Yaiza Martínez: «Si volvemos a encantar el mundo, nos sentiremos incapaces de dañarlo tanto»
Yaiza Martínez (Las Palmas de Gran Canaria, España, 1973) es narradora y poeta. Licenciada en Filología Hispánica por la UCM en 1997, ha trabajado como escritora, periodista, traductora, y profesora de escritura creativa y de español para extranjeros. Durante una década, fue Directora de la revista online de ciencias y humanidades Tendencias21. Es, además, una de las impulsoras del Proyecto Genialogías que trabaja por dar a conocer las voces de las grandes poetas españolas del XX y XXI a través de la edición de la Colección Genialogías, entre otras actividades e iniciativas. Hoy día es profesora de secundaria en la especialidad de Lengua y Literatura.
Como poeta, ha publicado Rumia Lilith (Ateneo Obrero de Gijón, 2002), El hogar de los animales Ada (Devenir, 2007), Agua (Idea, 2008), Siete-Los perros del cielo (Leteo, 2010) y Caoscopia (Colección Once, Editorial Amargord, 2012); así como la plaquette El argumento de la realidad (2014), en la Colección Poética y Peatonal. Ejemplar Único, que edita, con pinturas propias, el artista argentino Gabriel Viñals. Esta plaquette fue reditada en noviembre de 2014 por Ediciones Tigres de Papel (Madrid). En 2016, publicó La nada que parpadea¸ en la colección eme de Ediciones La Palma; y, en colaboración con la pintora Davinia Jiménez y dentro del Proyecto Artemisia, la plaquette Cuando. En 2018, ha publicado el poemario Tratado de las mariposas en Ediciones Tigres de Papel. También es autora de la novela, Las mujeres solubles (Lulu.com, 2008) y de la novela juvenil Interbrain (Mandala Ediciones, 2017).
Ha sido incluida en la antología de poesía Poetas en blanco y negro. Contemporáneos (Abada Editores, 2006); en la antología de relato breve Tripulantes (Editorial Eclipsados, 2007); en la Antología de Poesía Iberoamericana Contemporánea en Griego de Vakxikon (2013); y en los libros conjuntos Por donde pasa la poesía (Baile del Sol, 2011), La voz de la ciencia (PIAS Spain, 2012), Los colores del conocimiento (Lola Books, 2013), Desviada Luz. Antología gongorina para el siglo XXI (Delirio, 2014), Marca(da) España (Amargord, 2014), 28.28 La Europa de las Escritoras (Gobierno de Cantabria, 2015), Limados (Amargord, 2016), Traslúcidas (Bartleby, 2016), Sombras di-versas Diecisiete poetas españolas actuales (1970-1991) (Vaso Roto, 2017); y 10+3 Poetas de las Islas Canarias (Ianua Editora, 2019).
Parte de su obra ha sido traducida al inglés, al griego y al noruego; y ha aparecido publicada en diversos medios, como ABC, El signo del gorrión, Vera, Los noveles, Sol Negro, Artes Hoy, Afterspot, etc.
Fernando Jaén: Naciste en Canarias, pero mantienes una estrecha relación con nuestra tierra. ¿Qué te une a Andalucía?
Yaiza Martínez: En 2006 vine a vivir a Cabra (Córdoba) y desde entonces aquí me he quedado. A Andalucía me une una sensación de pertenencia muy parecida a la que siento hacia mi lugar de origen, Gran Canaria. Así que tengo la esperanza de seguir aquí por muchos años. Estoy profundamente agradecida a esta tierra por muchos motivos.
Javier Gilabert: Durante diez años una narradora y poeta, tú, ha dirigido la revista de ciencia, tecnología, sociedad y cultura Tendencias21. ¿Qué opinas del tradicional intento tanto de la sociedad como de la educación de separar las ciencias de las letras? De los casi tres mil artículos que firmaste en dicha publicación, si te pusiéramos en el aprieto, y lo hacemos (risas), ¿qué tres destacarías? ¿Qué te ha supuesto tanto a nivel personal como literario escribir estos artículos?
Yaiza Martínez: Personalmente, la separación de ciencias y letras me entristece porque me parece un sinsentido. Más allá de la obvia necesidad de especialización para la profundización en cualquier disciplina, el hecho de poder analizar o estudiar el mundo desde distintas perspectivas creo que es siempre enriquecedor. Por tanto, no entiendo por qué una forma de mirar ha de descartar el valor de otra u otras. Supongo que en la base de este conflicto –para mí artificial– hay un afán de apropiación de la verdad. En este sentido, la presunción de «verdad absoluta» del discurso científico más racional se remontaría, según Robert Graves, hasta Sócrates, es decir, estaría en las raíces de nuestra cultura. Pero lo cierto es que la nebulosa de la mariposa (por poner una belleza cósmica de ejemplo) podría analizarse tanto en términos astronómicos como míticos o poéticos; y ambos discursos albergarían verdad, una racional, otra lírica. Evidentemente, si queremos conocer las características de dicha nebulosa, tendremos que acogernos al lenguaje racional. Pero si queremos vibrar con su belleza, pues tendremos que describirla de una manera poética.
Es importante darle emoción al conocimiento, porque lo que nos resulta emocionante lo aprendemos y lo cuidamos mejor. Por eso quizá lo poético, junto al lenguaje científico, sea hoy más esencial que nunca: además de conocer lo que nos rodea, en el presente se impone la necesidad extrema de cuidarlo. Ya está bien de desencantar la materia para esquilmarla. Todo debe recobrar un sentido vital para nosotros, más allá de la utilidad, de las medidas al peso.
En cuanto a mis artículos en Tendencias21, siempre me han interesado mucho los que hablan de similitudes insólitas entre elementos diferentes. Por ejemplo, entre las matemáticas celestes y las de la física atómica, entre el citoplasma celular y las estrellas de neutrones o entre la evolución de Internet y la del cerebro. Supongo que me gusta ver metáforas en todas partes.
«La separación de ciencias y letras me entristece porque me parece un sinsentido»
F.J.: La primera obra tuya que leí fue ‘Siete-Los perros del cielo’, y me pareció un libro soberbio, un complejo dibujo realizado con luz, donde está presente lo visible y lo invisible de esta realidad, con cierta vocación mística. ¿Cómo concibes nuestra realidad? ¿Qué valor le das a la luz y a sus «trampas»?
Yaiza Martínez: Para la primera pregunta no tengo una respuesta coherente. Supongo que depende del día. Solo sé que voy tirando y que siempre queda todo por descubrir. Eso me gusta y me abruma al mismo tiempo.
En cuanto a la luz, este es un tema recurrente en mi poesía. Sobre su trampa, siempre me ha parecido que la luz desvela y, al mismo tiempo, deja fuera lo que no ilumina. Eso me da miedo porque el conocimiento es como la luz: nos permite ver donde ponemos el foco, pero nos desaparece lo que está más allá de los bordes. El hecho de mirar desde diversas perspectivas, mi vocación multidisciplinar, quizá sea un intento de frenar ese vértigo por lo perdido al observar.
Por otro lado, a lo largo de los años he encontrado cierto consuelo a dicho vértigo en la visión cordial (el intelecto de amor, que diría Dante) y en la de la imaginación. Aproximarse amorosamente me parece una manera fértil de conocer sin conceptualizar con rigidez. De dejar los bordes tiernos para las junturas con lo que se queda en la «sombra». Lo mismo pasa con el conocimiento a través de la imaginación, es más abierto. También me ha parecido que todas las formas de conocimiento hacen la música, es decir, que entender a través de la música (que es matemáticas y pura lírica) puede ayudar a vencer la trampa de la luz. Y que si esa música se danza, podemos vencer la trampa con el cuerpo.
«Los libros de texto siguen sin tener en consideración a las escritoras»
J.G.: A pesar de los evidentes avances en pro de la igualdad que se están produciendo actualmente, ¿la mujer sigue teniendo un papel menos importante que el del hombre en la literatura en general y en la poesía en particular? ¿En qué medida el Proyecto Genialogías puede contribuir a la justa y necesaria igualdad?
Yaiza Martínez: No creo que sea un papel menos importante, sino menos visibilizado por la tradición machista que arrastramos, y que ha supuesto –junto con la expulsión de las diosas y la expansión del monoteísmo– la desaparición de las mujeres del espacio público.
En poesía esto siguió así en el siglo XX, no hay más que ver la primera antología de poesía del 27 publicada por Gerardo Diego, entre otras. La perspectiva para el siglo XXI, salvo sorpresas de última hora, no creo que varíe mucho. De momento, casi en 2020, los libros de texto siguen sin tener en consideración a las escritoras (ni en general la autoría femenina en todos los campos, como ha demostrado la investigadora de la Universidad de Valencia, Ana López Navajas), y la poesía escrita por mujeres sigue estando peor valorada, publicada o criticada en medios generales y académicos. Cierto es que parece haber un boom de autoría femenina, pero a ver lo que queda de esto cuando el boom pase y la historia la sigan escribiendo los de siempre.
En este contexto, el Proyecto Genialogías, impulsado por más de 60 mujeres poetas entre las que me incluyo, trata de recuperar grandes libros de poesía escritos por mujeres en el siglo XX y XXI. También estamos intentando que los premios de poesía públicos de nuestro país cumplan la ley de igualdad efectiva de 2007, que obliga a la paridad en los jurados (sobre el machismo imperante en estos premios, recomiendo el iluminador estudio realizado por Nieves Álvarez y publicado por Genialogías y Ediciones Tigres de Papel).
Nuestro objetivo-sueño final: que las autoras pasen al canon y las niñas (y niños) puedan estudiarlas en las escuelas e institutos, como a cualquier otro autor de calidad. Consideramos que si hay autoría femenina –en este y otros campos– las mujeres recuperarán su autoridad en el espacio público. Solo así podrán dejar de ser consideradas meros objetos decorativos y útiles y ser ellas mismas con algo más de facilidad y menos estereotipos demasiado condicionantes (esta es la esperanza).
J.G.: El pasado otoño tuve la suerte de asistir al taller ‘Poesía y ciencia’ que impartiste en La Madraza. ¿Qué importancia crees que se le da y que deberían tener este tipo de talleres? ¿En qué medida ciencia y poesía se atraen o se repelen?
Yaiza Martínez: No sé muy bien si se le da mucha importancia o no a estos talleres. Sé que existen o han existido iniciativas muy interesantes en esta línea de investigación y reflexión, como el Programa Mestizajes del DIPC, dirigido por Gabriel Ariel Swhartz; o el Proyecto ILICIA que dirige Amalia Gamoneda Lanza en la Universidad de Salamanca.
Desde mi punto de vista, este tipo de actividades puede aportar mucho tanto a científicos como a escritores o artistas, al propiciar un agrandamiento de la mirada, de la cosmovisión, de la emoción.
Sobre si la ciencia y la poesía se atraen o se repelen, creo que son lenguajes distintos y, por tanto, pueden atraerse a ratos y repelerse en otros momentos. De cualquier forma, una y otra comparten –a menudo, sin que autores y científicos nos demos cuenta– un lugar común que es la cosmovisión en la que ambas surgen y se desarrollan. Y desde ahí es desde donde podemos entender mejor cómo se relacionan, aunque se distingan.
«El conocimiento es como la luz: nos permite ver dónde ponemos el foco, pero nos desaparece lo que está más allá de los bordes»
F.J.: La idea de un pez soluble fue evocada por el poeta del surrealismo André Breton (1896-1966) en su libro ‘Poisson Soluble’ (1924). La ciencia demostró su existencia real hace unos años: el pez cebra tiene una fase soluble. ¿Te basaste también en este concepto para crear tu novela ‘Las mujeres solubles’? ¿Encuentras en el relato poético una vía para llegar a la ciencia?
Yaiza Martínez: Las mujeres solubles parte del concepto de «peces solubles», pero no el de André Breton, sino el del físico Sven Ortoli y el ingeniero Jean-Pierre Pharabod (no sé si estos se inspiraron en el Poisson Soluble). En los años 80, Ortoli y Pharabod publicaron en Francia el libro El cántico de la cuántica. ¿Existe el mundo? (más tarde salió en español en la editorial Gedisa), un clásico de la divulgación de los conceptos de la física cuántica cuya lectura me marcó bastante en los 90. Para ilustrar el entrelazamiento cuántico de dos electrones, uno de los fenómenos más sorprendentes de la física subatómica, Ortoli y Pharabord recurrían a la metáfora de dos peces nadando en la misma charca, hasta que sus trayectorias se fundían o se confundían. Después, cuando los peces eran separados en charcas distintas y alguien pescaba uno de ellos, el otro salía del agua espontáneamente sin acción externa alguna, como si hubiese sido pescado también, en este caso por una mano invisible.
Esta metáfora, que explica cómo los electrones entrelazados quedan vinculados aunque luego se separen (fenómeno que podría revolucionar algún día la computación, por las posibilidades que ofrece para el procesamiento de información y su encriptación) me sirvió para contar la historia de dos mujeres que en parte funcionan como una, un argumento en realidad muy similar a otra de las obras que me asombraron por aquel entonces: la película La doble vida de Verónica del cineasta polaco Krzysztof Kieślowski (impresionante, por cierto, su banda sonora, de Zbigniew Preisner).
«Todo el arte en realidad es más o menos efímero, como quienes lo hacemos»
F.J.: Publicaste en 2014 con la editorial Tigres de Papel la plaquette ‘El argumento de la realidad’, junto con el pintor Gabriel Viñals. En la colección de Gabriel Viñals, poesía y pintura se unen en camisetas que se pueden vestir. ¿Qué opinas de este arte efímero y que se puede poner? ¿Cómo resaltas esta experiencia, el hermanamiento de distintas disciplinas artísticas?
Yaiza Martínez: Opino que todo el arte en realidad es más o menos efímero, como quienes lo hacemos. Que se pueda poner, como en el caso de las camisetas de Gabriel Viñals, me parece una virguería, una ventaja. De hecho, es algo que practico a menudo, convivir materialmente con lo simbólico de mi poesía en forma de pósters, estampados, todo lo que puedo. Suelo materializar los símbolos para que me acompañen. Matrioskas, el árbol de la vida o las imágenes de varias mariposas llenan mi casa como podría hacerlo la imagen de la virgen, de Buda o de un antepasado benévolo.
Poder ver mis poemas en camisetas pintadas por Viñals fue por tanto una experiencia al mismo tiempo hermosa y natural, pues los poetas trabajamos con imágenes y lo plástico puede reflejar muy bien lo que vemos y luego volcamos en los poemas.
En los últimos años, el hermanamiento entre la pintura y la escritura se ha vuelto además cada vez más necesario para mí, no sé por qué. La prueba está en que en Tratado de las mariposas (Ediciones Tigres de Papel, 2018) colaboraron más de 13 artistas y en que en Notaciones II, el libro en que trabajo actualmente, estoy colaborando codo con codo con la pintora mexicana afincada en Andalucía, Adriana Manuela Ruiz Gómez, a la que por cierto agradezco mucho desde aquí su sensibilidad y su paciencia con mis caprichos.
F.J.: En tu novela ‘Interbrain’, imaginas un mundo en el que la mente puede evolucionar y hacerse «soluble». ¿Dónde nos llevará la tecnología? ¿Tecnología y naturaleza pueden desarrollarse juntas?
Yaiza Martínez: La verdad es que yo elucubro mucho y eso es lo que hice en mi novela juvenil Interbrain. Reflexionando sobre el concepto de Singularidad, sobre la posibilidad de generar una superinteligencia humana gracias a la introducción de tecnología en nuestros cerebros, me pregunté, ¿y si la inteligencia humana fuera por su lado, como hace siempre la naturaleza más allá de nuestro afán de controlarla y modificarla, y diera toda una sorpresa a los tecnólogos deshumanizados en que nos estamos convirtiendo? ¿Y si, sin necesidad de tecnología alguna, la mente humana se interconectase con otras mentes por generación espontánea de una nueva habilidad comunicativa, a partir de nuestra habituación al uso de Internet? Se perdería la utilidad de la mentira, por ejemplo. O se crearía una sociedad por fuerza consciente, pues estaríamos también en la piel de otros. Y se generaría una nueva percepción del yo y de la identidad. Todas estas cuestiones están en la novela, intenté que de una manera entretenida para que la gente joven disfrutase con ella. De hecho, ellos son los protagonistas y sufridores de todo lo que ocurre en el libro.
Yo no sé adónde nos llevará la tecnología. Un buen uso podría dar resultados excepcionales: fuentes de energía no contaminante, cirugías poco o nada invasivas e implantes perfectos fabricados con impresoras 3D; conocimiento del cosmos como nunca antes lo tuvimos, paliación de los problemas climáticos para el bien común, etc. Un mal uso, por el contrario, puede provocar resultados devastadores. Me parece que, como vengo diciendo, si nos importa el mundo, si lo vemos lleno de sentido, aplicaremos la tecnología para prolongar y cuidar la vida. Si, por el contrario, consideramos que es un mundo solo destinado a ser explotado como los animales, los países del tercer mundo o los cuerpos de las mujeres, seguiremos usando la tecnología de forma brutal y cruel mientras nos vanagloriamos de nuestra condición de «sapiens».
Así que, sí, creo que tecnología y naturaleza pueden desarrollarse juntas. Que en adelante sea para bien o para mal dependerá (como hasta ahora) de hacia dónde dirijamos como especie nuestro afán de conquista: si al ser o al tener. La naturaleza nos está obligando a elegir lo primero, pero no le obedecemos porque nuestra civilización es demasiado literal y soberbia; todo un ejemplo del riesgo que la trampa de la luz entraña.
«Si nos importa el mundo, si lo vemos lleno de sentido, aplicaremos la tecnología para prolongar y cuidar la vida»
F.J.: En tu último poemario, ‘Tratado de las mariposas’, parece que llamases la atención sobre la humanidad a través de este tratado lepidóptero, que denunciaras el trato atroz que en las últimas décadas la raza humana está teniendo con la naturaleza. ¿Crees que existe alguna manera de pedir perdón a la naturaleza? ¿Es tarde para salvar a tus mariposas? ¿Qué nos muestras en este tratado?
Yaiza Martínez: Creo que en muchos corazones hay un peso importante, una sensación de culpa por la violencia que imponemos a nuestro planeta por nuestro modo de vida. También me parece que no sabemos muy bien cómo ir cambiando esos hábitos, poner nuestro granito de arena para no hacer tanto daño a nuestra casa común. Supongo que cada persona que sienta ambas cosas intentará hacer algo, lo que esté en su mano.
En mi caso, además de acciones materiales que voy aplicando siempre que puedo y me doy cuenta, la resemantización del mundo me pareció algo que también había que hacer. Porque si volvemos a encantar el mundo nos sentiremos incapaces de dañarlo tanto. Entenderemos que es parte de nosotros, lo interiorizaremos. Dejaremos de explotarlo, abandonaremos su utilización a favor de la convivencia, la pertenencia, la sostenibilidad. Esto lo demuestra la gestión sostenible de entornos naturales por parte de comunidades humanas profundamente arraigadas en su contexto a través de la mitología y los relatos poéticos fundacionales.
Así que Tratado de las mariposas es un esfuerzo por religarme-nos poéticamente a la naturaleza para entender hasta qué punto somos ella, y con ella nos estamos destrozando a nosotros mismos. Una modesta fórmula sin apenas alcance, pero para mí necesaria como llorar en la intimidad. Es una expresión del amor a través del canto a la belleza del planeta. Y también es una manera de pedir perdón por el daño, sí, de cantar para curar; con esa esperanza que es lo último que se pierde.
En cuanto a salvar a las mariposas, va a ser complicado. Solo en la región del Parque Natural de la Subbética, donde vivo, su diversidad se ha reducido a la mitad en los últimos treinta o cuarenta años, se dice que como consecuencia del monocultivo del olivar. Lo mismo puede ocurrir con el resto de polinizadores y lo mismo está sucediendo en el resto del planeta por diversas causas. ¿Qué hacer? Sembrar plantas aromáticas en las ventanas puede ayudar, igual que no pisar las plantas madres (en general, cada mariposa se alimenta de una planta específica), seguir los senderos, cuando vayamos a pasear por el campo. Consumir productos de temporada y de cercanía, reducir los plásticos. Usar el coche y el avión lo menos posible. En definitiva, evitar ser invasivos, escuchar las necesidades del entorno vivo antes de actuar, en la medida de nuestras posibilidades.
J.G.: Desde la atalaya de excepción que supone ser profesora de Lengua y Literatura de Secundaria, ¿cuál es la percepción que tienen nuestros adolescentes sobre ambas disciplinas? ¿Están más cerca del fenómeno poético gracias a las redes sociales y la ‘poesía del follow’? ¿Por qué, a pesar de que la competencia en comunicación lingüística es el eje central del currículo de nuestro país, cuesta tanto formar alumn@s competentes en ese aspecto?
Yaiza Martínez: En cuanto a la primera pregunta, creo que la percepción de las alumnas y de los alumnos no es muy buena. Por una parte, desconocen la importancia del lenguaje para sus vidas porque están habituados a usarlo y no se paran a pensar en él, del mismo modo que no pensamos en el aire que respiramos. Por otra, consideran que la Lengua y la Literatura son bastante inútiles y carentes de emoción. Las profesoras tenemos que hacerles entender otra cosa al respecto, claro, pero esa es la predisposición que, salvo excepciones, una suele encontrarse.
En cuanto al fenómeno ‘poético’ alumbrado por las redes sociales, este les llega y la verdad es que les sirve para un primer contacto superficial con algo parecido a la lírica. Me parece que esto está bien, a mí al menos me ayuda a ‘captarlos’ para una ‘causa mayor’, como el culteranismo barroco o la lírica popular de la Edad Media, por ejemplo. Intento alertarlos, claro está, de que no es oro todo lo que reluce, y ayudarlos a formar un mínimo espíritu crítico acerca de lo que es o no poesía (no es una tarea sencilla, dadas la ratio y la cantidad de materia que impartir).
Sobre las competencias lingüísticas no alcanzadas por los estudiantes en nuestro país, a mi modesto entender, el problema surge de una confluencia de factores que podríamos aunar en uno solo: la dispersión. Se dispersan porque tienen falta de tiempo por demasiadas asignaturas desde muy pequeños; porque tienen demasiadas actividades extraescolares; luego porque tienen móviles; porque en todas partes reciben demasiada información no procesada; porque consumen demasiado.
Los niños y las niñas están sobreestimulados y apenas tienen tiempo para aburrirse y pensar, ¿cómo puedes desarrollar aptitudes lingüísticas si no te has pasado la infancia inventando qué hacer, solo o con otros? Es obvio que hay un déficit de lectura, pero me parece que sería más un síntoma que una causa. Pararse, quizá, es lo que no han tenido. Esa percepción del tiempo estirado, que tan fértil resulta para la mente y, en consecuencia, para el lenguaje que se desarrolla en la reflexión y la elucubración del juego. Ese tiempo que nos permite conectar con el relato y la lírica que nos constituyen; nos conmueven y nos mueven, como el aire que respiramos.
J.G.: ¿En qué estás trabajando ahora, literariamente hablando? Tal y como está el panorama editorial, ¿cuesta cada vez más apostar y decidirse por publicar una nueva obra?
Yaiza Martínez: En la actualidad ando terminando El deseo de plata, una novela que empezó como un libro de relatos que acabaron uniéndose. Es futurista, posterior a una catástrofe climática, como mi novela juvenil Interbrain (2017); y lleva más o menos explícita una reflexión sobre distintos aspectos de la conciencia. No sé si llegaré a publicar este libro.
También trabajo en la segunda parte de mis Notaciones (la primera estaría compuesta por La nada que parpadea y Tratado de las mariposas que es, como ya he dicho, una reflexión poética sobre la Tierra y nuestro paso por ella. Ambos títulos han aparecido por separado, pero algún día me gustaría reunirlos en un solo tomo, con ilustraciones incluidas y también con un epílogo constituido por el “cuaderno de campo” que preparé para el Tratado y que hoy está en Internet http://tratadodelasmariposas.blogspot.com/). En las Notaciones II vuelvo a la reflexión poética combinada con el ensayo y la narrativa, una miscelánea que no sé muy bien cómo quedará finalmente, pero que me estimula mucho para investigar y profundizar en mis inquietudes de siempre.
En cuanto a la posibilidad de publicar, actualmente hay numerosos proyectos editoriales muy interesantes en marcha, y no creo que sea difícil publicar un libro. Conseguir lectores es mucho más complicado, porque la crítica de los medios principales suele ceñirse a los títulos de grandes editoriales, y apenas hay visibilización de lo que se mueve. Creo que hay mucho talento poco visto en nuestro país por esta razón, entre otras.
J.G.: Hemos llegado al momento ‘carta blanca’. Por favor, cierra esta entre2vista como mejor te parezca.
Yaiza Martínez: Quisiera agradeceros vuestra magnífica y detallada entrevista y espero que mis respuestas os hayan gustado. Por otra parte, como hemos hablado de la luz y de la necesidad de contemplar amorosamente el mundo, me gustaría acabar con una cita del libro La llama de una vela, de Gaston Bachelard, que no deberíamos olvidar nunca: “una materia de lo más vulgar produce la luz”.
Poemas de Yaiza Martínez
(Todos los poemas de esta selección pertenecen al poemario ‘Tratado de las mariposas’, editado por Ediciones Tigres de Papel en 2018).
El Campanario
Mi pueblo ve monarcas
en sus antepasados
Día uno del once
en los santuarios de hibernación
Al final de la ruta una boca
llama a los muertos
La llamada hace la boca,
la llamada hace a los espíritus
Mientras,
en la matriz del mito,
la madre envenena a las niñas con glifosato
y el símbolo no parte hacia el oyamel
En el sur se santigua la abies:
Nuestros muertos ya no regresan
(Imagen de Adriana Manuela Ruiz Gómez)
Pieza de Ismael y de Laertes
Donde todo se pierde,
hay pez-jardín que dice sí al corazón,
no se precisa acumular sedimento
ni temas el viaje
Florece la brea
si empuja hacia el pecho
la frente
(Imagen de Gabriel Viñals)
Naia
Sopla Kallima inachus:
Del cuello al hombro ven, niña,
con tu rabieta a pintar
el cubo de almas
sobre este hueso de trigo
La vieja remordida
te cede su color
y es a tu espalda luz a la cadena
Suma tu pelo negro al cono aluvial
(Imagen de Társila Jiménez)
Diaethria clymena
Sobre la doble dirección del infinito
La ciudad que liba en el orín
anhela celestial pavimento
Si el vuelo emprende,
busca la fruta podrida
(Imagen de Eva Lí)
Morpho azul
No has visto ciudad tan densa. Apretados pilares
de cristal parten los rayos. Aquí
la forma es el color,
el cómo y el qué
son un circuito
(Imagen: Laura Giordani)
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