Kevin Cuadrado: «La poesía no entiende de banderas»
Kevin Cuadrado (Quito, Ecuador, 1993) es narrador, poeta, editor y promotor cultural. Dirige el sello independiente Bichito Editores y ha editado las revistas Leo (Cámara Ecuatoriana del Libro), La novicia, revista de creación (Fundación Antonio Gala) y Bichito.
Ha publicado en poesía El degollamiento de las cebollas (Ed. La Castalia, Venezuela, 2020); en cuento: El tornillo perdido (Ganador de la Convocatoria a Publicaciones 2019-2020, Casa de la Cultura Ecuatoriana, Cuenca, 2020) y La tristeza del pájaro azul (Ganador del Premier Prix Narratif l’Alliance Française, Alianza Francesa y La Souris Qui Raconte, edición bilingüe español/francés, 2018) ; en relato Ouróboros: el reloj del viento (Ganador del Fomento para las Artes y la Cultura del Ministerio de Cultura y Patrimonio del Ecuador 2018), Historia de las ideas (V&V Editores, 2019); en ensayo ‘El devenir dios en la poesía de César Dávila Andrade’, en Distante presencia del olvido (Vallejo & Co y Casa de la Cultura Ecuatoriana, 2018).
Dirigió y produjo el disco Tarea poética: fonografías de César Dávila Andrade, (Universidad Politécnica Salesiana y El Fakir Ediciones, 2016). Sus textos han sido traducidos al portugués, al inglés y al francés y sus poemas han recibido distinciones como la primera mención de honor en el premio Ileana Espinel, Guayaquil, 2016-2017 o el segundo premio nacional de poesía del Instituto de Arte Moderno Libre ecuatoriano-argentino, 2014 y han aparecido en revistas como Zenda, Vallejo & Co., El Corán y el Termotanque, El Septentrión o DeLirio. Formó parte de la 18ª promoción de la Fundación Antonio Gala. Ha dirigido y escrito varios cortometrajes.
Javier Gilabert: Empecemos “a lo Burning”: De Quito a Granada pasando por Cuba, República Checa, Italia… ¿Qué hace un chico como tú en un lugar como este?
Kevin Cuadrado: Escribir y vivir, o viceversa.
Cuba ha sido una dislocación de mis sentidos, tanto vitales como escriturales, conocer las calles por las que anduvieron Virgilio Piñera, Dulce María Loinaz, Cintio Vitier, Lezama Lima, entrar en la casa de poetas contemporáneos y amigos como Jesús David Curbelo, Noel Ginoris, Claudette Betancourt donde la poesía corre por las calles, pero también el dolor, pero que permite juntar a amigos de todas las latitudes, en donde reafirmé mi búsqueda. Solo imagina esto: una noche frente al puerto de La Habana Vieja con poetas de Argentina, México, Chile, Puerto Rico, Colombia, República Dominicana, España, Panamá, Turquía, y otros lugares, compartiendo la música, la palabra y la comida. Eso es Cuba, y los amigos. Entonces, luego ya no quieres volver, mejor dicho, ya no sabes a dónde volver.
Por otra parte, Italia fue una búsqueda musical, un intento de encontrar la melodía que producen los lugares, una llamada a una expresión verdiana del instante. República Checa, en cambio, fue un intento de reconstrucción de los pasos de Kafka para entenderlo mejor, y entenderme en él, queriendo dialogar con su palabra entre sus calles y cafeterías. Y así… Cada viaje, cada lugar, cada persona. Hasta que llegué a Granada, donde me atrapó la escritura de una novela que sucede aquí, que tiene la personalidad de las personas granadinas, sus rincones y secretos, que luego de conocerlas no quieres olvidarlas. ¿Qué hago aquí? Atrapar a Granada en unas pocas palabras para llevármela hacia el siguiente lugar que deba ir.
Fernando Jaén: Nacido en Quito, Ecuador, eres narrador, poeta, editor y promotor cultural. Diriges el sello independiente Bichito Editores. Has hecho de tu pasión por escribir tu forma de vida. ¿Cuándo y cómo llegas a entender que tu oficio es la palabra? ¿Qué diferencias encuentras a la hora de editar un libro en Ecuador y en España?
Kevin Cuadrado: Al momento de cumplir once años, mi hermano menor murió. Entonces mi maestra de escuela se me acercó y me dijo «no estés triste’» luego añadió «para ser un buen escritor necesitas un momento trágico en tu vida, ahora lo tienes, no lo desperdicies», y se marchó, como si me hubiese dado la última lección, o la primera, que debía seguir en mi vida. En aquel tiempo escribía cartas, pequeños juegos de palabras que llamé poemas. Entonces empecé a escribir como una forma de encontrar esa forma de ser ‘un buen escritor’, un intento de saber qué escribía y por qué escribía. No lo he llegado a saber, ciertamente, pero desde entonces no he dejado de escribir. Sin embargo, he conseguido entender, en parte, las motivaciones internas que me llevan a hacerlo: pretendo encontrarme para habitar poéticamente este instante llamado vida, como una actitud vital, un oficio que devela lo más íntimo del ser humano y yo soy el sujeto de estudio de la poesía. ¿Pretencioso? No. Al contrario, sencillamente humano. Quiero entenderme a través de la palabra para comprender mi contexto y a los que me rodean, entender por qué aman y sufren los seres con los que habito y me habitan.
Es así que a los quince años edito una obra de teatro de un autor que admiro, y es mi primer encuentro con la literatura germen de otra persona y me fascinó. No tenía ni idea de cómo hacerlo ni por dónde debía empezar. Pero lo hice, debo decir que con gran emoción, pues tenía entre mis manos un libro que aún nadie había visto y pronto estaría en las librerías; mi trabajo gustó a las personas indicadas, por lo que empecé a trabajar regularmente como editor para diferentes editoriales y escritores independientes o universidades, hasta que un día me ofrecieron un puesto fijo en una editorial. Mi búsqueda continuaría allí y se prolongaría hasta hoy. Pues a raíz de esa exploración de la palabra del Otro, fundo Bichito Editores y soy quien me digo a mí mismo qué publicar y por qué publicarlo, comencé a cuestionar mi gusto, otra fase por encontrarme. Y así muchos amigos en el camino han pasado por Bichito dando su granito de arena, desde Yolanda Pantin hasta Rosa Berbel.
Y cuando me preguntas por las diferencias de editar en Ecuador o en España, te digo que no encuentro ninguna. La poesía no entiende de banderas. El idioma, el lugar de procedencia, la edad, son banderas, así como muchos otros factores. Y a la poesía le da igual y a mí también, pues si hay una voz que debe ser escuchada, por ende debe ser editada para que llegue al oído correcto, así sea solo uno, aquí o donde sea, con un sello editorial o con otro, habrá que hacerlo.
«Quiero entenderme a través de la palabra»
J.G.: En tus viajes habrás tenido la oportunidad de tomarle el pulso a distintas realidades literarias y poéticas. ¿Qué tiene de buena la de aquí y qué de mejorable, a tu entender?
Kevin Cuadrado: Cada lugar tiene su propia realidad poética y por lo tanto es distinguible una de otra. Hay lugares con tradiciones literarias muy marcadas, otros que no llevan brújula ni horizonte y crean a partir de un impulso vital, como si al no escribir la vida se les fuera en ello. Y eso es hermoso, la diferencia y la convergencia, porque no se distinguen entre escritores, sino entre búsquedas. ¿Qué tiene de buena? El apasionamiento con el que se hacen las cosas, el arraigamiento a los poetas clásicos de aquí sobre los de otros lugares, que es bueno en cuanto a la preservación de la memoria. ¿Qué de mejorable? Las banderas. Siento que existe una limitación al seguir creyendo que existen banderas dentro de la poesía, es decir limitaciones, tradiciones que se cree que no se pueden romper. A veces son cadenas que se van arrastrando por mucho tiempo. Y eso genera una creación lineal, pero los que rompen con todo, esos escritores que, como los llamaba Kerouac, son cohetes amarillos y arden y no se limitan por nada, que aperturan sus mentalidades hacia nuevas formas expresivas, son grandes y no dejan nunca de arder.
J.G.: Comentábamos con Andrés Neuman en una entre2vista anterior que desde España se tiende erróneamente a unificar la literatura latinoamericana como un fenómeno homogéneo. ¿Cuál es la percepción de la española que se tiene allí? ¿Es nuestra realidad tal y como esperabas que sería?
Kevin Cuadrado: La literatura que se hace en Latinoamérica para nada es homogénea, incluso es de difícil encasillamiento, pues un autor es tan disímil de otro, aunque pertenezcan a la misma generación. Y en España sucede que sí existen escuelas literarias y muy marcadas: los Novísimos, los de La otra sentimentalidad, los del Silencio, entre otras. Fue interesante encontrarme con rasgos escriturales distinguibles dentro de un mismo lugar que los enmarca, fue como tener una brújula literaria, al norte tales, al sur tales, y eso me confirmó la percepción que se tiene acerca de España en muchos lugares de Latinoamérica, pero también me ha permitido comprenderlos de mejor manera tanto a la escritura como al escritor.
«Cada lugar tiene su propia realidad poética»
F.J.: Alfaro Vive Carajo (AVC), fue un movimiento armado ecuatoriano que en los años ochenta se enfrentó al ejército durante el gobierno de León Febres Cordero. Uno de tus poemas, ‘La sonrisa de un hombre en un anuncio militar que convoca a la desaparición de todos los paisajes’, me ha recordado a esa época, donde las guerrillas de liberación se extendían por Latinoamérica con la pretensión de liberar al pueblo oprimido. No sé si el poema tiene relación con lo que digo, ni qué influencia crees que han dejado estos movimientos en la actualidad de tu país.
Kevin Cuadrado: Varias cosas puntuales para entender la respuesta que voy a dar. Primero, un exprofesor de literatura del colegio y mi amigo fue un exmiembro del AVC; segundo, el viejo luchador, Eloy Alfaro Delgado, padre de la Revolución Liberal, quien da nombre a este movimiento, es un lejano familiar paterno; tercero, mi abuela materna fue una presa política en la época de León Febres Cordero, a la que torturaron y supervivió y para quien escribí el libro El degollamiento de las cebollas, que saldrá a inicios de 2021; y, por último, Febres Cordero fue un hijo de puta.
El poema que mencionas no aboga por ningún caso en concreto; como puede ser, también puede no serlo. Sin embargo, hay una lucha interna de por medio, pues cada conflicto armado me afecta, aunque no esté yo en línea de combate. Entonces como si fuera un historiador quiero bastarme de la palabra, no para transcribir los hechos, sino para registrar, entender y comunicar la afectividad de los que luchan tanto de un lado como del otro.
En cuanto a la influencia en mi país, mi país secreto, mi país de lluvia, es mucha, de una historia larguísima, pues cada uno que haya nacido en aquel territorio lleva impresa la palabra de los que pasaron, de los que están e imaginan la palabra de los que vendrán. Es difícil olvidar o llevar como un mantra la palabra de los combatientes históricos, cito a Dolores Cacuango, una increíble mujer de mi cultura. Ella decía: «Esta es la vida, un día mil muriendo, mil naciendo, mil muriendo, mil renaciendo. Así es la vida». O «si muero, muero, pero uno siquiera ha de quedar para seguir, para continuar» y el emblema clave: «Somos como la paja de páramo que se arranca y vuelve a crecer… y de paja de páramo sembraremos el mundo».
Entonces, los movimientos no solo sociales, sino literarios, claro que están marcados por estas luchas, pero también por lo que deviene de ellas, por eso creo que me encuentro frente a una literatura de compromiso, no solo con el lugar ni con la ‘causa’, sino con la palabra misma, pues esta ha sido un hecho y no un documento, es una palabra viva, con sus propios recuerdos y sueños. Nosotros solo la transmitimos y vivimos por medio de ella.
F.J.: En tus poemas veo naturaleza, violencia, decepción y silencio. Pero la infancia surge, o a mí se me antoja así, como una respuesta de futuro. ¿Es la educación el arma que tenemos para transformar el futuro de las nuevas generaciones?
Kevin Cuadrado: En lo que escribo siempre habrá un árbol, un conflicto (no necesariamente armado), mucho silencio y no sé si decepción, pues no creo estar decepcionado. Y claro, un niño o una niña, pues este claramente es mi arquetipo de futuro. La infancia como el perpetuo hogar, la casa a la que volver, esa es mi clave para seguir disfrutando seriamente de la vida, como se debe vivir, pues la infancia es inocencia y olvido.
La educación lo es todo, no solo la formalista, sino la educación sobre uno mismo y del entorno, la autoeducación, ese momento en el que aprendemos a juzgarnos a nosotros mismos y a valorarnos sin la aprobación del Otro, pero a reconocernos en el Otro. La educación es la constante de la voluntad con la que nos enfrentamos a la vida. La educación como aprendizaje y no como un repetidor de información, pues es la única forma de comprender la vida y a nosotros en ella. El maestro es la guía del estudiante en la escuela, y por lo tanto hay que aprender a ser nuestros propios maestros en el camino. No concibo otra forma de aprender y caminar.
«La educación es la constante de la voluntad con la que nos enfrentamos a la vida»
J.G.: No pocos galardones adornan, a pesar de tu juventud, tu palmarés. Háblanos de los premios literarios.
Kevin Cuadrado: No sé qué pasa, pero me ha ido mejor en la literatura infantil, en cuanto a premios, incluso me han permitido subsistir sin necesidad de trabajar por mucho tiempo. Un libro tal gana algo y son seis meses más de renta -risas-. Y así ha sido durante mucho tiempo. Pero no es que lo haga por el dinero, no, solo aprovecho la oportunidad de hacer lo que amo para seguir escribiendo y vivir amando. Desde el otro lado del mar o de este, pues España también me ha dado ya ciertas cosas entre las que se cuentan la Fundación Antonio Gala o la ayuda Injuve. Y creo, seriamente, que los premios no son un catálogo de los que ocupan un lugar en la lista de los ‘mejores’, sino que son un cincuenta por ciento de suerte y el otro cincuenta, de talento. Aunque a veces te quedas con las cosas estampadas en la cara porque ha fallado uno de estos dos lados; por ejemplo, uno de mis últimos libros quedó de finalista del Loewe y ya ves, estoy disfrutando de mi última publicación infantil El tornillo perdido, un libro álbum que salió a la par del veredicto.
F.J.: Hablando de la Fundación Antonio Gala, su lema “Ponme como una señalita sobre tu corazón”, del Cantar de los Cantares, da una idea del carácter que pretende imprimir a los jóvenes creadores que acoge. ¿Cómo llegaste a esta Fundación? ¿En qué forma te ha influido tu paso por ella?
Kevin Cuadrado: Una tarde me llamaron para decir que me daban la beca en la Fundación, pues al jurado le había gustado mi propuesta de trabajo, una obra de teatro ambientada en Cuba, así que renuncié a mi trabajo como editor en Quito y vine a España. No lo pensé dos veces.
¿Cómo me ha influido? Es una respuesta de larga envergadura. No sabría responderte sin mentir un poco, sin ocultar mucho. Es algo único y diré que me ha hecho sentirme más agradecido con la condición de escritor, pues no todos tienen la oportunidad de sentarse a escribir sin la preocupación de qué comeré hoy y cómo conseguiré ese alimento, y si mientras lo hago me quedará tiempo para escribir; me ha hecho reflexionar sobre el impulso vital de la escritura, me dado un horizonte que, claro, guardo como una señalita sobre mi corazón, y, sobre todo, me ha permitido compartir lo que sé y aprender de lo que otros saben.
«En la apuesta editorial se debe ser fuerte para resistir y no tirar la toalla»
F.J.: Recientemente ha visto la luz La Novicia, revista de creación, una revista cultural interdisciplinar (guion, poesía, narrativa, dramaturgia, artes plásticas y visuales, música) que nace bajo el auspicio de la mencionada Fundación. ¿Cómo surge esta revista con este enfoque tan variado y amplio? ¿En qué consiste tu aportación a la misma? ¿A dónde os gustaría que llegara?
Kevin Cuadrado: Una expareja me dijo que siempre a donde voy creo una revista, pues no es la primera revista que fundo y que abandono, ya que creo fervientemente que si se halla al equipo adecuado ésta puede seguir viviendo en el tiempo. ¿Cómo surge? Como inquietud, por una necesidad de juntar voces que dialoguen entre las artes, para demostrar que ninguna expresión está alejada de otra, sino en una sinergia valiosa y comunicativa. ¿Mi aportación? Ideólogo, tal vez. Maquetación, divertimento de mis impulsos de ilustrador. ¿Adónde querría que llegase? Al punto en que llegó, al nacimiento y muerte de una idea. Una revista debe existir hasta que haya cumplido su función y el editor también.
J.G.: «Dos cucarachas forman el sello independiente Bichito Editores», se puede leer en la web de la editorial y revista. ¿Por qué ese símil entomológico –habiendo otros más, digamos, amables (risas)-? ¿Qué novedades aporta la incorporación de Juan Domingo Aguilar en esta segunda etapa?
Kevin Cuadrado: Bichito toma el nombre de un personaje homónimo de la novela Entre Marx y una mujer desnuda de Jorgenrique Adoum y es el que dice los más bellos diálogos dentro del texto, bueno, al borde del texto, porque sus palabras están encerradas en pequeñas cajas al filo de la página, como un paratexto que sirve de conciencia del propio escritor. Entonces, sí es amable, pero para quien ha leído esta novela, aunque también para los que no, porque es un bicho que te lleva a Kafka, a Maupassant, a Quiroga o a César Dávila. Además todos somos de alguna forma un bicho, sea de ciudad o de texto. Y nosotros, los editores, nos autoproclamamos cucarachas, porque son las más resistentes, y en la apuesta editorial se debe ser fuerte para resistir y no tirar la toalla.
¿Juan Domingo? Es un bicho querido que comparte la misma llama por la literatura y un gran aporte a este lado del mar. Entre los dos aglutinamos América y Europa en un intento por olvidar que un mar separa estos dos espacios de tierra y que existe un puente textual que une mucho más que lo que otras cosas separan.
J.G.: Me gustaría saber qué te interesa de la poesía actual, pero compliquemos la pregunta: Contéstala como lector, como editor y como escritor.
Kevin Cuadrado: Como lector me interesa la poesía que no habla de lo mismo de siempre, la que rehúye de la idea de poeta atormentado o tocado por un golpe divino, esa que también huye de los temas deformados y de moda, como la poesía feminista, pues tal cosa no existe, la poesía no tiene género, quien la escribe tal vez, y eso únicamente ha provocado separación y malos entendidos.
Como editor me interesa la poesía arriesgada tanto en apuesta formal como en temática. Aquella que no se limita al ‘qué dirán’ o al ‘qué pensará el lector’. Pues el mejor libro que escribe un editor es su catálogo.
Como escritor me interesa la poesía que dialoga conmigo mismo a través del tiempo, en la que mi yo de ayer habla con mi yo de mañana, la que me deja a la deriva de todo significado, la que debo aventarme al vacío para descubrirme, aunque termine hecho trizas.
«La poesía no tiene género»
J.G.: Poesía, narrativa, ensayo… ¿Le das a todos los palos? -risas- ¿En cuál te sientes más cómodo?
Kevin Cuadrado: Me encanta contar historias -risas-, por eso uso el teatro o la novela para hilar la imaginación hasta llegar a la anécdota, pues siento que lo que cuento le pudo o le puede estar pasando a alguien. En el relato narro mis intimidades con personajes que mienten en sus nombres. El ensayo lo he explorado poco, pero me ha permitido entender a los autores que he tratado, me posibilita dialogar con ellos más íntimamente. Sin embargo, es en la poesía donde, no es que me sienta más cómodo, sino que me permite explorar lugares que están muy dentro de mí, donde apuesto por dialogar entre mis miedos con mis sueños, a mis errores con mis certezas, donde creo casas imaginarias con niños reales.
J.G.: ¿Cuál es tu opinión acerca de la poesía tan de moda está y que tanto vende: la de las redes sociales, la de los followers?
Kevin Cuadrado: Creo que ellos como Los Otros tienen algo que decir, ¿que no tiene la misma calidad? Pues qué le hago, no soy juez. ¿Que si me gusta? No, no me gusta. Creo que las plataformas sociales muchas veces desempeñan el rol de agentes literarios o de equipo de marketing, tan necesario ahora, aunque utilizadas erróneamente. Pero la vida es justa, lo que debe salir saldrá, y lo que debe desaparecer también. ¿Recuerdas algún poema trascendental que hayas leído en Instagram? Si no es una cita de un autor trascendente, no lo recuerdas. Hoy lo publican, mañana lo olvidan. Y ¿los followers? Es el parnaso de los grupis de las estrellas del rock, peleándose por la idea de un poeta y no por la apuesta de su escritura. Un corte de cabello en una cuenta de moda produce el mismo efecto, pero no les damos tanta relevancia.
J.G.: ¿Es Andalucía un buen lugar en el que inspirarse para crear? ¿En qué libro o libros andas trabajando ahora?
Kevin Cuadrado: Totalmente. Andalucía es una fuente de posibilidades, un olivo de aceite interminable, entendido a este aceite como la cultura.
¿Libros? La novela que sucede en Granada que antes mencioné y hace poco terminé un poemario que va de casas y niños, ja ja. Aunque ahora mismo estoy centrado en la escritura de mi TFM que va sobre dos poetas que quiero mucho, Juan José Rodinás y Pablo García Casado.
J.G.: Pedimos siempre a nuestrxs invitadxs que cierren la entre2vista a su gusto en el “Momento Carta Blanca”. Es tu turno…
Kevin Cuadrado: Quiero terminar con un abrazo para ustedes dos, Fernando y Javier, pues creo que lo que hacen es importante porque permiten el diálogo entre los viejos conocidos y los que pronto llegarán a conocerse. Y claro, agradeciendo a secretOlivo, que es un agente de la creación.
Poemas de Kevin Cuadrado
La sonrisa de un hombre en un anuncio militar que convoca a la desaparición de todos los paisajes
Un hombre mira la tierra bajo sus zapatos.
Sabe que es tierra de ciudad,
de un parque de niños y madres felices,
que pertenece a un terreno baldío junto a una casa,
a dos calles de la biblioteca.
El hombre recobra el sentido.
El sol lastima como un latigazo en la espalda.
El calor le recuerda la sopa y la mesa casera,
el delantal de mamá y el periódico,
le recuerda una mañana de marzo.
Debe seguir caminando.
Anochece y entre las hojas
silba una bala.
Lo que está fuera de tiempo
Recordamos solo aquello que nos recuerda,
lo que está fuera de tiempo.
Sobre la mesa de la cocina
las verduras crudas parecen cadáveres
hasta que llegan a las manos de mamá
donde se convierten en alimento y memoria.
La palabra dice cosas que no comprende
La noche no es un objeto al que podamos nombrar,
tampoco es un lugar para el sueño.
Diremos de ella, únicamente,
lo que ella ha dicho acerca de nosotros.
La noche, decimos, es una taza de café.
La noche, pensamos, no es un árbol florecido.
La palabra es un límite engañoso.
La sencillez cotidiana de vivir
Es más fácil decir
existo bajo el cielo de mayo
que decir existo en un lugar específico.
No es lo mismo regirse por el lenguaje de los días
que por el idioma de las cosas.
Yo diré: canario, rosa, beso
y en mayo serán un canario, una rosa y un beso.
Pero en una ciudad distinta
tendrán otros significados
y será un lugar
sin canarios sin rosas ni besos.
El búho juega con su reloj de agua
La tarde sucede entre los pasos mientras escucho el paisaje,
sus sonidos vienen lentos en imágenes amarillas
como una flor deshojada por la quietud.
Conozco cada uno de sus sonidos.
El riachuelo se estrecha entre dos rocas
y pasa lento ignorando que adelante hay una pendiente.
(El agua se pierde en otro paisaje.)
Regreso a casa
donde no hay ríos y los árboles se alzan presurosos.
El árbol, entonces, es una casa.
Un búho marca la hora en su reloj de agua
−del que bebe para no dormir−
y la noche asusta a los niños
desde el otro lado de las hojas.
El búho ha perdido su reloj
y la tarde pausadísima desaparece
con el ulular escondido entre las ramas,
cuando los árboles se abandonan al silencio.
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