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Xavi Rodríguez Ruera: «La buena poesía, la literatura, tiende puentes»

Xavi Rodríguez Ruera

Xavi Rodríguez Ruera: «La buena poesía, la literatura, tiende puentes»

Xavi Rodríguez Ruera (Barcelona, 1975) ha publicado los poemarios ‘Suburbio y Lejanía’ (ed. Oblicuas) y ‘La vida enorme’ (Témenos Edicions), ambos presentados en Granada en la Asociación del Diente de Oro. Poemas, reseñas y entrevistas suyos han aparecido en diversas publicaciones como Kopek, Quimera, La Libélula Vaga, Vallejo & Co. y el blog El calcetín de Ulises. Barcelonés de nacimiento y andaluz en su raíz y medio granadino por vocación -especialmente ligado a la Asociación del Diente de Oro-, hace un hueco mientras trabaja en el que será su nuevo poemario para charlar con nosotros.

Javier Gilabert: ¿Qué te vincula a Andalucía?

Xavi Rodríguez Ruera: En cierto modo, por una parte no deja de inscribirse en el relato intrahistórico y común que vivieron millones de personas de nuestro país al acabar la Guerra Civil. Mi padre era el menor de seis hermanos provenientes de un pueblo de Jaén, Castillo de Locubín, en el nacimiento del río San Juan, cerca de la provincia de Granada.

Antes de la guerra, mi familia paterna tenía allí campos de olivos, y habitaban en una antigua casa situada en una recogida plaza donde había una fuente. Como curiosidad, decir que de ese pueblo era originario El Cencerro, el maquis legendario que se echó al monte, literalmente, y del que habla Almudena Grandes en alguna de sus novelas sobre la Guerra Civil.

Al terminar la guerra, mi abuelo fue represaliado, como tantos otros de los alrededores, y pasó algunos años en la cárcel, de donde salió al fin irreversiblemente enfermo. Mi abuela fue vendiendo los terrenos, y sus hijos mayores emigraron a las grandes ciudades, algunos a Madrid, otros a Barcelona. Mi padre, a diferencia de sus hermanos, que ya emigraron siendo un poco más adultos, lo hizo a los diez o doce años, cosa que le permitió combinar los estudios nocturnos en una academia con las ocupaciones que le iban encontrando sus hermanos. Después, se casó con una barcelonesa, mi madre, y se instalaron en Nou Barris, donde nacimos y crecimos mi hermana y yo.

Debo decir que no era una persona dada al relato y a la rememoración de su tierra natal. Supongo que había decidido que era aquí donde tenía que desarrollar su vida, y del mismo modo que sentía cierta aversión hacia lo literario, era muy reservado a la hora de manifestar cualquier clase de añoranza por el pasado. En ocasiones lo interpreto también como hacen los antropólogos con los individuos que se integran en la tribu de la esposa, y el relato hegemónico entonces, el que se transmite con mayor fuerza, es el femenino, el matrilineal, que dicen ellos. En nuestro caso, y en el de tantos otros, estando el de la esposa inserto en una gran ciudad, era hasta cierto punto comprensible que sofocara en parte al otro. En todo caso, son interpretaciones.

Hace unos años, retomé el contacto con una buena amiga que había conocido en la universidad, y que hacía unos años que se había montado la vida en Granada, donde formaba parte de la Asociación del Diente de Oro. Me invitó a presentar mi primer libro aquí en Granada, luego el segundo, y fueron creándose lazos de simpatía y amistad con gente granadina, que intento sacar de la virtualidad bajando cuando puedo a saludarlos y conversar con ellos tomando unas cañas.

En otro ámbito, debo decir que si hay una nómina de poetas que ha sido fundamental tanto en mi vocación como en lo que he ido haciendo, ha sido la Generación del 27. Aunque en la actualidad no los frecuente, leer y releer a aquellos inmensos poetas, muchos de ellos andaluces, como asimismo los Machado, Bécquer, fue decisivo en aquellos años de formación.

Supongo que todo tiene algo que ver, que todo cuenta.

Fernando Jaén: Compartimos lugares comunes, ya que mi familia paterna remanece —me encanta esta palabra— de Castillo de Locubín, al igual que la de tu padre. ¿Qué queda de estos vínculos ancestrales en el Xavi de hoy y en el poeta? ¿La tierra donde nace el poeta es, en tu opinión, determinante?

Xavi Rodríguez Ruera: En mi caso, debo decirte que cuando era más joven apenas me importaban esos vínculos. Como explicaba antes, la sensación era que el relato materno, ubicado en una gran ciudad llena de matices y contrastes, se había superpuesto al otro, que no dejaba de ser el relato intrahistórico común a tantos miles de familias acabada la Guerra Civil, el de enviar a los hijos a grandes ciudades donde hubiera más posibilidades de salir adelante.

Mi padre era muy reticente a la hora de hablar de su propio pasado, de su lugar de origen. Lo interpreto también como actitud que tomaron algunos de esos jóvenes de no vivir mirando hacia atrás, sino hacia adelante, abiertos, en la medida que lo permitía la España franquista, a las novedades que iban llegando de fuera… Traté de explicarlo en un poema de mi primer libro llamado ‘Un día volveré’, como la novela de Marsé, en el que hablo de las circunstancias, del día a día de aquella generación cuya voluntad era labrarse un futuro.

Con los años, y a medida que uno va enhebrando el propio relato de su vida, vas colocando en su preciso lugar una parte de tus orígenes, aunque revestidos por una suerte de mitología. Creo determinante, en el caso del poeta, más que la tierra, la lengua, aunque la lengua es herencia, en cierto modo, y caemos en un círculo vicioso.

«La conexión poética entre Cataluña y Andalucía es innegable»

J.G.: ¿Existe alguna conexión entre Cataluña y Andalucía, poéticamente hablando? ¿En qué lengua te sientes más cómodo escribiendo?

Xavi Rodríguez Ruera: Mis vínculos con Barcelona son muy poderosos, especialmente con los escenarios poblados por las clases denominadas subalternas, y que, de algún modo, la voz de los poemas rescata de su anonimato.

En cuanto a la conexión poética entre Cataluña y Andalucía, es innegable. Solo cabe recordar la admiración y magisterio que han ejercido autores andaluces como Machado, Cernuda y Lorca en figuras catalanas tan significadas como Serrat o Espriu, y la importancia que tiene para muchos andaluces Joan Margarit o Josep Pla.

La buena poesía, la literatura, tiende puentes, aunque algunos políticos sobredimensionados y de mente estrecha parezcan empeñados en derruirlos.

Mi lengua materna es el catalán, un catalán vivo, el de la calle. Mis bisabuelos maternos eran originarios de la Franja, esa zona situada entre Aragón y Lleida, y mi abuela y mi madre hablaban el catalán de esa zona mezclado con localismos propios de Barcelona, pero suelo escribir en castellano.

¿La razón? Quién sabe. Podría resumirlo diciendo que mi poética es una poética de las distancias, y la lengua castellana, su retórica, me permite un distanciamiento necesario a la hora de escribir mis poemas. En catalán, todo sería demasiado inmediato. A la hora de escribir, necesito de la máscara que me proporciona el idioma castellano, aunque en ocasiones necesito del catalán y paso de uno a otro indistintamente.

J.G.: Son tiempos revueltos en lo que se refiere a la política. ¿Qué papel debería desempeñar la poesía en esta situación? ¿Qué percepción se tiene en Cataluña de la poesía escrita en castellano por autores catalanes?

Xavi Rodríguez Ruera: Hace algunos años, en una entrevista, el cantautor Raimon, a quien admiro profundamente, venía a recordar la importancia que tiene para cualquier escritor (en realidad cualquier persona) el leer y escuchar a aquellos que, en apariencia, piensan lo contrario que nosotros. Es en este diálogo, no siempre fácil, de donde brota la capacidad como personas y creadores de cuestionarnos lo que hacemos y hacer más amplia la experiencia, nuestro vivir, en suma.

Creo que el papel político de la poesía reside en su capacidad de poner entre paréntesis la percepción rutinaria del mundo a través de la más genuina de las herramientas de que disponemos en cuanto humanos, el lenguaje. Crear instantes de belleza, suspender el curso cronológico de los acontecimientos a través del lenguaje. Dar la capacidad al lector de expresar con sus propias palabras el propio relato de su acontecer, de su estar aquí. Creo que no hay nada más político o revolucionario que dotar a las personas, a través del ejemplo, de la capacidad de construir el propio relato de sus vivencias. Creo, modestamente, que las personas y las sociedades enferman cuando no logran efectuar su propio relato profundo desde adentro, y entonces se ven abocadas a que se lo den hecho desde afuera. Comprender (se) es sin duda un acto revolucionario, y la palabra poética, sin ser la única, es sin duda una de las más poderosas herramientas que existen para dejar de echar siempre la culpa a los demás de lo que nos pasa.

Respecto a la segunda cuestión, mi percepción es que, en Cataluña, la poesía escrita en catalán y la escrita en castellano, son dos realidades que viven en mundos paralelos, aunque no tan desconectados como podría parecer. Al fin y al cabo, los poetas suelen ser gente sensible y abierta a la palabra bien dicha, independientemente de la lengua en que esté escrita. De modo natural, cada uno después, obedeciendo a sus circunstancias, desarrolla su poética en una u otra lengua. Es por eso que son tan importantes las iniciativas que aúnan en recitales, publicaciones etc. autores en una u otra, porque, al final, lo que importa es que un poema esté bien escrito, y aporte al lector/oyente un algo más de experiencia acerca de él mismo o los demás que desconocía hasta entonces.

«El papel político de la poesía reside en su capacidad de poner entre paréntesis la percepción rutinaria del mundo»

J.G.: ¿Cuáles son tus intereses? ¿En qué se centra tu poesía?

Xavi Rodríguez Ruera: Me interesan la poesía y la literatura en general como formas de reflejar, a ser posible con claridad y elegancia, el estupor de nuestro paso por el mundo. Creo, en cierto modo, que el poeta está llamado a dar voz a todos aquellos que no tuvieron la oportunidad o la capacidad para manifestarla, y sin los cuales de buen seguro él tampoco hubiera sido capaz de hacerlo, lo cual, en mi caso al menos, no lo acerca en absoluto a los enunciados de la poesía social ni siquiera a los de la poesía comprometida políticamente. Mi forma de compromiso, si alguno tengo, es otro, tiene que ver, por raro que parezca, con el paso del tiempo y la memoria, el misterio del ser y estar de nosotros mismos, las cosas que nos rodean, las personas que amamos.

F.J.: Como un Jack London moderno, has trabajado de camarero, de operario de fábrica, de mozo de almacén, de peón de limpieza, combinando todo esto con sus estudios de Filosofía y tu vocación de náufrago urbano. Todas estas vidas han debido de influir de algún modo a tu forma de ver las cosas. ¿Se reflejan estas facetas en tu poesía?

Xavi Rodríguez Ruera: Mucho, son determinantes. Pasé muchos años estudiando en un colegio con una alta exigencia, y al terminar, hacia los diecinueve años, sentí una gran necesidad de apartarme del modelo reglado de enseñanza, de experimentar, de ver con mis propios ojos, de palpar la realidad en primera persona. Desarrollar los trabajos que mencionas me permitió ponerme a prueba, vacunarme contra lo excesivamente libresco, conocer algunos de los códigos que las ciudades tienen por debajo de lo más aparente, y pensar que, por muy alejada que en apariencia estén algunos de mis poemas de la descripción realista de los fenómenos, es de la realidad percibida de la que parten y a la que vuelven, un hablar en nombre de todos aquellos que uno va conociendo y que no disponen ni de las palabras ni de la intención de hablar, y cuya bondad y generosidad te han servido de ejemplo.

Años más tarde estudié Filosofía, en un intento de sistematizar u ordenar todas esas ideas, y de que el lenguaje en los poemas, cada vez más claro, hundiera sus raíces en lugares profundos de la experiencia humana, y donde cualquiera pudiera reflejarse. Al menos, ese era el intento.

«Es en Andalucía donde uno percibe un mayor movimiento poético»

J.G.: Eres un asiduo de la Feria del Libro de Granada. De hecho, sueles tomarte la semana cada año para asistir y participar en la misma. ¿Cómo describirías este evento anual y cuál es tu experiencia en ella? ¿Qué percepción se tiene desde el otro extremo de la Península de la actividad literaria andaluza?

Xavi Rodríguez Ruera: Me siento como en casa en Granada. Basta tomar una copa para hallarte enfrascado en medio de una tertulia llena de sensibilidades y auténticas vocaciones poéticas. Me parecen fantásticos los eventos que organizan en los diferentes espacios, las carpas ubicadas al final del paseo lleno de árboles que me recuerdan un poco a la Rambla de Barcelona, el clima familiar y acercarse a autores que las redes hacen parecer tan lejanos. Una buena ocasión para que los abrazos y las conversaciones virtuales se vuelvan reales.

Sería abundar en el tópico decir que es en Andalucía donde uno percibe un mayor movimiento poético, un verdadero amor hacia la palabra poética bien dicha, y un refinamiento en el gusto, una exigencia que en realidades urbanas más grandes queda un poco diluido.

F.J.: ‘Suburbio y Lejanía’ es un poemario que deja un rastro de tus influencias simbolistas, cinematográficas y musicales, a través de la vida de un paseante urbano. «Un rostro, un suburbio, la medianoche, la tristeza», nos dices. ¿Qué ciudad nos muestras en este libro, qué suburbios nos acechan? ¿Qué papel tiene la lluvia en estas imágenes de ciudad?

Xavi Rodríguez Ruera: Cuando era joven, pasé por muchas fases en las que, como comentaba antes, vivía en primera persona el contraste entre sentir una intensa vocación poética, literaria, y tener que desplazarme para cumplir mi jornada laboral en una fábrica, o trabajar de dependiente en una librería de lunes a sábado, o en un bar de seis a cuatro. Muchas noches salía a pasear, me emborrachaba, frecuentaba alguna vez lugares poco recomendables. Tenía veintidós, veintitrés años, algunas lecturas a mis espaldas, y un futuro por delante no muy prometedor, ciertamente. Era inevitable que algo de aquellos años acabara reflejado en ese primer libro.

Los primeros libros, como bien sabes, suelen ser un conjunto algo caótico de experiencias y lecturas, aunque sean pretéritas. Quizá sea a partir del segundo, como resultado del oficio, cuando los autores comienzan a tener una voz más personal e inteligible.

La lluvia no deja de ser una metáfora lírica, una de las más potentes que existen. Sin duda representa, en cierto modo, la necesidad de una tregua, de una pausa, cuando lo que estamos viviendo amenaza con superarnos. Algo parecido al pause en los reproductores de música.

«Los primeros libros suelen ser un conjunto algo caótico de experiencias y lecturas»

F.J.: ‘La vida enorme’ es tu último poemario. ¿Qué nos ofreces en este libro? ¿Cómo puede el poeta cantar la grandeza de la vida?

Xavi Rodríguez Ruera: Tres años ya, va para cuatro, hace de la publicación de ese libro. Grosso modo, lo describiría como el intento, no sé si logrado, de clarificar el mensaje y abrir los poemas a una conversación con el otro, con el lector. Debo decir que su escritura aconteció en un momento de remanso, de fertilidad anímica y creativa, después de haber efectuado un paciente e intenso trabajo personal, haber ordenado en parte mis circunstancias más inmediatas, alojamiento, trabajo, haber leído provechosamente durante algunos años y, sobre todo, haberme ejercitado en la tarea de la escritura diaria, constante, en una suerte de cuadernos que constituían, constituyen, una especie de taller poético y vivencial.

La grandeza de la vida, y no soy nadie para decirlo, creo que reside en los pequeños detalles. En los rostros, lugares, voces que nos visitan de madrugada cuando estamos entregados al precario ejercicio de averiguar quién somos colocando unas palabras tras otras en un cuaderno, y va haciéndose de día, y de repente te das cuenta de que se hace tarde y tienes que marchar al trabajo. Esa es, para mí, la grandeza de la vida, las decepciones, las equivocaciones, el recuerdo fulgurante de un verano de hace mil años, y la percepción de que detrás de todo eso está el tiempo, ese gran novelista del que jamás conoceremos el rostro.

F.J.: Mantienes desde 2015 el blog ‘El calcetín de Ulises’. Un título sugerente bajo el que abordas temas personales y desgranas libros y poemas que te han marcado de alguna manera. ¿Cómo surge la idea de este blog? ¿Cuesta mucho mantenerlo activo?

Xavi Rodríguez Ruera: La idea de poner en marcha el blog, que tengo un poco abandonado, por cierto, surgió como una especie de gesto, podría decir, de rebeldía hacia los circuitos habituales de la edición: con la sencilla herramienta de un blog, cualquier persona puede comunicar ideas, impresiones, recomendaciones con un ilimitado número de lectores sin que medie la intervención valorativa de un editor y su panoplia de demoras, etc. Una suerte de alimentos de proximidad, producto fresco recién recolectado y ofrecido al lector sin que medie ningún intermediario. Un espacio de libertad, en cierto modo…

F.J.: En una de sus últimas entradas relatas un episodio personal reciente que tiene que ver con un bache de salud, del que pareces ya recuperado. ¿Te ha servido esta enfermedad de reflexión o de inspiración? ¿Se siente el poeta más hondo la soledad de la enfermedad?

Xavi Rodríguez Ruera: La pasada primavera, es cierto, me sometieron a una intervención quirúrgica que, sin ser de vida o muerte, sí encerraba cierta importancia. Fue un momento físico de bajón absoluto, de ocupar el cuerpo, las heridas que debían cicatrizar, un lugar fundamental. Fue, en cierto modo, el regreso, por espacio de unas semanas, a lo esencial, un darme cuenta de las personas o la clase de personas que están a tu lado cuando las necesitas, y las que no. Fue una especie de punto final y de punto y aparte.

Creo que fue una experiencia beneficiosa, que me obligó a redefinir algunos aspectos de mi vida pasada y me abrió a conocer nuevos espacios y personas. Sin duda, uno no sale de estas situaciones del mismo modo en el que ha entrado.

Tampoco la poesía que lee y la que trata de escribir. Su experiencia y relación con el mundo, en cierto modo, han cambiado, y es lógico que lo haga también el lenguaje con que uno trata de expresarlo.

Mi nuevo poemario, al menos en parte, es el resultado de este nuevo modo de ver, de leer y de creer.

J.G: Hemos llegado al momento «Carta blanca». Cierra esta entre2vista como te apetezca.

Xavi Rodríguez Ruera: Encantado de haber respondido a vuestras excelentes preguntas, y felicitaros por el buen trabajo que realizáis semana tras semana en favor de la cultura y la poesía, más necesario que nunca.

Parafraseando a Jorge Valdano, diría que «la poesía es la cosa más importante de las cosas menos importantes», o como dijo el gran Antonio Machado, «el arte es largo y, además, no importa».

Larga vida a SecretOlivo.  ¡Salud!

Poemas de Xavi Rodríguez Ruera

NOUVELLE VAGUE

Dulzura y corrección
sean la única manera
de meter mano,
guante de seda
en el cinematógrafo mudo de París.
La lengua muda,
parpadean señales de tráfico a lo lejos,
los árboles cimbrean su cabellera verde,
los hangares de niebla están abiertos
(donde reparan al Sena).
Gare du Lyon, mansión antigua
reconvertida en paso de peatón apresurado,
lazos con coches, nudo ferroviario, autobuses
y atareada gente.
Famélicos mendigos de exquisitos modales
asuntos muy urgentes que exigen
la presencia del chef.
Se insinúa la lluvia,
y acaba lloviendo amablemente,
con corrección francesa,
sobre este rincón de inventada
nostalgia que se llama París.

De Suburbio y Lejanía

CENIZA EN LA MANGA DE UN VIEJO

Ceniza en la manga de
es lo que dejan al arder las rosas.

T.S. Eliot

Cruzarás el muro de cristal
de las puertas giratorias, con la firme
querencia que tienen los fantasmas
de regresar a su lugar de siempre,
y que entretanto aguardan en calles
retiradas, girando como fulgentes
nimbos solitarios en torno a las farolas,
o ven desde el alféizar cómo la madrugada
tiñe de perla las ventanas, llegando
desde el mar: errantes por la dulce
dimensión del tiempo que no logran
penetrar las rígidas espadas del sentido.
Cuando alguien muere, mueren
también los muertos que vivían
de él, con él, en él. Fumas haciendo
tiempo, apoyado en el vidrio
que refleja la sombra inaferrable
de una vida, y la ciudad. La noche
será larga. Pasa gimiendo una ambulancia.

De La vida enorme

CIUDAD, MADRE (II)

Tu lengua dulce,
alimentada por miles de diásporas,
peninsular, sabrosa y melancólica,
con algo del italiano, del portugués,
del provenzal, del castellano,
la lengua triste con la que siendo
adultos recordamos
la azul tarde infinita
cruzada por el vuelo de «orenetes»,
golondrinas en la lengua
que ahora escribo.
Me cuesta ser justo
contigo, ciudad, madre,
pues no se van de la memoria
algunos días negros; algunas
garras suaves que rasgaban
la gasa que velaba el corazón
de un niño que soñaba con los barcos
y acabó recorriendo
la tierra al rojo vivo
de su entraña.
Mil veces cada día he prometido
dejarte, plantar mi inútil
tienda
sobre un suelo extranjero,
y desde allí, ya para siempre
a salvo, bebiendo una cerveza,
recordarte.

De La vida enorme

ISLA NOCTURNA

Sailing to Byzantium.
W. B. Yeats

Será todo como un viaje a la isla de los evangelistas
en algún puerto donde permanecen solo los desechos
y cada cual sabe y trata de mantener, por una parte…

En aquel puerto debe hacerse
lo que debíamos hacer, la cuarentena,
entre pecios podridos como nosotros
que forman parte, también, de lo que fuimos.

Caminamos con la cabeza gacha, esa isla,
ese puerto somos nosotros, como quien no tiene lugar donde esconderse.

El alcohol, la noche, las miserables casas de los pescadores
iluminadas, el mar, tan azul, y el viento, su antiguo lamento.

Conozco a la perfección cada jugada
donde yo mismo juego conmigo mismo la partida de dados.

Un faro, largo como un aullido, hiere las aguas.

Sentado, apoyando la espalda contra el muro
persigo el rumbo de algún astro
y siento en el muslo el pellizco de una hormiga.

Herida y claridad se dibujan en mi rostro.

Va pasando la vida, lejana, brillante, desmenuzada
en tiernos pensamientos inconsistentes.

La vida es aquello que nos pasa. Y de noche no cantan los pájaros.

Del blog El calcetín de Ulises

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Javier Gilabert / Fernando Jaén
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