Gerardo Rodríguez Salas: «He necesitado casi 20 años para encajar el dolor»
En esta segunda entrega de ‘Prensado en frío’ tenemos con nosotros al escritor Gerardo Rodríguez Salas. Después del incontestable éxito de su libro de relatos ‘Hijas de un sueño’, en esta ocasión charlamos con motivo de la publicación de su primer poemario, ‘Anacronía’ (Valparaíso, 2020), que supone su ‘puesta de largo’ en el género lírico. Un libro que, sin duda, dará mucho de qué hablar.
Javier Gilabert: ¿Por qué este libro y por qué ahora?
Gerardo Rodríguez Salas: Anacronía es un viaje lírico a la pérdida y la reparación tras la muerte de mi hermano en un accidente de moto en octubre de 2001. He necesitado casi 20 años para encajar el dolor, para filtrar a través de la poesía el desbordamiento de sentimientos poderosos, que diría Wordsworth, desde el reposo y la distancia. Por eso este libro nace aquí y ahora, aunque se engendró, sin yo saberlo, un día de octubre de sol radiante sobre el asfalto de una carretera. A este proceso natural de gestación poética se añaden las circunstancias. Cuando la editorial Valparaíso me informó de que el libro se publicaría en noviembre de 2020, en pleno apogeo de la segunda ola de esta terrible pandemia, al principio pensé que era posiblemente el peor momento, pero ahora entiendo que el mensaje de mi libro dialoga con la situación actual. Yo no pude despedirme de mi hermano; tras el accidente, quedó en coma y murió esa misma tarde. Esa impotencia, unida al dolor de la pérdida, la habrán sentido todas las personas que están perdiendo familiares por el coronavirus sin poder despedirse de ellos en los hospitales. Siento que este libro, aquí y ahora, puede servir de catarsis ante pérdidas que no logramos entender, pero tampoco queremos olvidar. Estos versos se nutren de mi pérdida personal pero también la transcienden para intentar arrojar luz a través de la poesía.

J.G.: ¿Cómo y cuándo surge la idea?
Gerardo Rodríguez Salas: Como dicen los versos de mi poema ‘Sirenas’: ‘Te anunciaron sirenas/prendiendo la calzada,/que olía a sangre y gasolina’. Este poemario surge en el momento de la caída de mi hermano, con ‘la cicatriz del quitamiedos/y el casco rojo’. Unos años más tarde supe que quería rendir tributo a mi hermano, pero nunca estaba preparado. Hasta que un día, hará tres o cuatro años, bajé al sótano de mi casa y encontré un álbum de fotos de mi viaje a Nueva Zelanda (verano de 2002) y unas entradas de diario de los dos meses que pasé en las Antípodas. Fue un viaje en el que cerré mi tesis doctoral sobre la escritora neozelandesa Katherine Mansfield bajo la supervisión del laureado poeta Vincent O’Sullivan, que completó la labor de dirección de Adelina Sánchez en Granada. No había pasado aún un año desde la muerte de mi hermano. Hasta ese momento intenté mantenerme a flote, aliviar el dolor de mi familia, pero el viaje a las Antípodas me permitió afrontar mi pérdida cara a cara, sin escondites. Fue ahí cuando afronté mis recuerdos y encaré la muerte de mi hermano. ‘No conseguí decir que estabas muerto’. Con estas palabras abre y cierra el poema ‘Sirenas’. Al encontrarme en el sótano con este material resonaron en mi cabeza las obsesivas palabras de Lorca en ‘Alma ausente’: ‘porque te has muerto para siempre’. Y decidí escribir este viaje para demostrar(me) que mi hermano nunca murió, nunca se fue del todo.
J.G.: ¿Qué pistas o claves te gustaría dar a los posibles lectores?
Gerardo Rodríguez Salas: Me gustaría citar las generosas palabras de Teresa Gómez en su magnífica contracubierta para este libro. Anacronía es «un artefacto poético que pretende desactivar el dolor causado por la ausencia con una herramienta bien afilada: la memoria. El pasado no es un territorio de nostalgia, sino de catarsis, de reconciliación, un intento desesperado de exorcizar la ausencia». Teresa resume el viaje poético que propongo en este libro, que se divide en tres partes. Después de tres poemas iniciales que invocan al ausente a través de la poesía, la primera parte, ‘Ayer’, recoge recuerdos personales del hermano dentro del seno familiar. La segunda parte, ‘Ausencia’, traza una cartografía neozelandesa y entabla un diálogo cultural filtrado por la pérdida del hermano. La tercera parte vuelve a dibujar una cartografía, esta vez de Granada, mi ciudad natal, donde se vislumbra un proceso de reparación y aceptación. El motivo de la caída (con un guiño a Alicia en el país de las maravillas) es recurrente en el poemario, así como el concepto de anacronía que da título al libro, indicando por un lado la desubicación temporal (y espacial en este caso) que supone una pérdida de este tipo, y por otro la inmortalidad del hermano perdido a través de la poesía.
J.G.: ¿En qué medida veremos en él al Gerardo Rodríguez Salas de tus anteriores libros?
Gerardo Rodríguez Salas: Aparentemente este trabajo es muy distinto al anterior, mi colección de relatos Hijas de un sueño (Esdrújula, 2017), donde intentaba rescatar la memoria oral de las mujeres rurales a través de un pueblo ficticio llamado Candiles. Pero sin ese primer libro no existiría Anacronía. En Hijas de un sueño, sobre todo en el relato que da título al volumen, me atreví a utilizar la memoria histórica de mi familia como punto de partida para construir una ficción desde lo personal a lo político en un intento por rescatar la memoria histórica de las zonas rurales a través de historias silenciadas y aparentemente triviales. En Anacronía hay una intención similar de rescatar la memoria histórica, en este caso haciendo dialogar la nuestra con una localización tan distante como el Pacífico, siempre desde la memoria personal, desde la pérdida de mi hermano. Me desnudo en estos versos que buscan igualmente la desnudez estilística. Ambos libros surgen de experiencias vitales transformadas, a través del proceso de la alquimia literaria, en un microcosmos ficcional. En Hijas de un sueño fue Candiles; en Anacronía es una cartografía de la caída, un tributo a mi hermano Javi, que nunca cayó del todo.
J.G.: Te pongo en un aprieto: si tuvieras que quedarte sólo con tres poemas de Anacronía, ¿cuáles serían?
Gerardo Rodríguez Salas: ‘Urdidor’ es un poema que no existía en los primeros borradores. Mi vida siempre ha estado marcada por los telares que tenían mis padres como negocio familiar. Cuando mi hermano murió, mi padre no supo verbalizar su pérdida, pero tenía insomnio por la noche, por lo que se bajaba a los telares de madrugada y trabajaba en el urdidor para no hacer ruido. Este poema refleja su dolor sordo y es un homenaje también a él, que murió cuatro años después de mi hermano. ‘Leslie’ es otro poema al que le tengo mucho cariño porque conecta con una autora que he estudiado y a la que admiro tanto, Katherine Mansfield, a la que me une la pérdida de un hermano, un dolor que en su caso culminó con la escritura de sus relatos más poderosos e intimistas. Por último, escogería el poema con el que cierro el libro, ‘Nunca’, que resume otra de las dicotomías centrales del libro: recuerdo-olvido.
J.G.: Como lector, de entre aquellxs que han publicado recientemente, ¿a quién te gustaría que invitásemos a pasar por ‘la prensa’?
Gerardo Rodríguez Salas: Hay tanta y tan buena poesía publicada últimamente que me cuesta limitarme a un par de nombres. Invito a quienes lean esta entrevista a acercarse a nuestras librerías, que tanto han sufrido en estos tiempos, disfruten de sus estantes y compren poesía.
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