Voces del Extremo

Contra la muerte presente, producir humanidad futura

Contra la muerte presente, producir humanidad futura.

Contra la muerte presente, producir humanidad futura.

Todos estos problemas tienen un denominador común, que es la transformación de la vida cotidiana y de la consciencia de la vida cotidiana. Un sujeto que no sea ni opresor de la mujer, ni violento culturalmente, ni destructor de la naturaleza; no nos engañemos, es un individuo que tiene que haber sufrido un cambio importante… tiene que haber sufrido lo que en las tradiciones religiosas se llamaba una conversión…

M. SACRISTÁN. Pacifismo, ecología y política alternativa

Vivimos instalados en el lujo, irrepetible, de vivir el presente; y decimos irrepetible porque la naturaleza de la relación consumista que hemos establecido con el resto del planeta no será infinita, ni indefinidamente reproducible a corto plazo. Esta muerte en vida que prolongamos como único proyecto de futuro es la que habrá que resolver urgentemente. Para la generación más joven será, además, una cuestión de vida o muerte si no comienza por reconocer y reconocerse en peligro. Confiemos en que, en este epílogo que queda, seamos capaces de articularnos en deseo y voluntad colectiva de encontrar lo que las soluciones personalizadas ni siquiera han planteado aún: La supervivencia.

Han sido treinta años avisando que más crecimiento es destrucción; treinta años festejando la tasa de crecimiento. / Treinta años clamando que el desierto crece; treinta años sin plantar árboles en sus márgenes./ Treinta años lamentando la muerte de los hermanos recubiertos de pelo o escamas; treinta años devastando su reino, envenenando sus cuerpos, asesinándolos. /…/ Treinta años leyendo en las pantallas y escuchando en los altavoces que no te conformes con menos./ Treinta años llorando por la belleza destruida, por las vidas –humanas y no humanas- cercenadas./ Treinta años de duelo por el exterminio que no cesa./ Treinta años de hablar, hablar, hablar; y no hacer nada. Decoración verbal. Treinta años de hablar para no hacer nada. / No hemos aprendido nada.

J. RIECHMANN. Todo tiene un límite.2001:9-10

Vivimos no ya para el Juicio final, sino de espaldas al apocalipsis cotidiano. La destrucción de la biosfera, el socavamiento de la autonomía del ser humano y el trabajo de los poderes económico-políticos contra las alternativas que nos salvarían están teniendo lugar ahora (Riechmann, 2001). Sus mentiras y nuestro olvido son de hoy. Estamos todos tan enfermos que sólo nuestra enfermedad nos parece ya natural.

Es necesario acceder a otra forma de relacionarnos con la Realidad si lo que queremos es que esa Realidad sea derribada. Es importante reconocernos y afirmarnos en tanto negación del sistema y práctica antagónica a él para, evidenciando la anormalidad de su funcionamiento, extender la desobediencia; para que, generalizada la desobediencia, pudiéramos poner fin al dominio del Dinero. Debemos anular el orden en provecho de la auténtica democracia que es la que surge de la libre cooperación y asociación de voluntades para hacer, decidir y vivir sin más imposiciones que las que comunitariamente queramos aceptar. A nadie que quiera comprometerse en esta empresa le ha de faltar trabajo. Hay una tarea ingente y específica que cumplir: fomentar, por cualquier medio, estas prácticas sociales que conecten las viejas generaciones de trabajadores frustrados por los resultados de sus luchas anteriores (y arrumbados por el mercado) con las jóvenes generaciones apolitizadas (y marginadas también por él), prácticas que fusionen el descontento privado y la realidad social, reinventando la vida cotidiana como parte de la lucha colectiva por una sociedad alternativa al Capital en la que nosotros seamos los auténticos actores de nuestras existencias y de los cambios que hay que enfrentar para que la vida se prolongue más allá de nuestro reducto personal. Un proyecto emancipatorio que más allá de la producción de humanidad (de vínculos sociales satisfactorios, desalienados, igualitarios, liberadores), aspire, a través de la renuncia y/o autolimitación (del consumo, del crecimiento demográfico y la ocupación indiscriminada de ecosistemas), a la supervivencia saludable de toda la biosfera (Riechmann, 2001).

Los instrumentos para esta acción liberadora, lejos de mostrarse como herméticos o demasiado complejos o secretos, presentan la paradoja de que se encuentran, en realidad, en el otro lado de las mismas cosas sobre las que el sistema ejerce su sobrerepresentación y control. Así, por ejemplo, ocurriría con nuestras objeciones a sus respuestas, nuestra complejidad frente a su simplismo, nuestras sospechas a su seguridad, nuestra racionalidad ética y social a su lógica, nuestra desobediencia a sus códigos, nuestra austeridad a su despilfarro, nuestra sobriedad a sus excesos, la creación libre de acontecimientos a su espectáculo, nuestra cooperación a su competitivismo, nuestra Vida a su Dinero etc. hasta alcanzar en esta continua negación la suya.

Entre las prácticas que se pueden llevar a cabo para construirnos frente al discurso dominante, entre las múltiples máquinas de guerra a las que se puede dar lugar, nos centraremos en el presente trabajo sobre una de ellas: la poesía y las distintas manifestaciones de lo poético, entendiendo éstas manifestaciones más allá de los límites disueltos de lo que se entendía por poesía desde la Literatura.

Reconocemos que si bien, sus formalizaciones discursivas y textuales, asentadas en la tradición canónica y normativa, representan hoy una auténtica antigualla del siglo que se cierra bajo la férula de la reproducibilidad técnica de la obra de arte, y por tanto del imperio de lo visual; esta escala de trabajo y medios de producción, la convierten, en tanto valor de uso, en una máquina extraordinariamente barata (y en tanto ajena al beneficio, apenas vigilada), para poder desarrollar, desde ella, prácticas antagónicas desde esquemas y propuestas que van más allá del lenguaje naturalizado porque utiliza los instrumentos de a bordo de nuestro tiempo: lo visual, lo matérico, lo olfativo, lo espacial, la grafía, el gesto; sus medios técnicos de apropiación y reproducción (fotografía, xerocopia, fotolitos, cibernética, etc.); y la multiplicidad de los soportes, formatos y canales que pone a mano la vida moderna -e incluso, el enemigo- (carteles, paredes, catálogos, buzones, periódicos, revistas, cabinas de teléfonos, hojillas volanderas, pegatinas, fanzines, portales de internet, etc.) no para dar nombre a ningún nuevo movimiento artístico con el que mercadear en la guerra de marcas, no para ofrecer una identidad que imitar o mitificar, sino para movilizar la creatividad como actividad interpretativa de acción y reacción ante una masa de hechos análogos, enriquecida desde la participación social y el apoyo mutuo, extirpando así la negligencia y aumentando el sentido de la responsabilidad individual y colectiva.

Estaríamos así hablando de una poesía convertida en una práctica contextual, inserta por oportunidad en el espacio político que así pone al descubierto, significa y/o modifica porque nos incluye activamente en su propia transformación, convirtiéndola en un híbrido cultural puesto al servicio del activismo político y la acción comunitaria.

Sin embargo, apropiada por el Capital, a través de las prácticas mediáticas, la poesía y las manifestaciones de lo poético, son puestas a trabajar para la difusión masiva y circulación virtual de mensajes, visiones del mundo y formas de relacionarse con él, que presentan, por su complejidad, una naturaleza mediada y cómplice con la propiedad privada, la mercancía y el beneficio capitalistas, disfraces bajo los que, comúnmente, la podemos ver circular en este sistema.

Aquélla es su fragilidad y su fuerza, éste su peligro. Querer existir bajo sus condiciones, cuando se tienen, desde la inexistencia, todas las posibilidades de buscar otra existencia y no la que el poder, “el capitalismo convertido en vida cotidiana (Rodríguez, 2001:7)”, quiera darte.

Antonio Orihuela
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