Prensado en frío

María González: «Lo interesante no es solo el libro, sino la experiencia de lectura que cada persona hace de cada texto»

Detalle de la portada de 'El hambre', de María González
Detalle de la portada de 'El hambre', de María González

María González: «Lo interesante no es solo el libro, sino la experiencia de lectura que cada persona hace de cada texto»

Javier Gilabert: ¿Por qué este libro y por qué ahora?

María González: Es curioso. Escribí ‘El hambre’ por una necesidad propia y atemporal. Una pérdida de ilusión en el discurso futuro, y una necesidad de expresión de una dolencia propia. Pero el libro se encontró saliendo al mundo al mismo tiempo que una pandemia, y sin haber previsto que parte del lenguaje que usaba en él contenía paralelismos con el lenguaje que ahora inunda las noticias. Infectar, contagiarse, la lucha fratricida con el cuerpo como campo de batalla. Parece que fuera profético en cierto sentido. Pero no, ni mis editores ni yo podíamos haber visto venir una situación como la que estamos viviendo. 

Portada de ‘El hambre’, de María González

¿Cómo y cuándo surge la idea del libro?

María González: El libro surge por dos disparadores concretos. El primero, al que hace referencia el poema inaugural, el ataque terrorista que el 19 de diciembre de 2016 se efectúa en una galería de arte de Ankara, siendo un diplomático disparado al inaugurar una exposición. Es decir, el espacio escénico, o el entorno seguro, deja de ser seguro justo un día antes de que cumpla 30 años, siendo el 30 un poco la cifra en la que ya no tenemos excusa para perder el tiempo. Por otra parte, durante esos meses, tomo aun más conciencia de mi trastorno alimenticio, y localizo muy poca bibliografía de creación en torno al mismo. Al ver que no encontraba apenas libros sobre el tema, me puse a escribir desde mí misma tratando de ser lo suficientemente neutra en la propuesta como para que no solo quien padece trastorno de conducta alimentaria se pudiera sentir identificado. En el libro no solo hay alimento, también hay cuerpo, hay deseo o familia.  

¿Qué pistas o claves te gustaría dar a lxs posibles lectorxs?

Trato siempre de dar pocas pistas porque me gusta enfrentarme a los libros con pocas expectativas. Quizás es importante saber que hablo de la comida y de los atracones en muchas ocasiones, pero no por ello el poema se circunscribe a esta situación. Hay un poema que se llama Epidemia, al que precisamente la situación que estamos viviendo, suma niveles de lectura. Lo peculiar es cómo le llega a cada lector. Tengo amigos que han percibido como temas primordiales algunos que para mí eran secundarios, y a la inversa. Lo interesante no es solo el libro, sino la experiencia de lectura que cada persona hace de cada texto. El contexto, la situación de la que parte, esa propia subjetividad. 

¿En qué medida veremos en él a la María González de tus anteriores libros?

Hay un desarrollo del lenguaje que comienza en mis primeros poemas, unos códigos, un léxico que sigue siendo común. El cuerpo, la relación con el mismo, los arquetipos familiares, el subtexto cultural o la intertextualidad. La mano que escribe es la misma, pero yo ya no soy la misma persona. Quizás en el libro anterior era más comedida en las partes oscuras, a pesar del tinte de melancolía y muerte que impregnaba el libro, aquí he conseguido ser más contundente -un aspecto con el que particularmente siempre me he sentido identificada-, y sin tanta veladura. 

Te pongo en un aprieto: si tuvieras que quedarte solo con tres poemas de ‘El hambre’, ¿cuáles serían?

‘Los ojos de Dios’ es un poema largo compuesto a partir de la oralidad, en vez de a la inversa, que es como yo suelo trabajar. Sin embargo es uno de mis poemas favoritos del libro por la historia que encierra y por lo que me permite jugar al recitar. ‘El plástico y la sal’ describe un combate personificando el conflicto interior en un oponente externo cuyas armas no son físicas. Creo que es un poema que si se lo leyera a otra persona, me gustaría. Y, el cierre del libro, un poema largo en cuatro partes que dialoga con la obra de Pepe Espaliú. 

Como lectora, ¿a quién te gustaría que invitásemos a pasar por ‘la prensa’?

Me ha dejado muy impactada el último libro de Violeta Niebla, ‘Compro Oro’, así como el de Alberto Conejero, ‘En esta casa’, ambos de Letraversal. Pero también me ha sorprendido la última propuesta poética de Juan Antonio Bernier, ‘Breves erizos verdes’, editado en Cántico. 

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Javier Gilabert
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