Música

La camarera con ojos de gata

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Sabina y Urquijo: la historia de una camarera con ojos de gata

La historia de la música nos ha dejado varias canciones hermanas, Like a rolling stone (Bob Dylan), es la hermana mayor de Princesa de Joaquín Sabina, y es precisamente de éste último de quién vamos a hablar hoy, pues el jienense tiene otra canción hermanada, diríamos que casi melliza, con una Enrique Urquijo, líder de Los Secretos:

¿No creerían que era casualidad que Ojos de gata e Y nos dieron las diez se parecieran tanto?

En el año 2000, por la muerte de Enrique Urquijo, líder de Los Secretos, se emitía Adiós tristeza, un documental sobre el músico madrileño. En él, el que fuera director artístico de la discográfica DRO, Alfonso Pérez, cuenta que Joaquín Sabina y Enrique Urquijo se juntaron para hacer una canción, cuando llevaban compuesta la mitad, decidieron que cada cual la terminaría a su modo y manera, y esto les llevó -dice Alfonso Pérez- a terminarlas cada uno con su personalidad: Enrique Urquijo haría la maravillosa Ojos de gata y Joaquín Sabina, la archiconocida Y nos dieron las diez.

Efectivamente, las canciones comparten las dos primeras estrofas, pero cada autor concluye la canción a su manera. En la versión de Sabina, la mujer desaparece del todo, es más, al año siguiente vuelven a dar el concierto en el mismo pueblo, pero ella no está, el bar ha desaparecido y «en lugar de tu bar encontré una sucursal de Banco Hispanoamericano«, estableciendo así la temática urbanita de Sabina, que no abandona la ciudad si no es por un lío de faldas.

Al contrario, el melancólico Urquijo no pudo buscar segunda oportunidad. En este caso, la mujer le abandona porque, aunque ambos tocasen al piano del amanecer todo su repertorio, Enrique Urquijo se pasó de frenada con el alcohol, y eso a ella le dio muy mala imagen, por lo que «comentó por ahí que (él) era un chaval ordinario«.

La diferencia entre ambos autores y su personalidad es lo que marca la diferencia entre una canción y otra, aunque ambos comparten el romanticismo de la mujer que no volverá, al menos Sabina tiene una noche con ella, como en tantas canciones; Urquijo, de un romanticismo más decimonónico, se emborracha y «la usa como almohada«, cayendo en el tópico de la mujer imposible y el amor platónico que, como el rayo de luna de Bécquer, cuánto más cercano está, más lejos huye.

El sello de ambos en sus respectivas canciones es inconfundible: Sabina no habla apenas de sensaciones amorosas, viste una tórrida escena de sexo de romanticismo y huye muy convenientemente de una posible relación -en ningún momento le dice nada serio sobre amor, de hecho, no vuelve a contar con ella hasta que, al año siguiente, vuelven a tocar al mismo pueblo-, él transmite sentimientos de forma narrativa con acciones concretas «tu mano en mi espalda/ dibujó un corazón/ y mi mano le correspondió/ debajo de tu falda«. Vemos que mientras ella dibuja un corazón, él le mete mano, lo cual es significativo. Además, como decíamos antes, los elementos urbanos que introduce Sabina parten en dos la canción: La primera parte versa sobre la ventura de conocer a la protagonista, la segunda sobre la desventura de volver y no encontrarla. Por ello, en la primera parte Sabina es casi sensible, en la segunda es un borracho desesperado y vándalo al que la policía arresta mientras él alega que no lo soñó y que llevaba dos copas para que la acusación de apedrear la sucursal del banco no fuera a mayores. Para finalizar vuelve al hotel donde estuvo con aquella camarera y, de una forma cervantina, concluye «y empecé esta canción/ en el cuarto donde aquella vez/ te quitaba la ropa«…

Urquijo dibuja no un corazón, sino el idilio de una noche de verano que no puede ser y un sentirse abominable, dicen que Urquijo sólo escribía bien en sus momentos más bajos, en esa canción hay un momento en el que ese malestar consigo mismo rompe: Él se emborracha y se duerme, ella, lógicamente, se enfada y se va, y Urquijo empieza a relatar cómo de mal se siente concluyendo la canción con desgarrador «pero cómo explicar/ que me vuelvo vulgar/ al bajarme de cada escenario

No creo que Urquijo se sienta mal en esta canción por no haber sido decente con la mujer con la que se va, sino que es su propio estado psíquico a la hora de escribir el que se acentúa al no conseguir, ni siquiera, culminar algo que a esas alturas ya parecía fácil. El problema no es que no se acostase con esta mujer de ojos de gata, sino que, simplemente, no se siente amado por nadie.

A lo largo de la trayectoria de estos dos amigos vemos que su forma de escribir es distinta: Sabina es un canalla alegre y Urquijo escribe brotando con una sensibilidad inconmensurable, esta historia de aquella camarera de aquel bar sito en un pueblo con mar da buena fe de su forma de contarnos historias a través de canciones.

Fernan Camacho
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