, la inmigración, la objetividad de los hechos… Con los poemas que forman parte de ese ‘Futuro Imperfecto’ sí pretendo un posicionamiento y sí busco una movilización.
¿Qué supone para ti publicar tu primer poemario a estas alturas de la vida? ¿Por qué has tardado tanto —risas—?
Por empezar por la segunda pregunta, soy una persona que suele llegar tarde a cosas muy importantes (jajaja). Llegué tarde a los Beatles, llegué tarde a grandes clásicos del cine, llegué tarde a poetas inmensos a los que no he leído hasta ahora… Curiosamente a los Niños Mutantes sí llegué a tiempo y los he podido disfrutar y mucho todos estos años. Pero volviendo a la pregunta, imagino que, al menos queda el consuelo de decir lo he logrado. Quizás, una de las razones por las que he tardado en dar el paso ha sido por falta de fe en mí mismo. La alta autoestima, la seguridad en mí mismo no son dos de mis virtudes más consolidadas. Siempre he escrito en soledad y mis poemas han sido compartidos con muy pocas personas. He sido autodidacta en este caso y, debido a esa inseguridad, cuando he recibido algún halago de alguien con cierta capacidad crítica he tendido a menospreciarlo. Si en algo me está ayudando todo este camino es a sacudirme muchas de esas tonterías que no tienen mucho sentido.
Y sobre la primera pregunta, pensaba que publicar este poemario era un fin, sin embargo estoy aprendiendo que es un medio, un medio para encontrarme a mí mismo, para encontrarme con otra gente que apuesta por expresiones artísticas sin más pretensión que la de sumar y hacer un mundo algo mejor a través de la literatura en este caso. ‘Maneras de conjugar el tiempo’ es tal vez una manifestación de madurez personal que expresa perfectamente un estado de ánimo que se ha reconciliado consigo mismo, que ha sabido perdonarse al fin y que saborea la vida tal y como le ha sido dada, sin miedo a buscar nuevos caminos.
Te pongo en un aprieto: si tuvieras que quedarte solo con tres poemas de ‘Maneras de conjugar el tiempo’, ¿cuáles serían?
Yo que soy hermano mayor sufrí la terrible pérdida de mi imperio familiar a los dos años y medio cuando llegó mi hermana Alicia al mundo. Siempre pensé que mis padres la querían más que a mí, y así se lo decía a ellos cada vez que tenía ocasión. Ellos me respondían con una frase muy gráfica para intentar calmarme. Me decían, «qué dedo me corto que no me duela», enseñándome la mano completamente abierta. Algo así me podría pasar con este poemario. Pero como soy de aceptar los retos, me voy a tirar al barro con algunos de ellos. No es que me gusten más que los demás, sino que encierran un significado más potente quizás. El primero de ellos es ‘Segundo apellido’, un poema sobre el papel secundario al que el patriarcado ha condenado a la mujer desde siempre, incluso en el nombre; el segundo poema es el que le dedico a mi hija Miriam, ella me ha enseñado a reconciliarme con la vida; el tercero, ‘Cuando éramos reyes’, en el que me sumerjo precisamente en el tiempo primero de aquellos versos novatos que tatuaba en los pupitres del instituto junto a mis amigos.
Por último, como lector, ¿a quién te gustaría que invitásemos a pasar por ‘la Prensa’?
Es una pregunta de difícil contestación, porque como lector son muchos los escritores a los que me gustaría conocer más, especialmente muchos de los que ya no están entre nosotros. Pero como entiendo que eso no es posible, sí me atrevo a poner aquí el nombre de una poeta muy comprometida, maravillosa, con una voz muy potente; me refiero a Olalla Castro.
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