
Modelo y estilismo: Teresa Bermejo Semprun.
Maquillaje y peluquería: Natalia Macoue.
Cuando llegué al taller de Camila vi de todo menos vestidos. Cuadros en las paredes, pinturas en las encimeras y en las mesas una especie de tablón gigante, que resultó ser un bastidor, con algo coloreado, lleno de papagayos, encima. Al fondo, una especie de lavadora, a su lado, algo extrañísimo, una especie de máquina de vapor de un metro de ancho. “Sirve para fijar los colores”. Efectivamente, lo que hay encima de las mesas, en vez de cuadernos llenos de bocetos, son vestidos de seda recién pintados.
¿Cuánto vale una obra de arte? Los cuadros también sirven para decorar, en este caso ni siquiera a una persona, estamos hablando de paredes. Todos hablamos sin aprensión de la expresión de los cuadros, de que hay que pagarlos porque imitaciones hay muchas pero verdaderos sólo hay uno y no es extraño admirar el hecho de decorar una casa con buenas piezas artísticas adquiridas a un precio moderado en el modesto hogar de la clase media, no obstante, ¿qué diferencia real, entonces, habría con un vestido? Camila se expresa en los trazos que hace sobre la seda, los llena de colores, aves, plantas, cambia el tono cromático que usa según su estado de ánimo e incluso la forma del vestido puede cambiar según esté. Quien lleva un vestido de Camila Velvet tiene la absoluta seguridad de que es una pieza de artesanía y que, arte o no, esa expresión es única e irrepetible, ella dice: “Todo está hecho a pincel así que nada va a ser igual, por mucho que utilice los mismos tonos o haga las mismas formas, no va a ser igual. El material es el material, puedes posicionar cada dibujo dónde quieras… Lo complicado es que tú haces un dibujo y tienes que ver dónde posicionar cada cosa, cómo concordarlo con lo demás (me enseña un trozo de tela inmenso y me dice:) esto es una pierna. Y si me equivoco tengo que volver a empezar todo el proceso. lo importante es el proceso de la tela y la personalidad que tiene al final del proceso el objeto. Ahora mismo está todo inventado, la diferencia es esa”. Jamás pensé que una pierna de la talla treinta y ocho pudiera ser, en realidad, semejante cantidad de tela.
Cuando le preguntas si vive de esto te dice que obviamente no. “Van saliendo cosas, pero ahora mismo no vivo de esto, terminé la carrera el año pasado. Este fue mi proyecto de fin de carrera, se me ocurrió trabajar la seda natural y me salió bien, a Alvarno, con quien trabajé después, le encantó. Los materiales son muy caros, la seda es muy cara… No, ahora mismo no puedo vivir de esto, pero le echo un montonazo de horas, trabajo un montón… y me gusta mucho, claro. Mi idea es que en la próxima colección haya mucho material para tiendas.” Hablamos sobre economía largo y tendido, ella es optimista y no le falta razón: hace un proyecto de fin de grado y meses más tarde ya se dedica profesionalmente a ello, lo puede decir poca gente; yo veo la botella medio vacía, pero el hecho es que podremos ver sus diseños en la XII edición de Andalucía de Moda. Viviendo de ello o no, Camila está en una constante progresión que todos suponemos que se materializará más pronto que tarde.
Hay preguntas que incomodan, el mundo de la moda es superficial, “super-superficial”, según Camila, “hay cosas que no te puedes comprar a no ser que te tri-sobre el dinero”. Da la impresión de que Camila está fuera de la paranoia y la histeria, fuera de los disfraces. “Yo no sigo demasiado la moda, pero intento ver algunas cosas porque me gusta estar en el mundo. Si ha sido la semana de la moda en París tengo que estar al tanto, pero no porque me encante la moda en sí, hay cosas que me parecen absurdas. Aparte de eso, es muy complicado, hay mucho chanchullo en los concursos nunca te acabas de creer que sea real”. La otra gran pregunta incómoda son las modelos; recuerdo una copla de Juan Carlos Aragón donde se denuncia la falsedad de un canon de belleza insalubre, Camila asiente con la conciencia tranquila: “Hay marcas de vaqueros que no quieren que su ropa tenga un determinado público, gordos, por ejemplo, no hacen más de una talla cuarenta, por ejemplo. En fin…”
Finaliza nuestra conversación, cuido de que la grabadora haya grabado, hacemos bromas; a mí, que soy de Ciencias Políticas, me dicen que opine sobre Podemos, a ella le preguntan si van bien vestidos. Yo reconozco, desde aquí, que ese día me recorté la barba. No se puede ir a este tipo de cosas de cualquier manera.
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