Música

La muerte de Jean Paul

La muerte de Jean Paul

La muerte de Jean Paul

Afirma Bandaàparte Editores que “Jean Paul ha sido durante más de una década uno de los secretos mejor guardados del rock underground patrio”. La banda que Raúl Bernal creara hace una década y cuya actividad discurre paralela a los muchos proyectos en los que durante estos diez años ha participado (con Lapido y 091, Grupo de Expertos Solynieve, Quique González, Loquillo, Niños Mutantes, Sr. Chinarro, Estévez, Manu Ferrón o Dolorosa, entre otros) se despide y no es el suyo un adiós cualquiera. Como reza en la portada del vinilo de 45 RPM que se incluye en el primoroso pack de despedida, es “el adiós considerado como una de las bellas artes”, título del libro que acompaña a dicho vinilo y que conforma un todo con él. 

Los caminos de Bandaàparte Editores y Jean Paul ya se habían cruzado con anterioridad, coincidiendo con la publicación de ‘Manqué’ (Bartlevy Records, 2011) segundo trabajo de Jean Paul, al que precediera ‘Breve historia universal’ (Bartlevy Records, 2009) y tras los que vendrían ‘Ocho variaciones sobre el futuro’ (Bartlevy Records, 2013) y los álbumes de versiones ‘Baskerville Old Face Vol. I, II y III’, además de su homenaje a Cohen grabando e interpretando íntegramente el primer álbum del canadiense— y de aquel encuentro surgió el poemario ‘Y mientras Roma ardía’ (Bandaàparte Editores, 2012).

Se entrelazan, también, el libro y el disco; sus textos y melodías son círculos concéntricos de un todo que ha de degustarse con paciente fruición. Fernando y yo lo hemos hecho pues ambos, gracias a un común amigo, somos dos de los afortunados poseedores de este broche único con el que Jean Paul, heterónimo de Raúl Bernal, se despide. Valgan como muestra y agradecimiento los siguientes textos.

Carta a un amigo que me regaló ‘La muerte de Jean Paul’

Es difícil escribir, a pesar de lo que opine alguno de los jurados del Premio Espasa, y sobre todo transmitir. Crear un mundo sólido y tangible con las palabras, hacer de un libro un paisaje habitable, no es tarea sencilla. Invitarte con un poema, con un título, a penetrar en una noche que no es tuya, bajo un chaparrón de soledades, mientras caes cuesta abajo en un torrente de obscenas obsesiones, propias y ajenas, y mantenerte ahí con el único resguardo del próximo poema o una taza de té calentada por un rayo de luz. No es fácil adentrarse en estos libros tan íntimos, estos pensamientos que se escapan de las manos, estos diarios que se acumulan en el salón de los pasos perdidos (en palabras de Trapiello), en las arrugas del tiempo que se enrosca en cada casa y en cada mirada, esos descubrimientos impúdicos que podrías haber escrito tú mismo, en esas tardes de invierno huyendo del vacío, rodeado de una cultura común, con música, cine, literatura, ópera, deseando quedarte en silencio alargando cada ocaso. No es fácil escribir algo que te acompañe, que sirva de homenaje a tu persona y a tu personaje, ser conscientes de la existencia de ese ser piedra de un muro que solo el tiempo tolera y lo hace perdurar. No es fácil despedirse de un mundo que se ha hecho demasiado rápido, demasiado frugal, demasiado pueril, demasiado terco, demasiado de todo para un hombre acostumbrado a amar antes de ser amado. No es fácil. Por eso me ha gustado tanto este libro de Raúl Bernal, este adiós (una de las bellas artes, que diría De Quincey), esos poemas entre los secretos de su diario que al hacerse canción te llevan de la mano por la melancolía de Vasallo, Cohen, Scott Walker, Waits o Berrio… Por esos jardines donde proliferan la aniquilación y el desánimo, donde crecen íntimas crucifixiones, mala hierba y a veces, entre hierros oxidados, margaritas en clave de sol. Los jardines que una vez habitados nos hacen mejores, porque somos conscientes de todo lo vivido y todo lo derrotado. Es difícil escribir; por eso me ha gustado tanto este libro-disco de despedida, por eso quiero compartirlo con vosotros y darte las gracias, querido amigo, por habérnoslo ofrecido y regalado, como un holocausto en el tiempo donde se confunde lo bueno y lo malo, lo que tiene valor y lo baldío, lo sublime y lo rancio, lo amargo y lo que merece ser cuidado.   

Pero lo que más me ha gustado es que está dedicado a Tristán, su hijo, y eso le ofrece al libro una segunda lectura más honda y transversal. Es el legado de una vida jalonada por la esperanza y la tristeza, que son las caras bastardas del amor y la melancolía. Es un testamento perlado por miles de referencias, un mapa del tesoro para que su hijo lo pueda encontrar en muchos lugares siempre que lo necesite. Es un itinerario emocional, sentimental y educacional al que recurrir cuando la cabeza se suma en la sombras y te dé por leer a…, bueno, a alguno de los jurados anteriormente mencionados. Es una forma de conservar la esencia de un hombre que se despide, un joven algo viejo que se despide con una sonrisa de sabia tristeza. Eso es la experiencia y éste, el legado de una obra pequeña, humilde y sencilla que brilla en las manos como una auténtica joya. 

Fernando Jaén

Un Epitafio para Jean Paul

VESTIGIOS AJENOS. Amores de un solo día y canciones
interminables. Un sol que sale de nuevo cada día como un
brote en el tiempo que nos queda. Por eso, SI FUERA YO
quien sucumbiera a su contemplación, me entregaría al amor
a conciencia. Pero todos los hombres son piedras enormes de
un muro que se tambalea y pierden su tiempo en segregar sus
ABRILES de los de los demás. Soñar es la costumbre más
vieja del mundo, una costumbre que dura más de una vida,
mientras las nubes cruzan los cielos para NADA, con su
inútil cambiar de forma. Así, se acerca el caos una vez más y
el HURACÁN (yo) y la MARIPOSA (tú) no seremos otra
cosa que una imperfección. Y cuando se ajen las hojas por el
frío, o se cubran las noches de MALA LITERATURA,
imploraré al vacío,  que  es el  mundo.  Le  pediré que se
apiade de nosotros.

Javier Gilabert

Javier Gilabert / Fernando Jaén
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