Enlorquecidos

Lorca, el eterno

Lorca, el eterno

Llevo cerca de veinte años intentando discernir qué significa verdaderamente el «Romance sonámbulo» (verde, que te quiero verde/ verde viento, verdes ramas). Los hay que divagan e intentan averiguárselas elaborando teorías al respecto sobre muchos de los romances del «Romancero Gitano», yo no llego a ninguna, disfruto con la sensación que me deja leer, contemplo las escenas y, de vez en cuando, encuentro meta-significados que cambian con el paso del tiempo, o que encuentran significados paralelos. Comentaba el otro día en facebook, en la casualidad de una noche, que cuánto más leía a Lorca más me quedaba por leerle, pues no es el mismo Lorca un día tras otro, dejó en su poesía una suerte de significados en los que no soy capaz de anidar mi entendimiento.

Me parece un tipo cinematográfico, el ser que le hace los retratos a Morfeo. Es genial ejercer la poesía a base de cosas que no tienen por qué existir, o que existen de otra manera a la que nosotros pensamos. A veces leo a Lorca y veo que no habla de cosas terrenales, que hace sus poemas de la misma materia con la que se hacen los sueños (Shakespeare), al día siguiente leo el mismo poema o la misma escena y observo una escena normal y cotidiana.

Me apasiona de Lorca la conjugación que hace de la ruralidad andaluza más idiosincrática con la vanguardia más total. Caracoles que hablan de libertad, amores bajo olivares desgranados en una fantasía, una guardia civil traidora y negra, dolor amoroso incluso en el sombrero… Todo eso hecho canción de Extremoduro o letras de Camarón: Extremoduro hizo que «Los encuentros del caracol aventurero» se convirtieran en parte de «Puta», una de sus canciones insignes, Marea hizo del «Romance de la Guardia Civil española» su «Ciudad de los gitanos» y «Es verdad», junto con otros, forma parte del «homenaje a Federico» de «La leyenda del tiempo». Parece que todo estuviera hecho para que un pueblo soñara.

Nunca terminaré de leerle, de comprender qué pasaba en esa cabeza. Creo que la mejor explicación de Lorca la veo a través de fotogramas de Almodóvar, que años después puso de putas a los sacerdotes y de santas a los travestis. Por ejemplo, en «Volver», Penélope Cruz acaba de matar a su marido, lleva un escote hasta el ombligo y, encima, como para taparse la sexualidad, el delantal a cuadros que lleva sin instalado en las cocinas de España desde hace no se sabe cuánto tiempo. Esa provocación contra lo establecido, esa protesta agridulce, moldeada por las tradiciones más puras y arraigadas de la sociedad, ¡Esa perversión de la costumbre!, todo eso, al final, es Lorca… esa y otras cien mil. Nunca terminaré de leerle. El tipo es eterno.

Fernan Camacho
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