Letras flamencas

La Bienal: Tres patas para un banco

Cartel de la Bienal 2014 por Rafael Canogar

Cartel de la Bienal 2014 por Rafael Canogar

Por fin llegó la Bienal, quizá el acontecimiento de mayor repercusión mundial en cuanto a Flamenco se refiere. Y lo hace como siempre, cargada de ilusión, trabajo, esfuerzo y compromiso. Con un formato que intenta aprovechar al máximo la riqueza de este arte en cuanto a formas se refiere, presentando para ello una oferta cultural llena de espectáculos adaptados a un público cada vez más heterogéneo.

Resulta llamativo pues que, a pesar de su intento, edición tras edición nadie consiga equilibrar el banco que la sostiene. Así, a lo largo de este artículo daremos una opinión “light” sobre los motivos por los que cojea, centrándonos en las tres patas del banco: público, artistas y críticos. Esta opinión, personal evidentemente, no es más que un parecer.

Sin más dilación, que la prisa apremia, vamos a meternos en faena.

El primer activo es el público, apoyo económico, siendo este el más sencillo de comprender. Si tiene dinero podrá ir a todos los espectáculos que quiera y, como la oferta es muy amplia, quedará satisfecho. Si no lo tiene, se tendrá que conformar con asistir a un par de actuaciones y contentarse con la oferta gratuita. Lo segundo viene a resultar en lo normal ya que las entradas no son muy baratas y lo tiempos no están para derroches.

Su comportamiento no resulta atípico. Suele ir a ver a sus artistas favoritos, por lo que seguramente disfrute de la actuación. Si no le agrada, sencillamente guardará silencio y tendrá la sensación de que no ha valido la pena ir al evento.

Dentro del público asistente el perfil es muy variado pero fácilmente diferenciable. Hay tres estereotipos bien marcados: el fanático, el que pasaba por allí y el aficionado cabal. Generalmente pasan desapercibidos independientemente de su perfil y solo los maleducados, normalmente un pequeño grupo de los centenares allí presentes, darán la nota negativa. Debemos destacar que no por ser los más previsibles sean los menos importantes, ya que al fin y al cabo son los que pagan y merecen el mayor de los respetos por parte de los artistas y críticos, aunque muchas más veces de las deseadas no se dé el caso.

Por ahora todo es simple y sin dobleces.

Después viene el pilar principal. Los artistas. Que durante veinticuatro días ponen toda la carne en el asador, exponiendo una obra a la que han dedicado casi dos años de preparación y que les va a permitir, si la suerte les sonríe, darse a conocer, asentarse o reivindicarse dentro del panorama flamenco. Por tanto, nadie saldrá indemne de la Bienal. Habrá fracasados y exitosos. Vencedores y vencidos.

Dentro de los artistas hemos simplificado, quizás en exceso, entre ortodoxos y heterodoxos. Por regla general estos últimos se ven sometidos a una crítica extrema, algo consecuente teniendo en cuenta el riesgo y dificultad de sus propuestas, además de la máxima expectación levantada entre el gran público.

Por último están los críticos. El enlace entre el artista y el  gran público, su nexo de unión. De ahí que su responsabilidad se antoje crucial dentro de la difusión del espectáculo, adquiriendo mayor importancia si cabe en casos donde solo una mínima parte de los interesados ha podido conseguir entradas. En ellos está la llave que abre la puerta del triunfo o del calabozo.

Dentro de estos también hemos hecho una clasificación básica. Están los respetuosos y los irrespetuosos, siendo estos últimos los que hacen saltar la liebre y a los que nos dirigimos.

Empiezan las curvas.

Se puede comprender que debido a su experiencia y conocimiento, los críticos de mayor importancia sean más exigentes, ya que han tenido la suerte de ver a muchos de los grandes. También se asimila que la Bienal representa una ocasión única a la hora de ganar adeptos, por lo que las plumas, al igual que las espadas, estarán más altas y afiladas para la ocasión. Todo se tolera menos la falta de respeto continua a los artistas, cosa que, por desgracia, es una constante.

Y es una constante porque los crítico maleducados, en su despiadada opinión, se olvidan de que detrás del espectáculo hay personas que lo han dejado todo en busca del éxito, por muy frustrante que sea el resultado. Y aunque también sea cierto que, poseídos por un afán de gloria incontrolable o por pura necesidad de expresión, a veces se enreden en aventuras carentes de trasfondo, concepto y calidad,  nada justifica una crítica desmedida.

Porque muy pocas veces, por no decir ninguna, se leen críticas que propongan mejoras o que den un razonamiento objetivo del porqué del resultado. En cambio, a menudo pueden verse críticas feroces, desequilibradas en su mayoría e injustas. Con distinto rasero y alevosía. Deberían saber las plumillas del oficio que “cuando uno dice algo de alguien, dice más de uno que de alguien” y ellos mismos se retratan con su falta de tacto, dulzura y empatía.

Por eso, si hay que decidir qué pata desechar, argumentando falta de equilibrio de la Bienal, no se extrañen que un servidor se despoje de la pata de la crítica y se quede con las patas del público y del artista, sin cualquiera de las cuales, no se mantendría en pie el fascinante mundo del Flamenco.

Miguel Ángel Alonso
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