
Pablo Neruda en Chile
A mi amigo Rafa J. Jiménez
autor de esa reflexión señalada
un martes en los que tenemos
arduos debates existenciales
Como diría Neruda, sucede que me canso de ser hombre, a veces, y camino. Todas las calles parecen estaciones, desde donde parten trenes circulares de casa al trabajo, al centro de estudios, al centro neurálgico del ser humano moderno. Hay sueños que no pueden ser, canta Fantine y se rompe, otra vez, la tarde.
El amor debe ser un autobús de línea, que viene y va del extrarradio y pasa al casco antiguo de Sevilla por la puerta de atrás, que a saber cuál es. La amistad, cosa del trabajo. La bondad, una feria para transeúntes, nómadas de sensibilidad. Será que la ciudad no es el hábitat de los humanos, sino una esfera que lo aísla del verdadero mundo*. “El mundo de fuera”, el que cuenta árboles por edificios y cuyos caminos no están señalados por asfalto.
Pero, de repente, se cruzan en nuestro paso los pájaros volando, y sonríen los niños en los parques, se hace, de nuevo, la vida y la belleza, los hacedores sacan sus aceitunas de los escasos olivos de la ciudad.
“Los hacedores”. Borges tiene un libro que se llama más o menos así por Homero, el hacedor mayor. Poesía viene de “poiesis” en griego, que significa más o menos eso. Cosa extraña la poesía, que hace y deshace al antojo del poeta. Tan indefinible que puede ser cualquier cosa y en cualquier cosa se convierte. Una religión de la que no te puedes salir es la poesía. Nadie puede decir “lo dejo” porque la poesía es tan indefinible que quién la reduzca a algo se equivoca. Todo lo bello, incluso lo hermoso que se esconde entre las profundas maldades de la vida, eso, por mucho que diga Bécquer, es poesía.
Y hoy había sido un día normal, pero llegó Neruda con un poema que se llama “oda a la pobreza”, acompañado de las notas de “I dreamt a dream”, del musical de Los Miserables, a través de la radio, luego llegó “semilla en la tierra”, maravillosa canción de Carlos Chaouen, ya puestos, luego “blood in my eyes” de Bob Dylan y seguramente, aunque esto será después de escribir, Claudio Rodríguez y su gentilísimo “a mi ropa tendida”.
Habrá sido un día como otro cualquiera, pero ahí están los libros para recordarnos que desde que el ser humano se humanizó, lleva diciendo que no habrá nunca nadie como alguien que seguramente hoy desconocemos, y al mismo tiempo, demostrando que, a veces, por cosas como la poesía, somos una especie maravillosa.
Esa es una de las razones principales para pensar que hay algo bueno que salvar de nuestro fugaz paso por el universo: Si hay poesía de por medio, podemos refutar a las almas más negras… Y entonces nos salvamos a nosotros mismos, lavamos nuestras manchas y, como escribe Claudio Rodríguez en “a mi ropa tendida”, nuestra alma, que parecía mustia, nos está bien: “Y ya sin machas: ¡ si hay algún valiente, que se la ponga!”. Todo sienta mejor si hay poesía de por medio.
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