Prensado en frío

Inmaculada Pelegrín: «Los libros que se escriben no son los mismos que se leen»

Detalle de la portada de 'Todas direcciones', de Inmaculada Pelegrín
Detalla de la portada de 'Todas direcciones', de Inmaculadaa Pelegrín

Inmaculada Pelegrín: «Los libros que se escriben no son los mismos que se leen»

Las raíces de Inmaculada Pelegrín están en Vélez Rubio, Almería, lugar en el que sigue sintiéndose como en casa cada vez que regresa, a pesar de que, desde muy pequeñita, radique en la murciana Lorca. Aunque son ya muchos los premios que lucen en su palmarés, nos ocupamos hoy de ‘Todas direcciones’, su último poemario publicado y gracias al que resultó ganadora del XXIV Premio Internacional de Poesía ‘Antonio Machado en Baeza’.

Javier Gilabert: ¿Por qué este libro y por qué ahora?

Inmaculada Pelegrín: Esa es una pregunta que no sé a quién tienes que hacerla. Los poemas vienen cuando y como ellos quieren, al menos en mi caso. Ya me gustaría tener alguna capacidad de decisión al respecto.

¿Por qué este libro? Porque fue el que llegó, el que quiso nacer. ¿Por qué ahora? Porque no existe otro momento nada más que el ahora. Antes y después no existen.

Portada de 'Todas direcciones', de Inmaculada Pelegrín
Portada de ‘Todas direcciones’, de Inmaculada Pelegrín

¿Cómo y cuándo surge la idea del libro?

Los poemas llegan, yo intento escribirlos. Lucho con las palabras para transmitir la idea que traen y cuando pienso que se parecen un poco a lo que el poema quería decir, los dejo estar.

Muchas ideas se me olvidan porque no tengo un bolígrafo cerca y me pillan haciendo una tortilla o montando en bicicleta, por ejemplo.

Esas primeras versiones duermen en el ordenador durante un tiempo (pueden ser días o lustros) y cuando me acuerdo, vuelvo a ellos. De esta forma intento tener perspectiva.
Tras este tiempo de espera, la mayoría acaban en la papelera.

Imprimo los pocos que sobreviven y los dejo revolotear por mi casa, de silla en silla, en la escalera, en el zapatero, (bajo mi cama no, porque es de canapé y pesa muchísimo) o la balda de las patatas en el verdulero de la despensa. También es frecuente que decidan sustituir a las alfombrillas en el suelo de mi coche.  

Unos empiezan a caerme bien, otros a resultarme antipáticos o molestos. Lo sé porque, al encontrarme con ellos, siento alegría en el primer caso, en el segundo me sirven para limpiar los cristales.  

Enseño a mis amigos poetas aquellos poemas a los que he tomado cariño y ellos me señalan sus defectos que suelen ser muchos. 

Igual que cuando los amigos te dan su parecer sobre un novio, tomo muy en serio sus opiniones aunque no siempre les hago caso, aún a sabiendas de que tienen razón.

Mis libros nacen así: un día junto en un montón de folios todos los poemas que han sobrevivido a este proceso, los vuelvo a imprimir para que no tengan huellas de zapatos o tierra de las patatas en sus páginas y los leo. Intento leerlos como si fuese la primera vez. De pronto descubro que unidos cuentan una historia y sólo hay que barajarlos hasta que queden ordenados. No sería bueno comenzar matando al protagonista o resolviendo el misterio. Así que les pongo unas grapas o un gusanito (según lo generosa que me sienta ese día), para que no se mezclen otra vez.

Voy imaginando títulos diferentes hasta encontrar aquél con el que todos los poemas se sienten cómodos, entonces me doy cuenta de que no se habría podido llamar de otra forma.  

Siguiendo exhaustivamente todos los pasos de este método surgió Todas direcciones.   

¿Qué pistas o claves te gustaría dar a l@s posibles lector@s?

Sé que los libros que se escriben no son los mismos que se leen. Cada lector termina de construir cada libro, de hecho un libro no está acabado hasta que alguien lo hace suyo leyéndolo. 

Debido a lo anterior, me gustaría más que dar pistas, pedir a los posibles lectores que se dejen llevar en Todas direcciones. 

Que tengan presente que es muy hermoso emprender un viaje sin saber el destino, de hecho en los viajes presuponemos un destino que rara vez coincide con el real. 

También me gustaría que fueran benevolentes con los poemas que lo forman; ellos eran hermosísimos y perfectos cuando llegaron, los defectos que tienen o si hicieran daño a alguien será exclusivamente por mi culpa.

¿Qué efecto esperas que tenga el libro en ell@s?

Me gustaría que tuviera cualquier efecto, desde la alegría y la emoción estética hasta la náusea o el desconsuelo. Cualquier emoción excepto la indiferencia. 

Realmente me gustaría que no pudieran olvidarlos. 

Si he de elegir una emoción en concreto preferiría que fuesen una fuente de compañía, que al leerlo el lector dijese “esto mismo me pasa a mí”, esa sensación de pertenencia, de no estar solo, de saber que formamos parte de algo mucho más grande.

¿En qué medida veremos en él —o no— a la Inma Pelegrín de tus anteriores obras?

En promedio, las células del cuerpo se renuevan cada quince años.
Mi anterior libro se publicó en 2012, con lo cual, sospecho que sigo siendo la misma.
Mirándolos con perspectiva creo que tienen en común mi obsesión por: 

– Los objetos que nos acompañan en el día a día (zapatos, peceras, calcetines, tendederos).

– El menaje de cocina: ensaladeras (Óxido, Pre-textos), molinillos de café (Cuestión de horas, La isla de Siltolá), hueveras (Todas direcciones, Hiperión). Y cosas que salen por la tele, encuentro en los libros o escucho por la radio: el universo, los satélites, la evolución de las especies, los insectos, las matemáticas aplicadas, la teoría de conjuntos, macroeconomía, la historia de las injusticias, las injusticias de la historia, etc.

Concluyo, pues, que la mía debe de ser una poesía de andar por casa.  

No eres nueva en esto de los premios, pero ¿qué ha supuesto para ti que este poemario haya sido galardonado con el XXIV Premio Internacional de Poesía Antonio Machado en Baeza?

Ufff, ni te imaginas la alegría y la sorpresa. Es un premio que otros años habían ganado poetas a los que admiro; por poner tres ejemplos: Raquel Lanseros, Reinaldo Jiménez o Julio Rodríguez, así que ni se me ocurrió que pudiera sucederme a mí. 

También, después de años sin publicar, hacerlo en la editorial Hiperión es un lujo que no me había atrevido ni a soñar. 

Te pongo en un aprieto: si tuvieras que quedarte solo con tres poemas de ‘Todas direcciones’, ¿cuáles serían?

‘Las fuentes del Nilo’. ‘En el nombre del pan’. ‘Matadero municipal’. 

Por último, como lectora, ¿a quién te gustaría que invitásemos a pasar por ‘la Prensa’

A Antonio Praena o a Francisco Domene. 

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Javier Gilabert
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