Enlorquecidos

Eso ya lo hizo Lorca

Eso ya lo hizo Lorca

Hay un capítulo de South Park en el que los guionistas admiten que tienen un complejo creado por los Simpsons, la mitad del capítulo es la frase «eso ya lo hicieron los Simpsons», de un tiempo a esta parte me pasa lo mismo con Lorca.

Leí hace poco la Sonatina de Rubén Darío. Esa estética me embruja, la poesía latinoamericana tiene algo de chamán que me fascina. Me encantaría escribir así. Darle a mis poemas ese toque de gracia, ese aspecto tan apolíneo del que goza la poesía de Rubén Darío: «La princesa persigue por el cielo de oriente/ la libélula vaga de una vaga ilusión» -recitaba mi admirada interlocutora (es maravilloso hablar de poesía con quien sabe más que tú). Me limpiaría las manchas que la realidad me hiciese sobre el ego si pudiera escribir así de bonito, con una identidad tan clara, pero en mi arraigo andaluz. Hablar no de princesas, sino de gitanas; o de los geranios y limones… Pero es que eso ya lo hizo Lorca.

Luego está Arthur Miller que en el teatro de su tiempo coagula en la idiosincrasia norteamericana y la viste de vanguardia, haciendo que sus personajes crezcan y exploten hacia lo desconocido. Y coge el tío y escribe Las brujas de Salem como protesta a un pensamiento único, transformando un mito y haciéndolo suyo para la controversia de su tiempo. Y a mi me gustaría hacer algo parecido, trascender, hablar de mujeres que gritan con un acento marcadísimo. Pero eso ya lo hizo Lorca.

Y así me pasa con muchas cosas. Que no me dejo escribir por no escribir lo mismo y en mi trabajo de poeta (que es trabajo pero no empleo), me llevan los demonios cuando en un octasílabo que he escrito en realidad no he escrito nada nuevo porque ya lo había escrito Lorca. Y no me encuentro más que en mi propia vulgaridad cuando intento ser yo el de la voz que habla sin parecerme a nadie. Cabe la ligera posibilidad de que escriba bien, de que en mi poesía alguien se encuentre (con encontrarme yo me valdría), pero de un tiempo a esta parte no me hallo más que en un bosque en el que todos los árboles son iguales. Y es culpa de Lorca, que era cojonudo, qué vamos a hacerle. O culpa mía por no ser tan cojonudo, claro. Será más bien lo segundo…

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Fernan Camacho
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