Rubén Martín: «Si investigo y escribo sobre un determinado tema es porque me afecta, física y existencialmente»
Casualmente entre nuestras “olivas” andaba ‘Nihiloma’, el último libro de Rubén Martín. Casualmente, en la entrega anterior de esta sección, Raúl Quinto lo mencionaba entre sus sugerencias. Sea o no casualidad, lo cierto es que tenemos el placer de contar con nosotros hoy con la poesía y la brillante inteligencia de Rubén. Disfrútenlo.
Javier Gilabert: ¿Por qué este libro y por qué ahora?
Rubén Martín: El porqué de un libro es siempre algo complicado de rastrear a posteriori para mí. Cuando empecé a imaginar Nihiloma contaba solo con el título –por primera vez, no lo dejé para el final– y con una intuición musical: un único poema fragmentario que tuviera el ritmo entrecortado del drum and bass (aunque no soy un gran aficionado al género, algo así sonaba en mi imaginación) y que se enfrentara a una nube de ruido, un ruido creciente e invasivo. Traté de visualizar mentalmente el texto desplegándose con variaciones rítmicas, como si apareciera en la pantalla de un ordenador. Además de ese punto de partida, tenía una serie de notas de investigación y fragmentos de poemas fallidos con varios temas en común: la Red 4.0, la mente colmena, los virus (biológicos o informáticos), el contagio. Esta última temática por desgracia lo conecta a nuestra actualidad, aunque juro que no era mi intención. La palabra “virus” no volverá a significar lo mismo para nosotros, y esa mutación del significado repercute en el texto –el borrador principal fue anterior a 2020– de un modo que obviamente no podía haber imaginado. La pandemia ha añadido capas de sentido inesperadas a esta obra. Pero esa posibilidad de una lectura aberrante es muy coherente con la estética de Nihiloma. Este es su momento; no es un libro que aspire a una ilusión de eternidad, de trascendencia atemporal, sino a mantener un pulso con el presente. Es violentamente efímero, pertenece a un ahora escurridizo y trata de asumir el riesgo de dialogar con él.

¿Cómo y cuándo surge la idea del libro?
En verano de 2017 pasé por una crisis de insomnio, que fue una experiencia muy interesante a la que debo el impulso de este libro. Si has padecido alguna vez insomnio prolongado sabrás que se llegan a alcanzar percepciones muy singulares que rozan la alucinación. Es un estado alterado de conciencia que me concedió el tiempo y la postura mental que necesitaba para reflexionar sobre nuestro mundo interconectado, y preguntarme por qué la poesía suele ser poco permeable a mostrar ese mundo, a pensar ese mundo, pues cuando lo intenta tiende a transformarlo en un simple atrezo postmoderno. También me permitió vivir desde dentro una ruptura de la norma, un fallo en una de las interfaces que nos conectan a la realidad consensuada: la alternancia de sueño y vigilia. La idea del error que colapsa el sistema me vino de ahí. Por otra parte hay un fenómeno que experimenté aquellas noches: breves lapsos de sueño en los que ocurrían muchos sucesos oníricos en el margen “real” de unos pocos segundos. Anotaba con el móvil lo que era capaz de recordar de esas escenas soñadas, algunas de las cuales acabarían en el libro. Fueron semanas de una creatividad enfermiza y muy placentera. La idea de usar esa tipografía glitch también surgió en esos días; aunque me rondaba vagamente hacía tiempo, no lo vi claro hasta esos momentos. Sus despliegues y repliegues darían al texto un componente rítmico, además de generar una interacción entre el contenido y su puesta en página. La convergencia de estos factores hizo que el poema fuera surgiendo con una espontaneidad bastante inusual, como si yo solamente transcribiera, como confiesa una de las voces anónimas que pueblan Nihiloma.
¿Qué pistas o claves te gustaría dar a lxs posibles lectorxs?
Para que se hagan una idea, diría que este no es un poemario, en el sentido de un conjunto de poemas bajo una única enunciación, sino un único poema en forma de mosaico mutante de voces. En él encontrarán entre otras cosas un relato distópico, un ensayo sobre la interacción entre tecnología y psique en la era de los macrodatos, una epidemia de insomnio, un virus que parece ser capaz de deformar la identidad, cuatro transcripciones de sueños y una página que ha fallado. También un cuco, una polilla, un vídeo porno con cosplay de Maromi —la inquietante mascota de ‘Paranoia Agent’ de Satoshi Kon, una de las más visionarias encarnaciones de lo viral en el audiovisual contemporáneo—, 45 cerebros y un corazón encontrados en Burgos, las palabras “unsex me” pronunciadas por Lady Macbeth, una Caperucita postmodema y ruido, mucho ruido.
¿En qué medida veremos en él al Rubén Martín de tus anteriores libros?
Este es mi libro más directo, más visceral, a pesar de que hay un andamiaje intelectual evidente. No considero que se puedan separar ambas dimensiones del todo: si investigo y escribo sobre un determinado tema es porque me afecta, física y existencialmente. Hay algunos rasgos que ya aparecen en Radiografía del temblor, como la alternancia de verso y prosa y cierto carácter de narración elíptica, cuyos huecos necesitan que la imaginación del lector los complete. También puede relacionarse con Sistemas inestables en el tema de la ruptura de la percepción cotidiana a través del extrañamiento, la otredad, la conciencia alterada; asimismo comparte con él un intento de poetizar los mecanismos del biopoder (en el caso de Nihiloma, su faceta tecnológica y psicosocial), una reivindicación de la enfermedad, de la anormalidad. La mayor distancia respecto a estos dos libros quizás reside en que esta vez me he permitido ir más lejos formalmente. En ese sentido es mi trabajo más radical, donde me he sentido más libre e incluso un poco sádico con el lector. Y cuenta con un elemento inédito en mi producción hasta ahora, el sentido del humor. Un humor un tanto peculiar, cómo no.
Te pongo en un aprieto: si tuvieras que quedarte solo con tres poemas de ‘Nihiloma’, ¿cuáles serían?
El aprieto es doble ya que como digo considero Nihiloma como un único poema. Así que escogería tres momentos de su desarrollo: la invitación a mirar por un agujero, la explosión de ruido de la página 40 y las mutaciones de la polilla a lo largo del libro.
Como lector, de entre aquellxs que han publicado recientemente, ¿a quién te gustaría que invitásemos a pasar por ‘la prensa’?
Se me ocurre Juan Andrés García Román, que ha publicado recientemente una antología de su obra, y María González, para que nos hable de El hambre, poemario que tengo muchas ganas de leer.
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