El Marqués del Piscolabis sufre en París
El Marqués del Piscolabis, personaje intrínseco a la propia sevillanía, dejó su andar hispalense por mirar la Giralda desde la Torre Eiffel, que, al fin y al cabo, es lo mismo, «pero se ve que a la Torre Eiffel le falta un pushero» observa el susodicho Marqués.
En sus epístolas a su insigne amada, que gentilmente nos ha dejado acceder a los archivos de su casa, podemos encontrar que el Marqués lleva buena vida, acude a los bistrot de la capital francesa a escuchar recitales de poesía, va al Louvre los domingos para encontrarle el sentido a la sonrisa de la Monalisa y admira, sentado en Saint Michel, la apostólica melancolía parisina.
No obstante, en esas epístolas antes referidas, se advierte un profundo pazos al abrir la nevera, reflejado, todo esto, en una poesía que envió a su señora y nosotros le transcribimos:
«Esho de menoh
la tapita d’adobo,
la gambita de Huerva
y la caña de lomo.
En la nevera
no encuentro mansanilla,
ni bote de gahpasho,
ni pinsho de tortilla.
Ar desayuno
me jartan de croasaneh
huntaoh con mantequilla
y paneh integraleh.
Parí é mu bonito
pa’ mirarlo na má.
Si vieneh, illa, tráete doh molleteh
de Los Palasioh tráete un tomatito
y jamón, manque sea en un mal sobre,
que muero, mi arma, por un serranito.
Esho de menoh
pedirme boqueroneh
que diga’r camarero
«tenemoh shisharroneh».
Eh máh, un día
en un bistró mu bonito
me esharon d’un guantaso
porque pedí shoshitoh.
Manda cohoneh
que si pido una Cruhcampo
dicen «quoi?» mas shoshitoh
lo entienden der carajo.
Illa, te quiero tela,
mas ven acompañá.
Tráeme, por favó, mi pushero en tape
con su pringá sagrada apartaíta
y si vas a ese bar que tú ya sabe
al olivo dale una pataíta.»
El resto del poema es referente a que también echa de menos a su amada, pero, en este caso, no nos han dejado transcribirlo porque «esas cosas ya son pa mi«, ha dicho ella.
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