José García Obrero: «Los libros, y especialmente los de poesía, tienen su propia manera de medir el tiempo»
José García Obrero es un hombre sencillo, un hombre bueno. Cuando lo entrevistaba, recordaba que un recital de Juan Carlos Mestre al que asistí con mis alumnos, esa era precisamente la definición que daba del poeta: un hombre bueno, necesariamente. Pero José es muchas cosas más: comprometido —como lo demuestra su implicación en el proyecto cordobés ‘Poetas por el clima’—, crítico literario, activista cultural… Y todo ello se cataliza y condensa en un libro, ‘Tocar la arcilla al fondo’ (Siltolá, 2021) que es, como él, también bueno.
Javier Gilabert: ¿Por qué este libro y por qué ahora?
José García Obrero: Los libros, y especialmente los de poesía, tienen su propia manera de medir el tiempo, que suele ser ajena, incluso contraria, a la del autor. No sabría decir por qué aparece ahora, solo que he estado más de dos años tratando de publicarlo hasta que, finalmente, La Isla de Siltolá ha apostado por él. Superada la impaciencia, creo que se publica en el momento idóneo para que Tocar arcilla al fondo interpele al lector y dialogue con él.
¿Cómo y cuándo surge la idea del libro?
Los primeros poemas, que se corresponden con el grueso de una de las partes, comencé a escribirlos en 2016. Me propuse seguir una máxima procedente del budismo que dice, aproximadamente, que si realizamos una práctica de manera continuada durante cuarenta días, adquirimos el hábito. Mi idea en aquel momento era, aunque ahora tenga otros matices que todos conocemos, tocar la cuarentena desde todas las influencias y todos los enfoques culturales posibles: el cristiano, el budista, el histórico, el científico, situando la mirada también en la cuarentena de mis años con sus implicaciones vitales. Finalmente, esta idea ha permanecido como hueso a partir del cual, a lo largo de muchas cuarentenas, se han ido superponiendo otras capas hasta dar lugar al cuerpo definitivo de Tocar arcilla al fondo.

¿Qué pistas o claves te gustaría dar a l@s posibles lector@s?
Se trata de un itinerario existencial, como bien ha señalado Santos Domínguez, un recorrido por las cuestiones que envuelven el trayecto vital de todo ser humano, pasadas, lógicamente, por el tamiz de las experiencias, dudas y pensamientos de quien escribe. Me gusta imaginar a la persona que lea el libro recorriendo los distintos paisajes que lo conforman entre conversaciones. El camino es árido o boscoso; sobrecoge o aburre; es plano o misterioso; pero la conversación se mantiene siempre franca y abierta de par en par, porque se dirige a la esencia.
¿Qué efecto esperas que tenga el libro en ell@s?
No sabría decir. Espero sobre todo que no les deje indiferentes, que conecten con algún poema o verso y lo completen.
¿En qué medida veremos en él —o no— al José García Obrero de tus anteriores obras?
Es difícil escapar de las obsesiones. En ese sentido, hay claros elementos de continuidad con Un dios enfrente o La piel es periferia, por ejemplo el tono a la hora de hablar de la naturaleza, el desarraigo, el deseo o la identidad. Por supuesto, procurando situarse en otro lugar para iluminar nuevos estratos, de lo contrario estaría centrifugando poemas y no escribiéndolos. En este sentido, he procurado depurar el lenguaje como nunca para que penetre hasta la raíz de cada concepto, evitando que nada accesorio pueda desviar de la cuestión que se disecciona.
Te pongo en un aprieto: si tuvieras que quedarte solo con tres poemas de Tocar arcilla al fondo, ¿cuáles serían?
Es terriblemente difícil responder, pero me voy a mojar: ‘Agosto’, ‘El arca’ y ‘Plaza’. Creo que con ellos se adquiere un mapa a escala de Tocar arcilla al fondo, las llaves maestras.
Por último, como lector, ¿a quién te gustaría que invitásemos a pasar por ‘la prensa’?
Son muchos los nombres que te propondría, pero por cercanía poética, a Juan María Prieto, un autor comprometido y que arriesga, como demuestra en La fundación.
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