Más allá de Paco Cifuentes
por Diego Montoto.
Para comprender el nuevo trabajo de Paco Cifuentes propongo tratar de comprender primero al artista, o mejor al observador del artista.
Ese ser humano que se ve inspirado por aquello con lo que se va topando en su trote cochinero a lo largo del día, y que decide darle esa envoltura mágica, ese foco personal que transforma aquel suceso carente de significado para casi todos, en su propio suceso, traído al mundo singularmente por él, y que desde ese momento genésico posibilita su existencia para el resto de nosotros mortales.
Y esos acontecimientos ordinarios pueden ser El Todo o La Nada, el manto cálido de nuestra galaxia, o la textura cálida de la manta de nuestra cama. A fin de cuentas es lo mismo, la grandeza se la damos nosotros.
Puedo decir que a estas alturas de mi relación con Paco Cifuentes intuyo de una manera más o menos clara cómo vive él el proceso creativo, o de transformación de las materias primas que conforman su input, para después regalarse y regalarnos un output rebosante de valor añadido, por usar términos económicos.
Todo es economía al fin y al cabo, ¡estúpido! Para ayudar a ese proceso él necesita unos mimbres muy concretos; unos candelabros con sus velas encendidas, olor a palosanto o incienso, y un soporte físico que pueda acariciar. Esto es, papel. Algo vivo, que tiene textura y que le inspira también para trazar las curvas de su propia caligrafía con mimo, con la trascendencia de quien escribe su propio testamento. Uno cada día.
Lo hace despacio, no despacito, al ritmo de la canción del mismo nombre que cierra este último disco. Se lía un cigarrillo y expira el humo como abriendo la espita del gas y regulando la presión para que no salga todo de golpe. Observando de pronto las partículas en suspensión que la luz muestra gracias a una lámpara clásica de pantalla amarillenta que hace de chimenea caldeando visualmente la estancia, junto con las velas.
Suena mi teléfono. Son las doce y media de la noche. En un mensaje de voz me propone con voz profunda que nos juntemos para grabar al día siguiente. No nos preocupa la hora punta ni por tanto ser puntuales. Vivimos prácticamente a tiro de Wifi, por aportar algo al mundo de las expresiones modernas. Cuando me despierto no me angustia la idea de que quizás esté llegando ya a mi casa y el hecho de que yo no tengo nada preparado aún. Esto es, un par de micrófonos para capturar su primera idea, unos cascos por si necesitamos una claqueta, y la cafetera preparada para ponernos en el mood.
Si me preguntan qué es lo que recuerdo de la grabación de Más allá, el cuarto disco de Paco Cifuentes, será eso. Charlar de nuestras cosas, de nuestras alegrías y de los nuevos descubrimientos trascendentes de andar por casa.
Preguntarse los porqués de dedicarse a hacer música, a componer y a disfrutar la que hacen otros, es como preguntarse por el sentido de la vida. La mayoría de nosotros hemos oído, o hemos comprendido en momentos de iluminación más o menos pasajera que el sentido de la vida es el camino. Uno nunca llega a ninguna parte definitivamente. Pero amigo mío, el camino que recorremos va llenando nuestro saco remendado de vivencias que nos hacen sonreir cuando las traemos con más o menos nostalgia al momento presente. Hacer discos para mi es un camino completamente análogo al que acabo de describir. El disco no es más que una instantánea de ese proceso vivo imposible de capturar.
Más allá es la foto-finish de un proceso de metamorfosis que lleva a una larva a transformarse en una mariposa.
Todos los momentos son necesarios, y no es posible, o no se debe acelerar la transformación. Yo albergué esa larva mientras me tocó hacerlo, procurando que las condiciones fueran óptimas para su desarrollo. Para ello conté con la ayuda de músicos como Pablo Serrano a la batería, Jacob Reguilón al bajo, o Marcos Ortega a la trompeta. Y los coros de María Rozalén. Ellos aportaron los megapíxeles a la foto, la resolución high definition, o HD para los millennials. Cada uno haciéndose espacio dentro del espacio que se estaba creando.
Después imaginé una corrección de color que hiciera que la foto fuera más o menos atemporal. Que no estuviera muy sujeta al trend del momento. Que tampoco evocara ni guiñara demasiados ojos a cosas que ya se hicieron antes. De hecho, si tengo que ser franco, yo no procuré nada de nada. El disco se autodeterminó. Así, como suena. Todos hacemos en la vida lo que podemos, y nosotros hicimos lo que pudimos como no podía ser de otra manera.
Eso es Más allá, unos puñados de arena encerrados en un cristal con la forma del infinito. Si quieres verlo puedes darle la vuelta y verás algunos fotogramas pasar, y si vuelves a hacerlo verás otros fotogramas, pero nunca en el mismo orden. Descubrirás cosas distintas cada vez. Para mi es un gustazo escuchar Vacío cuando quiero que la vida me pique ese día como una avispa. Y para aliviar el picor de esa picadura me rasco suavemente con A salvo de mi y se me cura.
Diego Montoto es productor de Más allá
Es el futuro. Dieciocho de Mayo de dos mil diecisiete. “Last survivor of fierce Capitalism signing off”. Transmission ended.
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