Carnaval

Queremos un pregón de carnaval, no un concierto

Queremos un pregón de carnaval, no un concierto

A modo de reivindicación, comienzo así mi artículo. Para el próximo carnaval, los gaditanos —o al menos su gran mayoría, a tenor de los comentarios, tanto los que me llegaron en persona, como los que ardían en las redes sociales—, queremos un pregón de carnaval. Porque lo que ofreció Pablo Carbonell en la noche del pasado seis de febrero, en la Plaza de san Antonio, tenía de carnaval lo que yo de monja clarisa. No puedo, ni deseo, erigirme en portavoz de Cádiz. Ni tengo autoridad para ello ni lo haría aunque la tuviera. Pero como me han pedido mi opinión, ahí va, creo que igual de respetable que la de los seguidores de Pablo o que la de aquellos a los que sí les gustó. Y sinceramente, espero no ofender a nadie con ella.

Se sabe cómo es Pablo Carbonell. Disparatado, irreverente, genial, dicen. Amo el surrealismo en todas sus corrientes artísticas: cine, literatura, teatro, pintura… Pero yo no entiendo —y perdonen mi ignorancia— su supuesto surrealismo. Y no se trataba de asistir a un «surrealista» concierto de Pablo Carbonell, o de Los toreros muertos. Se trataba de acudir a un pregón, al acto con el que se supone arranca oficialmente el carnaval de Cádiz, que, recordémoslo, está catalogado como de Interés Turístico Internacional. «Pues a mí me ha gustado«, me decía una amiga, fan de Los toreros muertos. No se trataba de que te gustara (o no). Se trataba de que Pablo Carbonell tenía que haber dado paso al carnaval de Cádiz. No confundamos al personal. Lo que el pueblo de Cádiz esperaba no era un concierto. Era otra cosa, escrita y desarrollada con mayor o menor fortuna, como así ha sucedido cada año en la historia de los pregones carnavalescos. En el suyo, poco, muy poquito, casi nada, se habló de carnaval. Lejos quedan hermosos pregones como los de Carlos Cano y Antonio Burgos, Fernando Quiñones, Carlos Herrera, Rafael Alberti, Rocío Jurado o Pasión Vega, o realmente divertidos como el de José Guerrero «Yuyu«, uno de nuestros más afamados artistas del carnaval. Eso sí que es surrealismo puro, con todos mis respetos para Pablo.

Para concluir, me hubiera gustado ser uno de los seguidores de Carbonell para haber entendido algo de su pregón, algo de lo que él mismo comentó al finalizar que «no había conectado con el público«. Un gesto que le honra.

Belén Peralta
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