Las historias que esconde ‘María la Portuguesa‘
«Amalia es la voz grave más hermosa y mágica de la Península Ibérica»
Carlos Cano
María la Portuguesa es una de las coplas más populares de nuestro tiempo, el último gran clásico del género fue compuesto por Carlos Cano en 1986.
Es una canción que oscila entre el fado y el pasodoble, dedicada a la gran Amália Rodrigues, brava fadista que recuperó en la segunda mitad del siglo pasado un género tan denostado en ese momento que era considerado folckore marginal. María la portuguesa tiene una forma de narrar que te hace partícipe de la historia que cuenta, una creación musical de mixtura ibérica, con una historia detrás de la letra y lo que supuso para la carrera de Carlos Cano, vetado institucionalmente en Andalucía desde que compuso las Murgas de Emilio el Moro. Vamos por partes.
Cuenta el propio Carlos, «un día lejano de 1984 compré en Lisboa un disco de Amália Rodrigues, homenaje a Valerio, el gran poeta del fado. Recuerdo la portada: era un primer plano de ella, hermosa, con los ojos cerrados, pintados de azul, la boca roja y el pelo azabache cayéndole por los hombros. Oir su voz me dejó completamente enamorado. La escuchaba todos los días, a todas horas, mirando la portada. Su voz tenía la facultad de hacerme viajar por la melancolía de todas las pasiones, los amores y los sueños perdidos, pero la fuerza de su lamento no empujaba a la depresión ni a la amargura, sino que fortalecía tu espíritu. El color de su voz era negro, casi morisco y de una capacidad emocional fuera de lo común. A fuerza de tanto oírla acabé obsesionado, preguntándome: ¿Por qué cierras los ojos? Así fue como escribí María la Portuguesa, como respuesta.»
El disco que tanto obsesionó a Carlos era Fado, de Amàlia Rodrigues, un elepé publicado en 1982 con once temas escritos por Frederico Valério, el compositor por excelencia del fado contemporáneo. Frederico y Amália se conocieron a mediados de los años 40, casi en la misma época en la que nació el granaíno. Es importante señalar que este dueto fue el responsable de la recuperación del fado portugués frente al desprecio que sufrió, a pesar de todo…, durante el salazarismo.

Amalia Rodrigues | Fado homenaje a Valério
Fernando Pessoa -uno de los escritores preferidos de Carlos- definía al fado como «la fatiga del alma fuerte, la mirada de desprecio de Portugal al Dios en que creyó y que también lo abandonó«.
Desde que se hiciera con ese disco Carlos no paró de escuchar fados de manera obsesiva, sobre todo dos discos; Fado y Lágrima, que Amália publicó al año siguiente. La canción que da título a ese disco era una de las preferidas de la madre de Carlos, que tras oírla tantas veces, casi a la fuerza -vivían en la casa familiar de la vega granadina-, acabó cogiéndole un cariño especial. Le hubiera encantado la versión de Silvìa Pérez Cruz.
El 5 de enero de 1985 Juan Flores, pescador ayamontino de 35 años, compra a Antonio da Silva varias cajas de marisco de contrabando en el caño de Castro Marim, en la orilla de la ribera portuguesa del Guadiana, para venderlas clandestinamente en la costa onubense. Es víspera de Reyes y Juan espera poder comprarle con las ganancias algún regalo a sus hijas. El Guadiana es la frontera natural entre Ayamonte y Castro Marim, carece de puente y solo se puede cruzar por barco. Llega la hora de zarpar y José Antonio Nunes, guardinha portugués recién llegado de la guerra de Angola se acerca a Juan, que estaba tendido en el suelo de la barca colocando los bártulos y sin previo aviso, le dispara a bocajarro matándolo en el acto.
Llevan el cuerpo a un tanatorio portugués y la familia de Flores, que vivía en Ayamonte, no puede ir a velar el cuerpo hasta el día siguiente. Parecía que nadie iba a acompañarlo, sin embargo una mujer desconocida vela el cuerpo toda la noche. A la mañana siguiente los vecinos de Juan, enojados con lo sucedido, toman represalias contra todo lo que huela a portugués, incluso rompen varios coches con matrícula portuguesa. Ante tal situación, las autoridades deciden esperar unos días para repatriar el cadáver. Durante esos cuatro días que tuvo que permanecer en el tanatorio, el cuerpo de Juan siempre estuvo acompañado de aquella mujer misteriosa.
La mañana de 9 de enero la familia recibe la autorización gubernamental para la repatriación. Aquella misteriosa mujer vestida de negro pide subir al barco pero la familia Flores se niega, al cruzar el río, nadie sabe cómo, la mujer está esperándoles. Durante el multitudinario funeral -más de 3.000 personas acompañaron el féretro- la mujer permanece en primera línea, con una corona de flores y de luto riguroso. Llegó a aparecer en fotos de la prensa de entonces.
La mujer, de la que solo se sabía entonces que se llamaba María, no era portuguesa, su nombre era Aurora Murta y antes de ser contrabandista -por eso conoció a Juan Flores- fue prostituta de lujo en Portugal. Era vecina de Ayamonte -su madre, soltera, murió en el parto-, y se exilió con doce años al país junto a la pareja que la crió, tras ver como a su padrastro, que si era portugués, casi lo fusilan en plena guerra civil.
Todo esto lo han averiguado en los últimos años periodistas de El Mundo y El Español. Carlos Cano conoció la trágica historia de Juan Flores y no se hasta que punto fue consciente de la intrahistoria.
Continúa Carlos; «En abril de 1986 mandé una cinta grabada y una postal a Lisboa, a la rua do Bento y a nombre de Amàlia Rodrigues en la que decía: «Querida Amalia: tengo una ventana abierta para ti en esta canción que se llama en tu honor María la Portuguesa. Me gustaría mucho escuchar tu voz en el estribillo del fado». A los pocos días recibí una llamada de teléfono desde Lisboa y era ella que me decía que hacía mucho tiempo que no había escuchado una canción tan hermosa, me felicitaba y se ponía a mi disposición, a pesar de que hacía 10 años que no grababa.»
María la Portuguesa fue publicada en 1987, en el disco Quédate con la copla, el primero con Sony tras denunciar a Ariola y Movieplay por traficar a perpetuidad con los derechos de autor de sus canciones, y el primer disco tras el fallecimiento de su madre en diciembre de 1986.
Hace algunos años, Javier Cano -el hermano pequeño de Carlos-, me contaba como a Carlos le recordaba esta canción a su madre -«Siempre trabajando, siempre cantando» le dedicaría Carlos años después-, y seguro que no solo por la tabarra que dio poniendo discos de Amália a todas horas sino por el extraordinario parecido que había entre una foto de una joven Mamá Loles -así llamaban a su madre- con la portada de Fado y como, después de tantos palos por parte de la oficialidad y todo el apoyo moral y económico que recibió de ella, hubiera disfrutado de un éxito de estas características.
«No la llamé Amália porque era una historia triste y no quería darle mal fario.»
Sigue Carlos… «Hace 8 años en El Escorial, le entregaban la medalla de la Universidad y dijo al recibirla: «Yo, que casi no he ido al colegio, ahora me veo recibiendo una medalla universitaria. ¡Si me viera mi pobre madre! Pero la verdad es que no conozco una carrera que dure tantísimo como la de cantar». Siempre la recordaré junto a la puerta de entrada del Hotel Escorial acariciando las hombreras de una americana azul marino de piel melocotón que yo tenía puesta, mirándome a los ojos y diciéndome sonriendo con picardía casi infantil: «¡Si yo tuviera 20 años menos!». Yo le respondí: «¡Si yo tuviera 20 años más!».
Tras la entrega de la medalla de honor de la Complutense a la Rainha do Fado, Carlos Cano y Amàlia Rodrígues cantaron por primera vez juntos la canción. Fue la única vez que Carlos cambió la letra: Amàlia por María. Al finalizar ese verano repitieron en Ourense, de ese concierto fabuloso son las fotos juntos que acompañan estas letras.
Dos de las mejores voces de la Península unidas, músicos que recuperaron la música popular de sus países; Amàlia el fado portugués y Carlos la copla andaluza, ambos comprometidos cultural y socialmente; es curioso recordar la polémica que hubo en Portugal cuando Amàlia Rodrigues cantó por primera vez el Grândola vila morena de Zeca Afonso y fue acusada de haber apoyado la dictadura de Salazar, y si bien es cierto que llegó a alabarlo en público, qué remedio, lo que la amplia mayoría desconocía -incluido el propio Salazar- era que Amàlia por entonces, mantenía económicamente en secreto a varios miembros activos de la resistencia y del Partido Comunista de Portugal. Por entonces Carlos Cano publicaba Luna de Abril, dedicada a Zeca Afonso y la Revolución de los claveles, insuperable a dúo con María Dolores Pradera.
Este último gran clásico de la copla andaluza ha sido versionada desde finales de los 80 por infinidad de artistas como la propia María Dolores Pradera -con y sin Joaquín Sabina-, Enrique Urquijo con Los Problemas, una espectacular Silvia Pérez Cruz, con Las Migas, Pasión Vega, Martirio, que no ha dejado de cantarla en sus conciertos desde la primera vez que la cantó, en aquel homenaje de Canal Sur orquestado a toda prisa en diciembre de 2000, Clara Montes, Mísia, Los Sabandeños, Daniel Martín ya fuera de El Canto del Loco, Susana Germade, Argentina, Corales, Rondallas y Tunas varias…
Una canción por cuya autoría Mario Vargas Llosa llegó a decir que hubiera cambiado toda su obra.
«Gracias también, querido Carlos, por haber sabido ser popular sin ser superficial ni vulgar, por haber sido un bardo ético y civil, rehuyendo la demagogia y los estereotipos y por haber llegado al corazón de los jóvenes sin la menor concesión a las modas y asumiendo el riesgo y la dificultad» Mario Vargas Llosa
María la Portuguesa
En las noches de luna y clavel, de Ayamonte hasta Villa Real, sin rumbo por el río, entre suspiros, una canción viene y va. Que la canta María al querer de un andaluz. María es la alegría y es la agonía que tiene el Sur. Que conoció a ese hombre en una noche de vino verde y calor y entre palma y fandango la fue enredando, le trastornó el corazón. Y en las playas de isla se perdieron los dos, donde rompen las olas, besó su boca y se entregó. ¡Ay, maría la portuguesa! desde Ayamonte hasta Faro se oye este fado por las tabernas. ¿Dónde bebe vinho amargo? ¿Por qué canta con tristeza? ¿por qué esos ojos cerrados? por un amor desgraciado, por eso canta, por eso pena. ¡Fado! Porque me faltan sus ojos .¡Fado! Porque me falta su boca. ¡Fado! Porque se fue por el río. ¡Fado! Porque se fue con la sombra. Dicen que fue el «te quiero» de un marinero, razón de su padecer. que en una noche en los barcos del contrabando, p’al langostino se fue. Y en la sombra del río, un disparo sonó. y de aquel sufrimiento nació el lamento se esta canción. ¡Ay, María la portuguesa! desde Ayamonte hasta Faro se oye este fado por las tabernas. ¿Dónde bebe vinho amargo? ¿Por qué canta con tristeza? ¿por qué esos ojos cerrados? Por un amor desgraciado, por eso canta, por eso pena. ¡Fado! Porque me faltan sus ojos. ¡Fado! Porque me falta su boca. ¡Fado! Porque se fue por el río. ¡Fado! Porque se fue con la sombra. ¡Fado! Porque se fue por el río. ¡Fado! Porque se fue con la sombra.

Amàlia Rodrigues por Isabel Salvador
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