Feliz Día de la Hispanidad
Todo el día estuvimos esperando un mensaje que nunca llegó. Poco se ha hablado de que, en un crucial Día de la Hispanidad, el querido Emérito ni siquiera ha enviado unas palabras de apoyo en unos tiempos de crisis donde es necesario dar la cara y poner el pecho.
El Emérito Juan Carlos no se ha manifestado ante un pueblo deseoso de tener noticias suyas y que, en un día como hoy, las merece más que nunca. No sé por qué, sin tan español se es, no se celebra el Día de la Hispanidad con el hondo pesar del luto. Este artículo tiene un profundo afecto por nuestra península. Por eso, creo necesario dejar reposar a las hogueras de la crítica y reflexionar un poco acerca de lo que implica celebrar un día como hoy para alguien orgulloso de ser español. Parece que hoy, incluso en un año atípico, es un día festivo como cualquier otro, pero para cualquier español, identificado o no, debería de ser un día de gran agitación. Este fue el primer Día de la Hispanidad con el Rey en el destierro.
España está en la ruina. Después de la gran conquista que trajo barcos, y barcos, y barcos cargados de oro, somos el país más pobre y con menos futuro de Europa. Para la imagen internacional, España es un destino asequible para las vacaciones, que desprecia a sus propias culturas, dispuesto a venderse al mejor postor… La deuda no hace más que subir y subir, el nivel de vida no hace más que bajar y bajar.

Los investigadores de ciencias y de humanidades se tienen que ir a otros países, perdiéndose la inversión pública universitaria que se hace en su formación, ya que después no hay oportunidades ni trabajo. No es solo que las grandes fortunas paguen pocos impuestos, para mayor inquina, no pagan ninguno. Las marcas famosas que con sus impuestos, legalmente, podrían hacer reflotar a la economía española, facturan en paraísos fiscales extranjeros como Islas Mann, Holanda o Panamá.
Pero el patriota de mascarilla afirma con seguridad: Si yo estuviera en su lugar, robaría el doble. El que efectivamente está en ese lugar, roba a manos llenas, todo lo que puede, para luego desgravar a hacienda y limpiar su imagen aprovechándose de los sentimientos del pueblo con alguna donación sensacionalista.
Mientras que el escenario político se parece más a una sobremesa de telenovela o un plató de Salsa rosa, lo público sufre y sufre, con más recortes y apretones de cinturón. Los únicos argumentos sobre política en nuestro país, oscilan entre la competencia de acusar a quien robe más o menos, y las discusiones sobre moda, acerca de quien tiene el pelo más bonito o más feo.
Argumentos menores que ensombrecen la cuestión de cómo puede ser que el espacio político sea un lugar privilegiado para sacar beneficios privados y enriquecerse en detrimento del país. Partidos compuestos únicamente de empresarios no pueden hacer políticas dignas, es de cajón. Lógicamente, primará el interés privado, sobre el bienestar público. Pero así están las cosas, aunque me quedo corto y, repito, soy optimista y moderado. Ojalá no se nos considerara, ya no como un país serio, pero por lo menos no como el chiste internacional. Así está España y así son aquellos que se autoproclaman patriotas.
El Día de la Hispanidad debería de ser motivo de tristeza. Si España siguiera siendo un Imperio o hubiera envejecido y empequeñecido con decoro, pues todavía habría razones para celebrar este día. Sin embargo, toda la plata y el oro del Perú no sirvió siquiera para construir un país digno en el que vivir. Fue gastada con despilfarro en las fiestas brutas de la realeza mientras que las ciudades no tenían ni lah cayê âffartâ.
En la España actual, tampoco hay mucha evolución, pero hay muchísimo menos dinero. Por eso España es lo que es, y se trata como se le trata. En una casa limpia pues da cosilla tirar algo al suelo. En una casa sucia, no hay reparo siquiera en echar a las colillas al cenicero.
Sin embargo, España tiene una visión distorsionada de sí misma. Sigue creyendo que es un imperio, que tiene un pasado glorioso del que enorgullecerse o algunos ahorros de los que vaçilâh. Si fuéramos Inglaterra, pues olé, viva la reina. Nos podríamos jactar de ser piratas de primera y de seguir saqueando al mundo entero. Pero estando como está España…
Es verdad que fuimos expertos militares, conquistadores irrefrenables, cruentos combatientes capaces de pasar a degüello tanto a los enemigos como a quienes no ofrecían resistencia. Estas inmensas hazañas bélicas eran gracias al espíritu y la lealtad que se tenía a los ibéricos genitales y al estómago de los reyes. Hay muchas otras cosas de las que enorgullecerse que no son justamente esas, nuestros campos, nuestra diversidad de seres, culturas, climas, nuestro coraje para cambiar y reinventarnos continuamente, nuestro Quijote de Don Miguel de Cervantes, muerto en la miseria, mutilado y sin dientes… Después de la sucesión terrible de desastres, hambrunas y excentricidades que conforma nuestra historia y la de nuestra monarquía[1], es raro festejarla con cohetes, paracaidistas y desfiles de legionarios la reivindicación a aquellos nostálgicos asesinatos.
España no es un Imperio ni por melancolía, ni siquiera una nación libre. España es una colonia. Por eso, creerse imperio es mucho más autodegradante a nivel personal, y más cómico a nivel internacional. Franco expuso a España como en el escaparate de una carnicería, vendida al corte y al peso al primero que pasara. En este caso, los Estados Unidos de Norteamérica. ¿No es paradójico que el Burger King esté lleno de patriotas con banderas de España? La cultura española (ni siquiera hablando ya en términos de pluralidad cultural) fue sustituida por los valores y las caracterizaciones estadounidenses. Un ejemplo, son las tapas granadinas. Antes, la tapa típica era la carne en salsa, ahora la tapa estrella es la hamburguesa.
¿Cómo es la imagen que tiene España de sí y cómo es en realidad? Porque no coinciden. Se ilustra al conquistador y explorador español con un brillante sombrero y una mirada audaz. En realidad, eran un pobre pelotón de brutos, sucios y delincuentes, cegados por el oro, que aprendieron a disfrutar de la crueldad. Una de las figuras a reivindicar en el Día de la Hispanidad es Lope de Aguirre, apodado el Loco, que se cargó a puñalâh a su propia hija. Esta es la España que habría que abandonar, en vez de idealizarla.
Si hubiera un Imperio en nuestra querida península del que enorgullece sería el Andalusí. Con este precedente de riqueza histórica por el gran desarrollo filosófico, económico, matemático, ético y científico… ¿A quién se le ocurre eliminar lo Árabe de nuestra historia nacional o hablar de invasión y reconquista, en vez de reivindicarlo para sí? Es de género tonto negar lo que fue el faro cultural de occidente. Solo hay que comparar el papel central que tenían la higiene y la limpieza del cuerpo en las vidas de los andalusíes, que fue legado a la posteridad, con la mugre de los bárbaros. Cuando Colón trajo a los Indígenas a la corte de los Reyes Católicos, se desmayaron, la corte tenía tantos problemas con la higiene y olía tanto a sudor, fluidos e incienso que un olfato acostumbrado a vivir en la naturaleza, no podía soportarlo[2].
Pero ahora, Juan Carlos I, cazador de elefantes, artífice de las mayores proezas sexuales, el Rey Emérito, ha vuelto a la corte de los Wahabíes. Es irónico que después de la reconquista (de la reconquista de Norte América a España) Juan Carlos elija tal lugar para volver. Por desgracia, no regresó a un mundo árabe como el que hablábamos, sino a uno a su altura. No es necesario recalcar cuales son los problemas de Emiratos Árabes, ni de Qatar, ni de los motivos de la abdicación del Rey, es menos obvio preguntarse: ¿Cómo puede seguir habiendo este tipo de exaltaciones después de este hecho tan radical?
El Día de la Hispanidad es sensacionalista, populista e hipócrita, no patriótico.
Son arrebatos emocionales cutres, más por cantar por cantar, o gritar por gritar, en una España en la que cada vez son menos las alegrías. La afluencia de banderitas es proporcional a la frustración del trabajador, sublimada por identificarse con una nación triste e inexistente, y a los numerosos negocios privados de quienes ya conocemos (que tienen muy poco de políticos y mucho de mercaderes). A pesar de su distorsión y sus problemas de identidad, España no es una mierda, está hecha mierda. Un país debe ganarse el afecto patriótico con el bienestar público y la demostración de caminar hacia un futuro. Pero cuando se regala sin un proyecto de país que lo ampare, clamores y complacencias destruyen la patria.
Esto es lo que pasa cuando los patriotas de mascarilla se apropian de lo que no son. España no se lleva en la mascarilla bordada de populismo, se lleva en el corazón, en la cabeza, en las manos limpias, y sobre todo, en la transparencia de las cuentas bancarias. Ser patriota es ser popular.
Está mal que un partido elitista, bruto y corrupto acapare el nombre de popular y que mancillen el significado de ser un patriota. Ser popular es latir con un sentir, una expresión y un posicionamiento con los valores del pueblo y trabajar para su crecimiento. Esto es ser patriota, no es cuestión ni de izquierdas ni de derechas, es sobre quien trabaja para la patria y quien la vende a capitales extranjeros o se aprovecha de ella en un enriquecimiento privado y egoísta. Quien no es popular, no es español, ni andaluz, ni es nah. Cuando se es una colonia como España, hay que plantearse, como cualquier colonia, primero su liberación, y por tanto, recalibrar las alianzas y repensarse avanzando hacia una Nueva Hispanidad.
He aprovechado para hablar del Rey Emérito, ya que ha perdido la inimputabilidad y no se me puede meter la Ley Mordaza (conocida como la Ley de Seguridad Ciudadana). Con lo cual, es un buen momento para repensar la historia de nuestro país y celebrar un día considerando nuevas lecturas sobre lo que es ser un patriota, cómo se comporta, y qué proyecto de país propone. Lo que es seguro, es que un patriota es quien no mata a sus hermanos, ni aquel que dice Viva el Rey en un vídeo grabado por Juan Carlistas que disimulan delante del Preparadillo.
Si es delito amar a tu país, soy culpable. Si es delito denunciar a los patriotas de mascarilla cuyas empresas funden nuestra tierra y se enriquecen a costa de la explotación de niños, la penuria de los ancianos y el fracaso de los jóvenes, soy culpable. Si es delito liberar a la patria de nuestros parásitos entonces os juro ante dios que muy pronto seremos culpables.
Dios bendiga a España.
[1] Ver la serie web España de Borbón
[2] Googleen el origen del «Amarillo Isabelino´´
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