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Igor Rodríguez-Iglesias: «Nosotros no tenemos una porra en la mano, tenemos un bolígrafo»

Igor Rodríguez Iglesias

Igor Rodríguez-Iglesias: «Luchar contra la opresión de clase cuando vives privilegio sexual y racial y negar como válidas las otras luchas te convierte en un nuevo opresor, incluso de clase.»

por Jesús Carlos Avecilla

Igor Rodriguez-Iglesias (Huelva, 1980) es doctor en Lingüística y Lengua Española (cum laude y mención internacional) por las universidades de Huelva, Córdoba, Jaén y Extremadura. Es licenciado en Lingüística por la Universidad de Cádiz, licenciado en Humanidades por la Universidad de Huelva y Máster Universitario en Ciencia del Lenguaje y Lingüística Hispánica, especialidad en Lingüística Hispánica por la UNED.

Actualmente es profesor del Área de Lingüística de la Universidad Autónoma de Madrid y coordinador de la Comisión de Discurso y Justicia Social de EDISO.

Igor Rodríguez-Iglesias fue condecorado el año pasado con el primer premio Tesis Doctoral de Andalucía por su estudio sobre el andaluz desde la sociolingüística crítica y la perspectiva decolonial. Rodríguez-Iglesias pone cabeza y corazón para dar herramientas de disidencia lingüística desde el sur

En anteriores entrevistas, ha mencionado la necesidad de crear el Observatorio Del Discurso

Sí, existen ya observatorios del discurso dedicados a la observación y estudio de los discursos racistas, patriarcales y de discriminación lingüística, entre otros. Yo mismo pertenezco a la Comisión de Discurso y Justicia Social de EDISO (Estudios de Discurso y Sociedad) de la que depende su Observatorio del Discurso. 

Lo que propuse fue la creación, por parte de la Junta de Andalucía, de este observatorio precisamente en esas líneas apuntadas: estudiar los discursos contra el andaluz y lo andaluz, contra el pueblo gitano, contra otros pueblos del mundo subalternizados, como los pueblos africanos. Ese observatorio debería también estudiar los discursos machistas, homófobos, transfóbicos y demás.

Esa propuesta la realicé en el contexto de mi discurso de recogida del premio Tesis Doctoral de Andalucía, aprovechando que estaban allí el viceconsejero de la Presidencia y el director del citado centro. Se me había premiado una tesis que estudiaba estas cuestiones, especialmente las referidas al racismo lingüístico contra Andalucía, y en qué mejor marco que en la Casa de Blas Infante. 

Era mi obligación decirlo, aunque soy consciente de que no harán nada. Una pena, porque es una necesidad, ya que sería una voz institucional no política, integrada por voces de reconocida trayectoria al interior de este tipo de estudios: sociolingüística crítica, sociología del lenguaje, psicología social…

¿En que consistiría? ¿Cómo se implementaría? ¿Quienes formarían parte del mismo?

Un observatorio debe estudiar todos los discursos posibles: medios de comunicación, paisaje lingüístico, prácticas cotidianas o interacciones en contexto institucional. Hay diversas técnicas de investigación como el propio análisis del discurso de corte más clásico o los estudios críticos del discurso.

Por ejemplo, para el estudio de la lengua en géneros periodísticos, la Universidad de Málaga cuenta con un repositorio (Lengua y Prensa) que cuenta con unas 23.000 noticias sobre ideología en torno a las lenguas desde 2008 y que se actualiza a diario.

Para las prácticas cotidianas, se hace investigación cualitativa y cualitativa en nuestras universidades desde el punto de vista de la desvalorización lingüística y la descapitalización de las y los hablantes, así como desde el punto de vista de la violencia de género, el racismo y las desigualdades sociales y económicas. De lo que se trata es de integrar a un grupo diverso y heterogéneo, transdisciplinar, de personas comprometidas con la justicia social en Andalucía.

Al haberse creado recientemente un comité contra la desinformación se ha comparado con el orwelliano «Ministerio de la Verdad»

¿Qué hacemos si existen fake news? No estamos hablando de bulos sobre si la cerveza en tal o cual bar está a 50 céntimos, y resulta que es mentira. Estamos hablando de discursos fascistas, patriarcales, homófobos y transfóbicos, racistas… Son discursos que contravienen el mismo ordenamiento jurídico. Son discursos contrarios a la Carta de los Derechos Humanos, a la Constitución Europea y a la Constitución Española, al propio Estatuto de Autonomía de Andalucía, a los estatutos de las Universidades… 

Veamos qué dice la Constitución española, que tanto se nombra en abstracto, con tantos golpes en el pecho: «Los españoles son iguales ante la ley, sin que pueda prevalecer discriminación alguna por razón de nacimiento, raza, sexo, religión, opinión o cualquier otra condición o circunstancia personal o social«.

Algo así dice también la Carta de los Derechos Humanos. Veamos qué dice el Estatuto de Autonomía de Andalucía: habla de igualdad y justicia social.

Veamos qué dicen los estatutos de nuestras universidades públicas andaluzas: «La Universidad de Málaga inspira todo su funcionamiento y actividades en los principios de igualdad, libertad, justicia, solidaridad, participación y pluralismo» y así todas. 

Fíjese en esto: ¿de qué triunfo del estado de derecho se habla cuando estas cosas suenan a subversión en boca de un profesor en el aula o de un periodista si defiende estos ideales, o de cualquier persona, y discursos fascistas, racistas y patriarcales en nombre de los cuales se ha asesinado, tanto individualmente como en masa, se tienen como lo normal, como el sentido común, como la razón frente a la ideología?

Porque si toda nuestra existencia es ideológica, la cuestión está en qué tipo de ideología conduce y ha de conducir nuestra existencia individual y común, es decir, social: ¿una ideología de la desigualdad, dominación y opresión o una ideología de la igualdad y justicia social? 

¿Qué le diría a aquellos que podrían calificar su propuesta como «policía del pensamiento»? 

Nosotros no tenemos una porra en la mano, tenemos un bolígrafo. Es importante contar lo que pasa, no con objeto de la contemplación del paisaje, sino con objeto de dar respuesta a preguntas que nos hacemos a partir de situaciones de desigualdad para la que aún no tenemos respuestas.

Respondo esto con relación a la porra, porque cuando usted me dice esto de policía del pensamiento, en referencia a que alguien de Vox, PP o Ciudadanos pueda decir eso -como lo dicen-, a lo que se apunta es a una policía no democrática, una policía en contra de los intereses del pueblo o de los pueblos que conforman el Estado, una policía de vigilancia de los discursos.

Eso es pervertir malintencionadamente la idea de un observatorio del discurso, porque estos observatorios están jurídicamente fundamentados en textos jurídicos esenciales. Hay que fijarse que estamos hablando de un observatorio de un organismo público. 

El tipo de lucha es muy diferente cuando estás en una montaña en situación de guerra contra una tiranía que cuando estás ya en un marco jurídico institucional, donde hay textos básicos y privilegios explícitos para las personas implicadas, aún viviendo opresión.

Esto que estamos planteando es un tipo de acción que sirve para luchar contra las opresiones en lo que Fanon llamó la zona del Ser. Dígame, entonces, qué hacemos: que quienes contravienen deliberadamente algo tan básico desde el punto de vista jurídico, antropológico, sociológico o lingüístico, como que todas las personas somos iguales al igual que las lenguas y las culturas en nombre de una supuesta libertad de expresión pongan a circular discursos que contribuyen a opresiones que se explicitan desde la exclusión de las personas, su autoestima, el cuestionamiento y desvalorización de sus capitales simbólicos (culturales, lingüísticos, interaccionales) hasta llegar a la violencia patriarcal en todas sus manifestaciones.

Los discursos sustentan las ideologías en general, incluyendo las de desigualdad, y circulan contribuyendo, en el caso de estos últimos, a la injusticia social. Aquí es pertinente una frase de Martin Luther King: «La cuestión no es si vamos a ser extremistas, sino si vamos a ser extremistas del odio o del amor«

Sin embargo, se pone el foco en una iniciativa coordinada desde una escala europea y no en la función que ejercen otras instituciones como la RAE o la Fundeu BBVA 

Porque la RAE o la Fundéu no se encargan de estos asuntos y cuando lo hacen, es desde puntos de vista políticamente conservadores y científicamente obsoletos, propios del siglo XIX o de la primera mitad del XX.

Estas instituciones, y las personas que las defienden, ponen el énfasis en cuestiones superfluas, y además, clasistas, racistas y patriarcales.

Muchas personas han normalizado desde la escuela que la RAE o instituciones similares son garantes de la lengua, pero no, son garantes de la hegemonía de una clase social dominante.

Esa atención exacerbada en la materialidad fónica o grafemática, en lo escrito, y siempre con la vara de medir de lo correcto y lo incorrecto, de lo bueno y lo malo, de lo legítimo y lo ilegítimo, en lugar de qué contenido hay en esa materialidad y cómo se contribuye a la estructuración social de este u otro modo, es en sí, una contribución indolente a la desigualdad.

Como dice Boaventura de Sousa Santos, vivimos en un fascismo societal. Estas son formas fascistas de ese sistema social de ideología vertical. 

Igor Rodríguez-Iglesias en el aula de la UAM

¿Qué diferencias habría entre estas instituciones y una iniciativa como la que plantea? 

Pues todas las diferencias. Si usted quiere consultar cómo se escribe una palabra, pues allá le ofrecen ese servicio. No le negamos, pues, su utilidad. Si usted tiene una duda sobre el uso mejor valorado en un determinado campo simbólico y que a usted lo capitalizará, allí podrán orientarle.

Ahora, yo no confiaría mucho en ciertos planteamientos cuando de género o de clase se trata. Fundéu lo disimula más, pero la RAE suele ser muy explícita.

Fíjese que la RAE dice actualmente lo siguiente: «Se consideran, pues, plenamente legítimos los diferentes usos de las regiones lingüísticas, con la única condición de que estén generalizados entre los hablantes cultos de su área«

Que sí, que pulpo como animal que compañía, pero mientras el dueño del pulpo sean eso que llaman los hablantes cultos, ¿quiénes son los hablantes cultos? Es un eufemismo de dominante y privilegiado. Porque culto, si es cultivado en un campo, lo será siempre en ese, pero no en otro.

Así que el culto es inculto a la vez y en más campos de los que se es culto. Puedes estar cultivado en literatura griega arcaíca, clásica y helenística, pero no tener ni puñetera idea del saber gastronómico, de cómo cultivar papas o cómo arreglar el motor del coche. Y viceversa.

Al igual que no existe la inteligencia, sino las inteligencias, y todo el mundo tiene aptitudes, -nos diferenciamos en el disímil acceso a las oportunidades, es decir, las condiciones sociales son desiguales-, por lo que habrá que ver en qué campo está cultivado, en qué campo eres competente para poder erigirte como el culto frente al resto de la sociedad. Si el Observatorio del Discurso molestaría es sintomático de qué tipo de sociedad eres, o mejor dicho, somos. Los dominantes imponen sus prácticas y capitales como los legítimos, la RAE es parte fundamental para el mantenimiento de estos intereses particulares. La diferencia entre un observatorio del discurso y estas instituciones es clara. 

Ya trataste el caso sobre la ministra María Jesús Montero y los calificativos que un integrante de la RAE le dedicó, ¿te parece sintomático de este organismo o mas propio de ese miembro en concreto? 

Lo que hice en una tribuna fue reflexionar sobre unas palabras de Arturo Pérez Reverte sobre la supuesta vulgaridad de la ministra y portavoz del Gobierno. Ella habla igual que el consejero de Salud de la Junta, pero con más tablas parlamentarias. Con igual me refiero a lo fonético. Para hombres como Jesús Aguirre, no hay críticas.

El otro día el presidente de la Junta de Andalucía ceceó, cosa que es normal porque es malagueño. Tan normal como que Montero o Aguirre seseen, porque ella es sevillana y él es cordobés. A mí no me gustan estos términos de ceceo y seseo, porque son conceptuaciones del siglo XVI a partir de una ideología castellanocéntrica y de la escritura, lo que un lingüista inglés llamado James Milroy llamó ideología de la estandarización, aunque lo uso aquí para entendernos.

Antes que a Montero, le dieron en los mismos términos a otras políticas andaluzas, como Teresa Jiménez, Magdalena Álvarez y, en menor medida Celia Villalobos, las tres malagueñas.

También han ridiculizado a Susana Díaz o Teresa Rodríguez, y mira que hay hombres andaluces hablando… La cuestión de género aquí está clara. 

Intereseccionan estos dos marcadores: andaluzas y mujeres. Y si me apuras, de izquierdas. La cuestión es que para alguien de posiciones políticas como las de Vox, Ciudadanos o PP éstas son rojas radicales, al menos, por lo que dicen públicamente esas personas de derechas. Entonces, este es un marcador que también sirve para cuestionarlas, amén de tantos otros como podamos identificar. 

¿Lo que hizo Pérez Reverte es algo suyo y no sintómatico de la RAE?

No, es sintomático tanto de él, como de la RAE, como del resto de la sociedad. Es una machirulada como un castillo. Es clasismo. Es racismo lingüístico. Como estamos ante lo explícito, el análisis debe contemplar esto. Se meten con ella no solo porque es mujer, porque mujer también es Olona o es Arrimadas. Se meten con ella porque es andaluza, pero andaluzas también las hay en el PP, por ejemplo. El marcador político es fuerte en este tipo de discursos provenientes de la derecha. Debemos contemplar los tres a la vez.

Concretando y contestando a la pregunta como tal: es sintomático de un sistema patriarcal, de una ideología antiandaluza o andalufóbica y de eso que llamamos facha, es decir, fascismo, normalizado y reproducido. 

Se ha propuesto redactar con lenguaje inclusivo ciertos textos jurídicos como la Constitución Española de 1978, ¿le parece eficaz, qué efectos tendría?

Se le propuso al lobo la problematización del cuidado de las ovejas a cargo del lobo. ¿Resultado? La RAE dice, la RAE dijo, la RAE manda. Papau, que se dice en Isla Cristina como expresión equivalente a otra expresión isleña: «A mí tú«.

No preguntaron a las autoras de las guías de inclusión de las universidades o a los equipos directivos y docentes de los másteres y doctorados de género e igualdad, ni tampoco a los grupos de investigación de esta materia. Preguntaron a un grupo de carcas que hablan con desprecio del conjunto de hablantes.

Si esto fuera una familia, el ojito derecho serían eso que la RAE llama «los cultos». El resto, desheredados y desheredadas, en la delincuencia lingüística, en la subversión léxica, en el pecado fonético, en la condenable fraseología inculta.

Se me antoja decir que son como Johny Bravo, mirándose al espejo y llamándose guapo. Y como te lo cuentan los libros de texto, te lo crees, porque te educan en creer eso, lo normalizas. Si normalizas otras prácticas, pues las objetivas como normales.

Por eso, lo institucional tiene un efecto legitimador de primer orden. Si reescribes la Constitución con lenguaje igualitario, inclusivo o como le quieras llamar, legitimas éstas prácticas discursivas. 

Es un paso importante. Sólo atenta contra el patriarcado, no quiere decir que con eso ya resuelves todos los problemas. 

Es una mesa con muchas patas, pero el micromachismo discursivo o lingüístico es una pata más, así que es un grano de arena de esta montaña que se desprende cada día sobre millones de personas y sobre la sociedad en su conjunto.

¿Atenta contra la economía del lenguaje?

No, la economía del lenguaje nada tiene que ver con decir menos cosas en menos tiempo. Porque si eso es lo importante, lo que estamos diciendo que los discursos parcos o el silencio es mejor la palabra.

Como normalmente se cuela con relación a este asunto este término, economía del lenguaje, debemos decirlo una vez más: este término anda tiene que ver hablar mucho o poco, con repetir esto o lo otro, porque se puede repetir con intención estilística algo y provocar efectos diversos, entre otros, relacionados con el significar. 

En realidad, con economía del lenguaje apunta Martinet a que con unas pocas unidades de la segunda articulación puedes conformar indeterminadas unidades de la primera. Es una cuestión técnica, pero, en cualquier caso, concerniente a lo abstracto, sistemático y estático, al sistema de la lengua y no a lo comunicativo, dinámico y concreto, como los sonidos.

Porque si nos ponemos así y fuera antieconómico decir niños y niñas, también debería serlo decir nada cuando puedo decir na, o decir todo cuando puedo decir to, o decir cansada cuando puedo decir cansá. Nada tiene que ver la economía del lenguaje con esto.

Sin embargo, sí sería muy conveniente explicar socialmente que todo y to, nada y na y cansada y cansá no están en oposición funcional, no hay oposición lingüísticamente pertinente y, por lo tanto, son la misma palabra, diferentes variantes lingüísticamente iguales. Su oposición pertinente de serlo sería estrictamente sociológica y entonces habrá que ver, entonces, el clasismo presente en las legitimaciones escolares, académicas y políticas de las variedades lingüísticas, las articulaciones, las palabras, lo morfológico y demás.

Todo el mundo ha normalizado que cuando se habla en masculino se refieren a nosotros y a ellas. Ellas han normalizado ese nosotros. Cuando se habla en femenino se refieren a ellas y a nosotros, no habrá esa ambigüedad a la que siempre se alude para referir a un supuesto lío si el hablante o la hablante no sabe si es con referencia a la totalidad o una parte de la misma.

Fijémonos que cinismo: esto mismo sucede con ese nosotros. Ejemplo: Nosotros vamos a la playa. ¿Usted y yo? ¿Todo el mundo? ¿Usted no, pero personas a las que aludo y yo mismo, sí? ¿Mi familia? ¿Mis amigos? 

Hasta en las ambigüedades hay grados de legitimidad: la ambigüedad ilegítima frente a la ambigüedad legítima. 

En su tesis doctoral habla de la andalufobia, ¿cómo entronca esto desde una óptica feminista y decolonial? ¿Considera prioritario acabar con estas desigualdades antes que las diferencias de clase, de carácter más material?

En la tesis con la que me doctoré no usé la palabra «andalufobia». Es una palabra con eficacia para la acción, se usa mucho y tiene un gran efecto. Me parece adecuada su uso, porque políticamente hay que tener herramientas claras y sencillas, aún de profunda complejidad conceptual.

Andalufobia no tiene una definición científica específica. No porque no lo haya dicho un científico, un lingüista. Esto no tiene nada que ver. Podría haberla problematizado hasta tal punto que, al hacerlo, ya la vamos dotando así de contenido al interior de ese campo. Pero no se trataba de esto.

La analogía que presenta con otras palabras acabadas en –fobia me hacían dudar de la viabilidad científica, al interior de los problemas analizados en mi tesis doctoral. Porque en mi tesis yo no estaba analizando en sí cuestiones explícitas. Por ejemplo, que si Pérez-Reverte o tal diputada del PP dijo esto o lo otro. Yo estaba estudiando lo que allí llamé la lógica de inferiorización del andaluz para comprender cómo es la ideología lingüística, social, cultural y ontológica que fundamenta la desvalorización del andaluz y la descapitalización de las personas andaluzas. 

¿Que a ésto lo podemos llamar andalufobia? Sí, otro compañero lo ha llamado discurso del odio a lo andaluz.

La palabra odio puede hacer no ver lo implícito, lo normalizado, lo que opera casi de manera invisible en las prácticas cotidianas discursivas y no discursivas. No sé si se puede establecer un paralelismo entre andalufobia y homofobia. No sé si es lo mismo decir que las prácticas cotidianas incorporan como normalización la homofobia y decir esto mismo pero con la andalufobia, porque son dos cosas de diferente naturaleza, aunque sean opresiones. Una es sistémica y la otra es un marcador racista contra Andalucía.

El racismo es sistémico, sí, pero el análisis es más complejo y hay que observar los efectos respecto de los otros privilegios que se ostenten. No se trata de establecer una jerarquía u olimpiada de opresiones, sino de observar la naturaleza disímil y cómo se imbrican entre sí, generando multiplicidades de opresiones que complejizan el análisis. Por eso tengo dudas en lo científico con andalufobia, aun reconociendo su operatividad política, cosa que es muy necesaria.

Creo que en parte, a lo largo de esta y otras preguntas he contestado a esa cuestión lo patriarcal y la necesidad de los feminismos, como giro liberador. Plantear qué es lo prioritario nos lleva jerarquizar o a priorizar soluciones y eso ha sido y es un error, en mi opinión. Hay muchas personas trabajando estos temas de modo imbricado: género, clase y lo racial, parafraseando el libro de Angela Davis.

Luchar contra la opresión de clase cuando vives privilegio sexual y racial y negar como válidas las otras luchas te convierte en un nuevo opresor, incluso de clase. Hay un concepto vital del marxismo, la diferencia entre infraestructura y la superestructura: Resolviendo los problemas de clase o económicos no vas a resolver los problemas raciales y de género. Si piensas eso, es que eres un privilegiado que, o no vive opresión en estos sentidos o no la ha problematizado. 

Puedes ser muy de izquierdas en lo económico, pero un racista enorme porque solo quieres avances para un puñado de seres humanos, a base de la explotación del resto de la humanidad, invisibilizada para ese supuesto izquierdista por aliarse con el fascismo para pisar con su bota cuasimilitar los análisis del marxismo negro y feminista y de otros feminismos no marxistas, pero en cuyos planteamientos también está la igualdad y la justicia social para toda la humanidad, no sólo para unos pocos individuos.

Puedes ser muy de izquierdas en lo económico, pero un machirulo enorme porque sólo quieres avances para un puñado de seres humanos, de hombres, y no todos los hombres. 

La lucha debe decolonizarse para decolonizar, debe despatriarcarlizarse para despatriarcalizar y debe luchar contra las opresiones de clase para aspirar a otro orden social, no para conseguir ser burgueses explotadores y destructores del planeta. He aquí lo verde también.

¿Qué responsabilidad tendrían las escuelas y universidades de este país, la educación en general, en esto que tratamos? ¿Y el periodismo? 

Tienen total responsabilidad. Las universidades son productoras y reproductoras de conocimiento. Las escuelas, reproductoras. El periodismo también.

En las universidades producimos un tipo de saber legitimado que se reproduce. Es un saber que está atravesado o fundamentado de trayectorias interdisciplinares, las de cada disciplina, e individuales, la formación de cada individuo constituido como académico o académica que se formula unas preguntas de investigación y no otras. 

Esos conocimientos tienen un lugar de enunciación simbólico, los conocimientos no son algo aséptico, siempre hay limitaciones. Se ha pensado en los dos últimos siglos la ciencia eurocéntrica como fin de la historia, a partir de una filosofía política y social específica a partir de una doble visión de la humanidad: Por un lado, el hombre blanco inteligente y el resto de la humanidad, no inteligente, y, de otro lado, la constitución de la idea de qué es lo científico y qué es la superchería, la brujería y el oscurantismo. 

Las personas que habitamos la zona privilegiada de la humanidad de este tiempo histórico, nacidas a mitad y finales del siglo XX, hemos normalizado los conceptos como acabados. Paradójicamente, la escolarización universal es un problema en esto. Entiéndase bien lo que digo, porque yo no estoy diciendo que solo unos pocos vayan a la escuela, estoy diciendo que esa escuela a la que hemos ido todos y todas y a la que mandamos a nuestros hijos e hijas es una escuela burguesa o clasista, racista y patriarcal. Los conceptos que la constituyen están atravesados de lógicas de otro tiempo y son heredados en la escuela, que enseña como acabados de una vez para siempre conceptos que siempre hay que problematizar y esto no se hace. Así que se fetichiza. 

Observemos esto: ¿de qué modo pudo acabar el Estado francés con las revoluciones obreras? Escolarizando universalmente en su escuela burguesa, racista y patriarcal a los hijos de la clase trabajadora. Ideologizaste ahí a los obreros luchadores en potencia y los convertiste en burguesitos. Nace un nuevo orden, pero conocido ya en el sistema esclavista de la Modernidad, en las plantaciones. 

Malcolm X nos habla del negro de campo y del negro de la casa (House negro vs Field negro)

La guinda a este pastel, como perfección del sistema opresivo la tienes en la universalización del acceso a la Universidad: ahora tienes a negros de la casa, con el carné de sheriff -el título universitario- ejerciendo de policías lingüísticos, sociales, etc. El problema no es que hayamos ido a la universidad, el problema es no descolonizarla, no desoccidentalizarla, no despatriarcalizarla, no desburguesarla… 

Estamos ciegamente reproduciendo los conceptos constituidos a base del desprecio y la explotación de nuestras abuelas y abuelos y de todos los abuelos y abuelas del resto de la humanidad que vivieron y viven opresión.

Hemos heredado veneno y debemos curarnos. Esto requiere más voluntad y acción que valentía, porque al fin y cabo lo haremos incluso desde el privilegio. Nadie aquí en este lugar vendrá a pegarte un tiro por hacer todo esto. Así que mi pregunta es: ¿se puede llamar alguien revolucionario y seguir manejándose y reproduciendo las herramientas del amo, la teoría de la acción del opresor, que la tiene para oprimir? Acabo de citar a Audre Lorde y Paulo Freire, pero si me permites, terminaré advirtiendo de la necesidad de lo que Óscar Varsavsky llamó «ciencia guerrillera» frente a, parafraseándolo, la ciencia dinosauria.

Esta última es la que sustenta la hegemonía en términos gramsciano, haciendo pasar el interés particular de grupo por interés general a partir del control de los medios de producción y circulación de los discursos.

El periodismo no es el periodismo. Se puede hacer un periodismo guerrilllero, crítico, en favor del y la oprimida. Y hay acciones que reconocemos en este sentido. Pero el periodismo de los medios del capital es hegemónico en el sentido que señalo, reproduce los conceptos sociopolíticos de lo académico que mejor convienen a los intereses de grupo que defienden. 

No olvidemos, además, la audiencia que lo consume, porque las víctimas contribuyen a su opresión a partir de las estructuras de dominación, como podemos ver en análisis desde Simone de Beauvoir hasta Bourdieu. Esto explicaría, al menos de modo parcial, el éxito de la circulación y reproducción de discursos como los promovidos por delincuentes condenados por mentir, como ciertos dueños de páginas webs, invitados en tertulias televisivas, sin que la mayoría de la población se despeine. Esa tolerancia al fascismo es fascismo en sí. Se constituye socialmente. He aquí nuestro sistema social actual, así que descolonizar los conocimientos (que aquí incluye también la lucha de género y clase) es una necesidad.

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