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José García Obrero: «La poesía, como todo lo vivo, deja de respirar si se aísla»

José García Obrero
José García Obrero. Foto de Javier Molina @dearmolina

José García Obrero: «La poesía, como todo lo vivo, deja de respirar si se aísla»

José García Obrero nació en Santa Coloma de Gramenet (Barcelona) en 1973, aunque reside en Córdoba desde 1997. Es autor de ‘Un dios enfrente’ (La Garúa, 2013), con el que fue finalista del premio Ciudad Alcalá de Henares de Poesía, en 2014; ‘Mi corazón no es alimento’ (Ediciones En Huida, 2014); y ‘La piel es periferia’ (Visor, 2017), que le valió el premio Ciudad de Burgos. Su traducción de ‘Mal’, del poeta catalán Jordi Valls, vio la luz en la editorial Valparaíso en 2015. 

Sus poemas han sido recogidos en obras colectivas como ‘Poetas de Santa Coloma de Gramenet’ (Paralelo Sur, 2012), ‘La palabra de la tierra’ (Diputación de Córdoba, 2017), ‘Poetas de tierra y luna’ (Karima, 2018) o ‘¿Y si escribes un haiku?’ (La Garúa, 2019). También han aparecido en las publicaciones ‘Círculo de poesía’ (México, 2017), ‘Estación Poesía’ (Sevilla, 2017), ‘Quadrivio’ (México, 2017) o ‘Quimera’ (Barcelona, 2019).

Actualmente forma parte del equipo de redacción de la revista de poesía en lenguas peninsulares ‘Caravansari’ y es colaborador habitual en el suplemento cultural ‘Cuadernos del Sur’, de ‘Diario Córdoba’.

El próximo octubre verá la luz ‘Penumbras’ (Godall, 2019), antología de la obra de Jordi Valls, con edición y traducción a su cargo.

Fernando Jaén: En tu primer poemario, ‘Un dios enfrente’, da la sensación que te planteas un viaje de reconstrucción propia con poemas que ponen los pies en la tierra, afirmando desde dónde nace la voz del poeta. En tu caso, en el poema ‘Raíz’, uno de los que abre el libro, nos sitúas en «esa montaña cubierta de edificios» sin «tierra limpia para la siembra», que pudiera ser cualquier barrio obrero de nuestro país, con un lenguaje que a veces se antoja duro, como un golpe seco, pero otras te dejas fluir con la mirada del agua que parece limpiarlo todo. ¿Qué importancia ha tenido esta raíz en tu obra y en tu ser poético? ¿Es el verso combate o fuga? ¿Por qué nos sitúas un dios enfrente?

José García Obrero: Buscaba un punto inicial, el anclaje desde el que cimentar una voz poética que me ayudara a la reconstrucción, al ‘mapeo’ de una historia personal y colectiva. Aunque en mi cabeza se trate de una ciudad obrera particular, Santa Coloma de Gramenet, puede extrapolarse a cualquier ciudad dormitorio, en un momento muy concreto: el del abandono de los entornos rurales a favor de los urbanos, un episodio que, probablemente, provocó el mayor choque generacional de nuestra historia, además de un profundo desarraigo en una parte importante de la sociedad. La generación anterior se vio trasplantada a un entorno hostil, con un bagaje que ya no resultaba ‘útil’, y menos para unos hijos que, aun siendo los primeros en acceder a una educación reglada, se convirtieron –nos convertimos– en perfectos analfabetos ambientales. Siguiendo con tu pregunta, la alternancia de los ‘golpes’ con el ‘fluir’ responde a esa tensión, al combate por desenmascarar las identidades que quedaron sepultadas en el contexto complejo, escurridizo y, con frecuencia, adverso, de la nueva realidad urbana, capitalista y tecnológica. ‘Un dios enfrente’ trata de poner de relieve la dificultad de llevar a cabo esta empresa y a la vez ese ‘dios’ en minúsculas lleva implícita una denuncia: el escamoteo de la dimensión espiritual que nos completa, a favor de un omnipotente y antipoético culto a la razón y a lo práctico. En este sentido, los versos son, alternativa y simultáneamente, combate y fuga; búsqueda de equilibrio.

F.J.: En tu segundo poemario -aunque creo que fue el primero que escribiste-, ‘Mi corazón no es alimento’, hablas de tus orígenes, del viaje de tus padres desde el sur del país a la próspera Barcelona, la nueva tierra prometida. Sin embargo es duro enfrentarse con la realidad. «Los niños respiramos ese polvo / que alimenta más que la merienda», nos dices en ‘Estación de Francia’. ¿Cómo recuerdas tu infancia? ¿Cómo ves ahora a tus padres? ¿Qué ha cambiado de aquella España, si es que lo ha hecho, o sigue todo igual?

José García Obrero: ‘Mi corazón no es alimento’ es mi debut. Lo concebí como un álbum formado por instantáneas. Este germen, tal como lo veo ahora, evidencia la carga quizás excesivamente figurativa de los poemas que lo conforman. La cuestión es que, como decía Gil de Biedma de sus años infantiles durante la Guerra Civil, yo fui un niño feliz en la ciudad en que mis padres se sintieron fuera de contexto. Ellos, como muchos de aquellos emigrantes andaluces, han retornado a su pueblo de origen. Mi ciudad también ha cambiado: ahora está asfaltada, por lo que no queda polvo, descampados, lagartijas, hogueras u otros elementos que construían el universo de aquella niñez y que reflejé en el libro. Viéndolo positivamente, se ha acercado por las nuevas infraestructuras a Barcelona, se ha enriquecido por su multiculturalidad, ha avanzado en la cohesión de su identidad y se ha ido sacudiendo su fama de suburbial a base de tejer unas propuestas culturales que van calando en su carácter. Eso no mitiga la impresión general de que, a lo largo de estos años, hemos ido cediendo libertad en favor de la comodidad y la asepsia.

«Hemos ido cediendo libertad en favor de la comodidad y la asepsia»

F.J.: En tu obra hay referencias literarias y musicales que se salen de lo habitual. Me llama la atención la mención que haces de Nick Drake, para mí un músico excepcional, de una finura exquisita, de clásica formación británica y atormentado por su timidez y sus estados depresivos que le llevaron a un triste final terriblemente joven, dejando una  imagen de joven héroe romántico. ¿Qué influencia tiene la música en tu obra? ¿Debe ser la poesía un acto íntimo o crees que su lugar es el público?

José García Obrero: El parentesco entre la música y la poesía es de primer grado. La concesión del Nobel a Bob Dylan no hizo más que señalar lo difuso de ambos territorios. El poeta se nutre de muy variadas fuentes que le acompañan en su día a día, pero la música tiene, o ha de tener, un protagonismo especial, porque ambas son una combinación de los mismos elementos. La música me acompaña, alienta y, en muchas ocasiones, desencadena mi proceso creativo. Tanto es así que de cada libro se podría extraer una lista de reproducción determinada. Me interesan los músicos cuyas canciones dejan en el  aire una sensación de extrañeza. Tanto Nick Drake como Bill Callahan o Micah P. Hinson saben transmitir lo que les impulsa y también su misterio. Hablan de sus realidades, pero extrayendo esas canciones desde un lugar poco accesible que les pertenece y define. Es el mismo territorio que exploro para escribir mis poemas. Por este motivo, no considero que el lugar más adecuado para comunicar mis poemas sea un espacio público, un recital, aunque participe en ellos y haya aprendido a desarrollar habilidades para no aburrir a los asistentes a la lectura y terminar frustrándome. Mis poemas están pensados para que se lean en un espacio íntimo. Eso no significa que no considere que haya una poesía de calidad que se adapta a ese formato; la hay y en abundancia, pero no es el hábitat natural de mis poemas.

«El parentesco entre la música y la poesía es de primer grado»

F.J.: Tu último poemario, ‘La piel es periferia’ (Visor, 2017), galardonado con el Premio Ciudad de Burgos, es un magnífico poemario donde exploras el mundo mediante potentes imágenes y paisajes que alargan la vista sobre temas vitales en tu obra como el amor, la naturaleza, la propia escritura o la música. Es un viaje vital, que pretende ser cerrado con una acertada coherencia. ¿Salir de uno, atravesar la frontera de la propia piel, es el mejor método para viajar? ¿Es el viaje para ti un método para descubrirse a uno mismo? ¿Es este libro una llamada de atención para el poeta que pretende aislarse del mundo?

José García Obrero: Con ‘La piel es periferia’ me propuse seguir avanzando en la elaboración de una poética que se situase en la frontera entre lo palpable y los mundos que le subyacen. El título hace referencia a esa dualidad: por una parte el mundo exterior, la realidad está en permanente contacto con nuestra piel, accionando o removiendo nuestros mecanismos ocultos o inconscientes. El poeta Eduardo García, con su ensayo ‘Una poética del límite’, me ayudó a ubicar este espacio cuya fricción favorece el hecho poético. La poesía, como todo lo vivo, deja de respirar si se aísla.

Javier Gilabert: ‘El píxel en el ojo’ os llevó a Óscar Sotillo y a ti a Cosmopoética, un festival poético y artístico ya de referencia en nuestro país, con más de 15 años a sus espaldas. ¿Qué supuso para ti el paso por este festival? ¿Qué tipo de iniciativas de este tipo crees que se podrían crear o mejorar en el ámbito andaluz? 

José García Obrero: Participar en un evento de este calibre, que tiene a la poesía como protagonista, supone una experiencia extraordinaria por muchos motivos: por tener la ocasión de escuchar y conocer a autores que admiras, porque te permite aproximarte a otros, porque descubres nuevas voces… Cosmopoética es, además, un festival de referencia a nivel internacional, por el que han pasado los más reputados poetas del mundo. Me resulta difícil valorar en qué medida mi formación está en deuda con él.

‘El píxel en el ojo’ fue un proyecto de poesía visual en el que Óscar Sotillos y yo estuvimos trabajando durante unos años y con el que fuimos invitados a  participar en la edición de 2009. La buena acogida de aquella muestra me brindó, al año siguiente, la ocasión de poner en marcha, junto a Antonio Jesús Luna, un ciclo de poesía digital que tenía las Soledades de Góngora como eje central. Después de eso, por un motivo u otro,  mi relación con Cosmopoética ha sido muy cercana.

Este año estaré colaborando en Ecopoética, iniciativa organizada e impulsada por Ecologistas en Acción de Córdoba. El acto consistirá en la lectura de cuatro poetas que destacan por su sensibilidad con la causa medioambiental: Yaiza Martínez, Jorge Riechmann, Ángel Calle y María González Reyes. Además, habrá  sorpresas gracias a la implicación de autores de la talla de Ben Clark, Ariadna G. García, Nieves Chillón, Joan de la Vega o Mar Verdejo. El acto tendrá lugar el 5 de octubre a las 13:00 horas, en el Ecomercado del Bulevar Gran Capitán.

Con respecto a los festivales andaluces, creo que se están llevando a cabo propuestas muy interesantes como Irreconciliables en Málaga, Marpoética en Marbella o el FIP de Granada. Darles continuidad, dotándolas de presupuestos y recursos que permitan a sus gestores diseñar los programas y actividades que les han reportado prestigio, es tan importante como crear nuevas iniciativas.

«Mis poemas están pensados para que se lean en un espacio íntimo»

J.G.: ¿En qué momento cultural vive Córdoba? ¿Es un buen lugar para escribir, para desarrollarse literariamente?

José García Obrero: Vive todavía una especie de resaca provocada por la candidatura a ciudad europea de la cultura que no pudo ser. Esa decepción, pues había tal optimismo generalizado que no se contemplaba el fracaso, coincidió, además, con la crisis económica. Sin embargo, el ámbito poético, tan palmario en Córdoba, no se ha visto igual de afectado que otros. En este tiempo han surgido pequeñas iniciativas, la mayoría de índole privada, que han contribuido a cauterizar los vacíos que dejó aquella ilusión. Aparte de esto, hay una serie de buques insignia que paulatinamente han ido conquistando prestigio nacional o internacional, como son La Noche Blanca del Flamenco, el Festival de la Guitarra o el mencionado Cosmopoética. 

Esta ciudad convive, imagino que como casi todas las ciudades, con una insatisfacción crónica con respecto a la oferta cultural. Quizás ese sentimiento sea un acicate para sacar adelante nuevos proyectos. Contestando a tu pregunta, ciertos rasgos de su personalidad, que le inclinan a lo íntimo, a la sutileza y la soledad, crean una atmósfera que me predispone a escribir. No debe extrañarnos que autores como Antonio Colinas, por ejemplo, confiesen haber descubierto su vocación poética en Córdoba.

J.G.: Has dirigido publicaciones culturales como las cordobesas ‘Perfil del Aire’ y ‘Girándula’, y colaboras en la actualidad en otras como ‘Caravansari’ o ‘Diario Córdoba’. En tu opinión, ¿tienen cabida en este mundo digital e inmediato este tipo de publicaciones? ¿Cuál es el futuro de las publicaciones culturales?

José García Obrero: En mi opinión, ambos mundos son compatibles y nos sigue gustando mucho el papel porque facilita la lectura y nos permite una complicidad con el texto que no se da en lo digital. La prueba está en que muchas de las nuevas publicaciones, como ‘Oculta.lit’, la catalana ‘Núvol’, se publican en ambos formatos y, otras consolidadas, ‘Estación Poesía’, ‘Quimera’ o la propia secretOlivo, utilizan internet para publicitar los contenidos que aparecerán en papel. 

Resulta llamativo que las revistas que están sacando adelante los autores más jóvenes, los llamados «nativos digitales», no rehúsen el papel ni se inclinen especialmente por formatos breves, por lo que me lanzo a augurar larga vida a las publicaciones culturales tal como las conocemos.

«La poesía no puede traducirse como el manual de una lavadora»

J.G.: Te has ocupado también de la traducción de obras poéticas, como ‘Mal’, del catalán Jordi Valls. ¿Hay que ser poeta para traducir poesía adecuadamente? ¿Cuáles son las principales dificultades a las que te enfrentas en esta tarea?

José García Obrero: La poesía no puede traducirse como el manual de una lavadora, su andamiaje se sustenta sobre mecanismos y profundidades que solo otro poeta puede captar, priorizar y trasladar. Aun así, siempre va a haber un déficit, una pérdida de la materia que conformaba el original. De ahí que vayan apareciendo nuevas versiones de la traducción de un mismo libro. 

En mi caso particular con Jordi Valls, se han dado una serie de circunstancias que para un traductor son un privilegio: una larguísima amistad y un conocimiento muy íntimo de su obra y de su universo personal. En octubre se publica un proyecto en el que llevamos años trabajando: una antología de sus poemas traducidos al español, ‘Penumbras’, que verá la luz en la editorial Godall. Hasta llevarlo a buen puerto las llamadas, los correos, las visitas han sido constantes y eso ha facilitado una traducción que respeta con bastante fidelidad las intenciones de Valls en los textos originales.

J.G.: Has participado en varios certámenes literarios, resultando finalista o ganador en alguno de ellos. En la actualidad, ¿crees que estos premios son útiles, o se han convertido en una mera herramienta promocional? ¿Qué papel desempeña la promoción en la carrera de un poeta?

José García Obrero: Los premios te sitúan en un plano de visibilidad mayor, te permiten llegar a más gente, despertar un mínimo de interés. Antes del Ciudad de Burgos me resultaba prácticamente imposible estar presente en un número aceptable de librerías. Eso significa que tu propuesta no desemboca en el lugar adecuado: el lector. Ahora bien, dicho esto, no creo que las obras premiadas sean necesariamente las mejores. Con frecuencia, los poemarios menos comerciales, los que arriesgan e innovan, no tienen posibilidades en la mayoría de certámenes por estas mismas características.

«La poesía que nace del esfuerzo, alejada de ese ruido mediático, goza de la mejor salud de las últimas dos o tres décadas»

J.G.: Vivimos en la era de la poesía digital e inmediata, de la ‘poesía del follow’. ¿Cuánto tiene la poesía actual de mediático y cuánto de calidad? ¿Hay futuro en la poesía?

José García Obrero: Creo que hay una poesía joven con una calidad excepcional, me atrevo a decir que representa un salto cuántico con respecto a ciertas propuestas que han dominado los discursos de las generaciones anteriores en este país. Esta poesía no tiene nada que ver con el mainstream, ni con Twitter y sus followers y mucho menos con el número de ventas. Hay demasiado ruido alrededor de unas propuestas nacidas por razones puramente comerciales, a las que se les ha puesto la etiqueta de poesía, y que, además, se ha envalentonado gracias al altavoz de algún autor consagrado que participa de intereses aledaños.

En resumen, la poesía que nace del esfuerzo, alejada de ese ruido mediático, goza de la mejor salud de las últimas dos o tres décadas.

J.G.: Momento ‘carta blanca’. Finaliza esta entre2vista como prefieras.

José García Obrero: Aprovecho para agradeceros, Fernando y Javier, el esfuerzo por contribuir a que una publicación como secretOlivo sea posible, no solo por la calidad y el rigor de la misma, también por ocupar un espacio que, a causa de la marca de los tiempos, se ve cada vez más arrinconado y denostado: el de la cultura andaluza. Es necesario reivindicarla y no confundir esta reivindicación con lo excluyente; al contrario, únicamente de la exploración de la propia identidad puede consolidarse un proyecto de sociedad que potencie y disfrute su cultura y la abra al resto. Enhorabuena y que el Olivo siga sumando anillos.

Poemas de José García Obrero

RAÍZ

Algo nace quebrado.

Lo indica esa montaña cubierta de edificios.
Ni un solo palmo de tierra limpia para la siembra.
Un descampado, a veces, interrumpe el paisaje
vertical de ventanas.
Un descampado es una tierra podrida;
ningún loco pretende ahondar bajo sus piedras
y enterrar la semilla de la fruta del miedo.
Aquí se invierte el mundo:
él cosecha entre hombres, agujas y cristales,
protege de miradas a los cuerpos urgentes.
A veces un cuchillo amenaza los juegos
de los niños que ignoran el temblor
de las venas cansadas de estar rotas.
Y algo nace quebrado si no hay tierra
tan limpia que podría morderse.
Se arrojan las semillas, sin mirar, a la acera,
esperando que el viento las proteja en su marcha.

La respuesta es el tronco que crece sin raíces.

(De ‘Un dios enfrente. La Garúa, 2013)

PARTO

Hubo un instante
en que nadie en el mundo
había muerto.
Una línea finísima
de tiempo impreciso
en que todas las cosas
chocaban
suspendidas
en el fluido
caliente
de la casa.
Vino después
un giro brusco:
la luz blanca
y el primer golpe
y un ruido
de engranajes
y esta penumbra.

(De ‘La piel es periferia’. Visor, 2017)

JARDÍN BOTÁNICO

Deshazte de la idea
de que un jardín botánico es una selva dócil.
¿No te han hablado aún del salvaje rugido de la savia
cuando sacude, firme, los troncos de los árboles?
Brota entonces el viento de las hojas y pétalos
de todas las especies vegetales;
es un soplo de seda que acaricia la herida,
nos sana de la fiebre de la piedra.
¿Notas su tacto? Es pura luz de amor
y nunca muere.

(De ‘La piel es periferia’. Visor, 2017)

PENUMBRA

Solo un punto de fuego, que lento se consume.
Ni más ni menos eso: calor de luz muy débil,
apenas perceptible si pasas distraído.
Así que aprieta el paso porque el miedo da alcance
y es un bosque que espera con brillo de mil ojos.
Párate. Sácate la angustia de las uñas como si fuera tierra
Si te agarra, ¿qué importa? Es solo miedo, es solo miedo
y el miedo es blanco como sábanas que apagan las estrellas
(desmenúzalo luego en un tazón con leche que te sacie).
Cruza las calles; observa cómo irradian tu sombra las farolas;
explota con el índice ladridos suspendidos en el vaho
igual que pompas de jabón. Otros ruidos se alejen: zumbidos,
risas deshilachadas, borrachos que se enojan
y dicen ser la muerte, y siembran esa duda en las esquinas.
El lecho es ahora blando y el corazón, una medusa:
una sepia muy blanca, que se impulsa con pálpitos
e inflige quemaduras con su roce
Se baña en sal y cae como pluma
mar abajo
donde el fuego es un ascua y la luz
el soplo.

(De ‘La piel es periferia’. Visor, 2017)

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Javier Gilabert / Fernando Jaén
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