Fran Navarro: «La poesía cuyos únicos canales son el instinto o la sensibilidad está agotada»
Francisco Javier Navarro Prieto (Tomelloso, 1994) es graduado en Filosofía por la Universidad Complutense de Madrid con uno de los premios que otorga dicha universidad a los mejores trabajos de fin de grado. Además, ha disfrutado de la beca Santander Iberoamérica, gracias a la cual ha tenido la oportunidad de estudiar Filosofía en la Universidad Nacional Autónoma de México. Actualmente estudia el grado de Literatura General y Comparada en la Universidad de Granada, donde obtuvo el accésit del VIII Certamen Literario de la Biblioteca Universitaria de Granada con el relato ‘Recuerdos de Noé, el día del cumpleaños de su abuelo’, y reside en Canterbury (Reino Unido) con una beca Erasmus.
Su primer poemario, ‘El bello mundo’, ha resultado ganador del XXII Premio de Poesía Joven Antonio Carvajal y acaba de ser publicado por la editorial Hiperion. Tras recoger el premio esta misma semana y con varias presentaciones a la vista, Fran Navarro, recién aterrizado de Canterbury, dedica un buen rato a charlar con nosotros.
Javier Gilabert: Oriundo de La Mancha, tus estudios te llevan a Madrid, México, Granada y ahora a Canterbury. ¿Qué te une a Granada y a Andalucía? Después de vivir en tantos sitios, ¿dónde crees que podrías desarrollar mejor una posible carrera literaria?
Fran Navarro: Como bien dices, he vivido en sitios muy diversos y lo que he aprendido es que el espacio de la casa depende en buena medida de la gente que la habita. Quiero decir que yo amo Granada porque allí he conocido a buena parte de mis amigos y amigas. Diría que también Granada es una de las ciudades más bellas de España, pero la belleza de las ciudades depende mucho de las amistades. Son nuestros lazos y vínculos los que hacen brillar los espacios. Hace algún tiempo consideraba la amistad como algo que venía dado por el mero hecho de vivir; ahora sé que cada amistad es un triunfo contra este tiempo precario en el que todo lo sólido se nos disuelve en el aire (estas son las bellas palabras con las que Hegel describió la Modernidad).
A Granada, por lo tanto, me une el amor por el lugar y por la gente. El hecho de amar y ser amados en un espacio nos ata a él con un lazo muy fuerte.
Aquellas personas procedentes de un pueblo que desarrollamos una carrera universitaria siempre vivimos en esa especie de peregrinación que consiste en construir nuestras vidas en un lugar diferente al que nacimos.
Con todo, creo que la carrera literaria no depende necesariamente del lugar. En todos los sitios en los que he vivido he encontrado alimento para escribir y leer. Por suerte, el mundo está repleto de buenas personas con las que ir construyendo nuestros pequeños hogares provisionales.
Desarrollaré mi carrera literaria donde pueda y con los materiales que tenga: cada vez estoy más convencido de que siempre se escribe «a pesar de».
«Cada vez estoy más convencido de que siempre se escribe ‘a pesar de'»
J.G.: ¿Hasta qué punto tus estudios de Filosofía y Literatura Comparada están presentes en tu obra? ¿Cuáles son tus influencias?
Fran Navarro: Hay un placer en la comprensión de los textos que une íntimamente a la literatura y a la filosofía. La actividad de comprender, que supone la ocupación principal del estudiante de Filosofía, conlleva un componente estético que normalmente se pasa por alto. Durante toda la carrera de Filosofía leí a filósofos como quien lee a los grandes escritores. La belleza del vocabulario de Heidegger y los conceptos de Derrida merecen estar en la biblioteca de todo lector de literatura. Wittgenstein tiene una relación con el lenguaje más intensa que la de algunos poetas; y siempre vi en la estructura verbal y conceptual de la ‘Crítica de la razón pura’ de Kant un anticipo de las grandes novelas realistas y naturalistas del siglo XIX.
Recuerdo aquellas tardes en las que tras mucha lectura uno creía haber comprendido un autor o una obra y sentía que la realidad se le abría por todas partes. Es un sentimiento muy parecido al poético.
Además, recuerdo que alguien dijo que a partir de Baudelaire el poeta es un crítico de la cultura. El caso de T.S. Eliot es palmario. Es por eso que creo que conocer la historia de la literatura y del pensamiento son ingredientes fundamentales para construir una posición poética más o menos propia. Creo que la poesía cuyos únicos canales son el instinto o la sensibilidad está agotada en nuestros días. Para mí, conocimiento y sensibilidad se potencian mutuamente.
En cuanto a las influencias debo decir, antes que nada, que entre mis primeras lecturas estuvieron las de los poetas de mi pueblo, Tomelloso. Principalmente leí a Eladio Cabañero y a Félix Grande. Y hoy, aunque conservo esas lecturas en mi memoria, he de decir que nunca me ha gustado esa asociación esencialista entre los temas y la tierra según la cual la poesía manchega no ha dejado nunca de ser una especie de «machadismo» ampliado, un universalismo del hombre ligado a una reflexión sobre la tierra. Desde los pueblos podemos (y, quizás, debemos) ampliar los temas de nuestras tradiciones literarias.
Cernuda, Ted Hughes, Seamus Heaney, Tomas Transtromer, J.A. Valente, figuran entre los poetas que he leído con mucha atención. Pero diría que mis mayores influencias poéticas provienen de las novelas de Woolf, Onetti, Lispector, Lobo Antunes, Duras. En muchas ocasiones, las novelistas me han alumbrado el camino de la poesía con más fuerza que los poetas. Creo que las novelistas del siglo XX supieron ver mejor que nadie la fragmentación del mundo, la muerte de los grandes narradores del siglo XIX cuya principal tarea era entregar al lector una historia ordenada y estéticamente cerrada. La poesía siempre ha seguido ligada a una idea de sujeto que le ha impedido ver esa complejidad de la que las novelas dan cuenta, según la cual las voces en el mundo son muchas (polifonía) y la verdad siempre se nos escapa.
Fernando Jaén: Tuve la suerte de escuchar una vez a Coetzee (Nobel de Literatura 2003) en el patio de Carlos V y hablar de la crueldad del hombre con los animales. Hablaba de un matadero de cristal, en medio de la ciudad, al que la gente pudiera acercarse para ver cómo son masacrados los animales sin piedad. Coetzee pensaba que la gente cambiaría al ver esta imagen. En tu libro hay poemas con referencias a esta crueldad con los animales y con las modernas formas de su consumo. ¿Cómo crees que el consumo de animales actual cambia la forma de entender el mundo? ¿Crees, como pensaba Coetzee, que la gente cambiaría si viera y oyera esta forma de sacrificar a los animales? demás, tú mismo te declaras vegano y tu poemario está plagado de referencias al reino animal. ¿Se trata de una declaración de intenciones? ¿Qué hay de mito y qué de verdad en el veganismo?
Fran Navarro: El veganismo es una posición política de primer orden. Aunque más bien hablaría de antiespecismo, ya que la palabra ‘veganismo’ ha sido totalmente vaciada de contenido, hasta solo significar una dieta entre muchas otras. Creo que precisamente por este uso la gente tiende a verlo como una estupidez o una moda: pero aquel movimiento que cuestiona nuestros hábitos de consumo de manera radical hasta impugnar el sistema capitalista en su conjunto no puede nunca ser entendido como moda. No veo ningún mito en la postura política del veganismo: sí lo veo en aquellas personas que lo defienden y creen estar salvando la Tierra. El veganismo es útil como impugnación a nuestros hábitos de consumo: es inútil como critica moralista sobre el otro. El hecho de dejar de consumir productos de origen animal no nos convierte en profetas de ninguna religión. Se trata de vivir con los ojos abiertos y de no engañarse.
Con poesía escrita desde un punto de vista antiespecista quiero decir que no veo límite entre la carne animal y la carne humana. La cuestión puede plantearse de modo más sencillo: cuando hablamos de querer a los demás, en ese «demás» entran los animales. Recuerdo un bello fragmento de Svetlana Alexievich en el que al relatar la guerra se detiene para apuntar que hay otra guerra, que fue la de los animales asesinados y abandonados, de la que ningún escritor ha dado cuenta.
No hablar de la cuestión del asesinato animal en poesía me parece un pecado de primer orden por la simple razón de que supone dejar fuera una parte de la realidad importantísima. Los poetas, grandes seres sintientes del dolor y el sufrir del otro, no nos han hablado de los animales. Sentir compasión por los otros (seres humanos) no deja nunca de ser una forma de autocompasión. Encontrar formas de sentirla por los animales me parece un reto más complejo.
Siempre he visto esta ceguera como algo incomprensible.
Particularmente en la obra Coetzee se encuentra una gran atención al sufrimiento animal que me conmovió desde el principio.
Habrá gente que piense que en medio de un mundo en ruinas preocuparse por los animales antes que de otras cosas es un gesto infantil: yo, sin embargo, creo que esta atención a la otredad se halla es el principio de un cambio que necesitamos.
«Siempre he echado de menos en la poesía española el experimentalismo»
F. J.: En tu libro ‘El bello mundo’, el yo poético no aparece, dejando un tono impersonal que abarca todo el poemario. ¿Por qué has buscado esta voz impersonal? ¿Es el mundo de ahora así, vacío de experiencias singulares?
Fran Navarro: Después del fuerte personalismo de la poesía romántica, buena parte de las poéticas del siglo XX -desde Eliot a Transtromer- trataron la idea de la impersonalidad del poeta. En España, sin embargo, la poesía nunca dejó de estar ligada a una idea de poeta en gran parte dependiente del Romanticismo. Siempre he echado de menos en la poesía española el experimentalismo de cierta parte de la poesía escrita en inglés.
El narrador de las novelas de Woolf o Faulkner no ordena: registra la variedad de lo real. Es demasiado frecuente que en poesía, la voz poética tome la función del narrador del XIX: un poeta que ordena y lleva de la mano al lector por su mundo poético. La función del poeta ha consistido en hacer un mundo mientras todo se derrumba: a nosotros nos toca pensar la complejidad, la relación, la simultaneidad. Ya no somos sujetos que podamos dar una visión unívoca del mundo.
No creo, como dices, que el mundo carezca de experiencias individuales: creo, por el contrario, que el exceso de experiencia individual en la poesía cuartea su potencial crítico y experimental. Siempre he tenido la sensación de que hay mucho que comprender afuera como para darle demasiada importancia (¡en poesía y solo en poesía!) a los sentimientos de uno mismo. Prefiero mirar el mundo con los ojos de un novelista o un ensayista.
Frente a la idea de escritor que mira el mundo y da cuenta de sus sentires, opongo la idea del que escucha voces que no son la suya y quiere plasmarlas de todas. Prefiero la metáfora de la oreja a la del ojo.
F. J.: Muchos de los poemas del libro llevan títulos de cuadros, lo cual nos hace preguntarnos por esa relación fundamental entre tu poesía y la pintura. ¿Cómo construyes tu obra poética en clave de nociones pictóricas e imágenes? ¿Buscas en el lector una poesía visual?
Fran Navarro: Con las numerosas referencias a cuadros he querido situarme a mí mismo -y al lector- en la posición del espectador. Bacon es el ejemplo perfecto de una mirada sobre el ser humano que muestra el cuerpo humano visto desde fuera.
Digamos que en la pintura he encontrado la distancia necesaria para no caer en el exceso subjetivo del que hemos hablado antes. La pintura y el telediario, dos formas que discurso están presentes en el poemario, tienen en común ese ser visto; esa extraña característica de vernos a nosotros mismos desde fuera. Creo que aquí se haya un buen inicio para escapar de un subjetivismo poético que siempre he sentido como una maldición literaria.
«Escribir es tener los ojos bien abiertos y las orejas en actitud de escucha»
J.G.: No es el tuyo un libro al uso. Tiene mucho de experimental y juegas en sus páginas, entre otras cosas, con la tipografía. ¿Qué se va a encontrar el/la lector/a en él? ¿Hasta qué punto se te podría enmarcar en el contexto de la «poesía joven» actual?
Fran Navarro: Joyce dijo que su influencia para escribir el ‘Ulises’ fue el periódico. Sabiendo lo exagerado y falso de esta afirmación, me gustaría rescatar su parte de verdad: escribir es tener los ojos bien abiertos y las orejas en actitud de escucha.
Las influencias muchas veces nos ciegan más que nos iluminan y ese es el peligro de todo poeta: que el amor por los clásicos le ciegue los ojos al presente. Nunca he compartido plenamente la idea de que todo está escrito. Diariamente pasan por nuestras vidas cosas inéditas.
Personalmente, la primera idea que tuve al escribir ‘El bello mundo’ (ingenua idea, por cierto) es que nada de lo que había leído hasta el momento me valía para explicar lo que veía cada día. Entonces me dije: basta ya, ahora vas a escribir tú. Y aun sabiendo que la soledad de la escritura siempre está poblada de voces, esta idea me fue de gran utilidad.
La poesía que uno mismo escribe no es fruto únicamente de una actividad intelectual consciente: este hecho nos convierte a todos los poetas en comentaristas torpes de nuestros libros respecto a aquellos grandes críticos que pueden mirar los elementos de nuestros poemas con una distancia que a nosotros nos es imposible.
Aun así, diré que ‘El bello mundo’ responde a un proyecto estético cerrado que parte de ciertos axiomas. No son poemas que haya ido escribiendo a lo largo de los años y que haya unido con más o menos suerte bajo un libro. El año pasado, durante dos meses me senté cada día a escribir y entonces salió ‘El bello mundo’. Solo puedo decir esto: el lector se va a encontrar una propuesta poética en la que he intentado condensar mi aprendizaje. Lo demás, es cosas de las lectoras.
En cuanto a la pregunta por la poesía joven, no debemos olvidar que la etiqueta de «poesía joven» es un rótulo puesto por los lectores para comprender un fenómeno que es diversísimo y bajo el cual no caben todas las poéticas que suelen agruparse.
Solo me gustan las etiquetas cuando sirven para visibilizar y comprender: el caso de la poesía joven no es una de ellas.
Yo escribo lo que veo y oigo; y soy joven; entre los poetas de mi edad hay algunos a los que admiro profundamente y otros cuyos poemas me parecen ecos vacíos; es lo único que puedo decir.
J.G.: ‘El bello mundo’ supone tu estreno literario, y viene con el marchamo de ganador nada menos que en el prestigioso premio de poesía joven Antonio Carvajal. ¿Qué ha supuesto para ti este galardón? ¿Qué opinas de los premios literarios?
Fran Navarro: Agradecimiento es la primera palabra que se me viene para el premio Antonio Carvajal. Publicar es difícil, y tener la oportunidad de hacerlo gracias a este premio con Hiperion es un regalo. Eso lo primero: gracias, gracias y gracias. Qué sería de nosotros sin estas editoriales que deciden promocionar a poetas desconocidos por la calidad de sus obras.
En cuanto a los premios literarios, me temo que la respuesta es difícil y que si dijese que me alegra que existan tantos premios que nos permiten descubrir voces nuevas, mentiría.
Creo que el sistema de premios por el cual se publica a los poetas jóvenes es un arma de doble filo: por un lado, la difusión y la oportunidad que nos dan es de agradecer. Pero mi agradecimiento no deja de ser sincero si digo que en muchas ocasiones los premios provocan una homogeneización de las voces poéticas, dejando fuera propuestas más radicales o vanguardistas que quedan a un lado del panorama. Todo poeta debe estar atento a este doble proceso y no descubro nada nuevo al decir que cada zona de visibilidad provoca zonas de invisibilidad. No es algo nuevo, ni que se pueda achacar a los componentes de ningún jurado, pero es algo que está sucediendo y que en nombre de la capacidad crítica no debemos pasar por alto.
El mismo sistema que nos ha hecho descubrir poetas valiosísimos es el que provoca los efectos de los que hablo. Quiero pensar este asunto con complejidad: los premios nos dan cosas buenas sin dejar de formar parte de una dinámica que no es la ideal a la hora de publicar un libro.
«El poeta solo escribe, y es en su escritura donde se juega todo»
F. J.: Veo en tus poemas una voz que se rebela contra el mundo, que intenta dar voz a los sin voz. ¿Hay una acción y una actitud de protesta en tu obra? ¿Es la poesía una forma de hacer o entender la política?
Fran Navarro: Creo que protestar es un verbo político: el poeta solo escribe, y es en su escritura donde se juega todo. Claro que la textura de la escritura está compuesta de todos los elementos del mundo. Pero la cuestión es que todo elemento político que pueda hallarse en un poema responde a esa necesidad del poeta de ponerse en el lugar del otro. Yo escribo con voz de animal, con voz precaria, no porque quiera reivindicar políticamente, sino porque en mi experiencia diaria vivo constantemente colocándome en aquellos lugares de enunciación que, sin ser plenamente el mío, alimentan mi visión del mundo.
Quiero decir que los poemas, si la política no surge de la propia necesidad de la mirada poética, de ese ejercicio de la imaginación literaria que consiste en ponerse en el lugar del otro, se convierten en un panfletismo que no vale nada. Se trata de dar la voz a esa otredad que sin nunca coincidir con uno mismo, forma parte de mí. Estamos compuestos de voces y siempre he visto en la alabada coherencia de la «voz poética» una sordera para con las voces que nos habitan.
J. G.: Aunque es aún muy pronto, ¿sabes ya qué quiere ser Francisco Javier Navarro de mayor? ¿Supone este libro el nacimiento de un poeta?
Fran Navarro: Mi mayor felicidad consiste en pensar que siempre voy a ser un lector. Me fascina pensar en los descubrimientos científicos que se van a dar en el tiempo de mi vida, en las grandes obras que se van a publicar. Pensar en que voy a tener la oportunidad de sentarme cada día a descubrir el mundo. Por supuesto, ha nacido un poeta, pero ese poeta es solo una cara más vanidosa y atrevida de una persona cuya principal ocupación es leer. El poeta es una suerte de animal de compañía del lector, al que hay que educar y saber acompañar. El poeta que hay en mí es todavía un cachorro.
J.G.: Ha llegado el momento «Carta blanca». Cierra esta entre2vista como te apetezca.
Fran Navarro: Me gustaría terminar esta entrevista recordando que Aristóteles distingue tres tipos de amistad: una que se da por utilidad, y que se establece entre dos personas que buscan un beneficio; el segundo es la amistad accidental, compuesta por todos esos encuentros fortuitos y conversaciones perdidas que mantenemos a lo largo de nuestra vida con personas que desaparecen; el tercero, es la amistad orientada al bien, que se da entre personas que, sin buscar beneficio alguno, potencian sus virtudes entre sí, comparten un amor desinteresado hacia la vida y hacía el otro. Amar desinteresadamente es, por tanto, la primera condición de la buena amistad y, por qué no decirlo así, la primera condición de la literatura. Solo allí donde uno abandona la soledad del monólogo y conversa con el otro, la literatura puede darse.
Sócrates, otro viejo amigo mío, siempre tuvo clara esta idea según la cual el diálogo es la condición necesaria para alcanzar la verdad. Paseando a lo largo de un río o frente a un grupo de jóvenes, la literatura misma de Platón comienza solo allí donde hay dos o más personas que comienzan a hablar. Deberíamos recordar estas palabras que normalmente quedan desterradas por el público cuando se habla de la creatividad o del genio del artista. Cada vez más he ido comprendiendo que la creatividad no es nada sin el diálogo con todas esas manos que nos sostienen y que nos permiten acceder al privilegio de la escritura.
Poemas de Fran Navarro
Muere un repartidor de Glovo tras ser arrollado por un camión de la basura
Este siniestro, ocurrido en Barcelona, ha desatado protestas por la precariedad en este sector.
Noticia del periódico El público. Día 26/05/2019 13:13

Ausente en la melancólica mañana
El cuerpo
había fumado como todos los días
fue así hallado:
ponderando el peso de su desidia
boca abajo como en un reposo tranquilo,
había concluido
parece que se fue dormido,
que vivir es morir para no morir del todo,
pensó el agente.
por supuesto que existe una vida
Sin embargo,
que nunca será alcanzada, se dijo,
cuando le dimos la vuelta al cuerpo,
la identidad disuelta entre asfalto
no había rastro de ningún yo,
los poemas incapaces de hacer nada
ninguna identidad más allá de las vísceras en el suelo;
mirándose unos a otros con cara de
un reguero de sangre lechal por el carril bici
a mí nunca me dijeron que un poema
como si fuese un cerdo sacrificado en el pueblo
pudiese engorrinarse de sangre
arrastrado sin piedad por el medio de la ciudad
Dos estudios del cuerpo humano
Cuando entro en una carnicería pienso siempre que es asombroso
que no esté allí yo en vez del animal.
Francis Bacon en entrevistas con David Sylvester
1
Cogiste la cámara de los veranos:
vamos sonreíd
en la fotografía puede verse
una figura humana sonriendo
dos filetes de ternera
medio kilo de pollo por favor
un costillar que tenga bastante carne
de que te ríes ¿o lloras? ¿o gritas?
¿qué tiene que ver tu rostro con la carne?
No entiendes: tú no estás a este lado del mostrador
mirando las vitrinas de las carnicerías he dibujado tu retrato
2
Un cuerpo humano es inverosímil en pleno siglo XXI
600 millones de pollos triturados al año en España
a quién se le ocurre un cuerpo humano
61 millones de gallinas descuartizadas al año en España
un ser humano crucificado sobre el peso de sus costillas sí
50 millones de cerdos despiezados al año en España:
las carnicerías en las que Dios ya no existe sí
20 millones de corderos
¿Pero el cuerpo humano?
3 millones de bóvidos asesinados por el cuerpo humano
en todo caso carne con sangre añadida a base de cubos de pintura roja
——————————————————–
Cariño,
esta mañana me he abierto cuidadosamente el pecho y me he sacado el corazón; llovía y no nos han dejado ni salir al patio, toda la mañana detrás de la pared, pegando bien el oído por si a la luz le daba por contarme algo del mundo exterior pero nada, nada, lluvia, lluvia, decía. El caso es que esta mañana me he sacado el corazón sin que nadie se diese cuenta, ni siquiera las enfermeras lo han notado; ha sido rápido, sencillo, ha bastado la convicción para extraerlo. Desde que no está, todo funciona de otra manera; una ya no tiene que hablar como si detrás de las palabras se escondiese algo remoto. Tú me entiendes. Esa manía de decir que una odia las bombillas solo porque quieren parecerse a la luz del sol. Si conversase con un ángel ya podría decirle que no existe diferencia entre nosotras, que mi piel es igual de transparente que la suya. Que yo acepto el mundo aunque conozco a aquellos que trabajan detrás de los biombos para cambiar el curso natural de las cosas. Son los mismos que llaman a la luz con otros nombres, que prefieren rezar detrás de las paredes a abrir la boca junto a las ventanas para beberse el sol a tragos.
Por favor, amor, que no se te olvide. El corazón está en el frutero, junto al resto de las manzanas.
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