Entrevistas

Carlos Pérez Torres: «La literatura nos reconcilia con el mundo aliviándonos la carga de su peso»

Carlos Pérez Torres: «La literatura nos reconcilia con el mundo aliviándonos la carga de su peso»

De entre todas las profesiones, la que más admiro es la de maestro. Por el compromiso con el acontecer, por la firme creencia en un mundo mejor, por la sensibilidad, por la valentía y perseverancia. Si a esta lista de atributos sumamos una especial preocupación por pensar cada fragmento de tiempo y depurar el pensamiento a través del ejercicio de la palabra, entonces la figura resultante merece todo mi respeto. Carlos Pérez responde, con precisión, a esta radiografía; este escritormaestro lleva años ejerciendo su profesión con pasión, al tiempo que la compagina con su otro aliento, la literatura.

En Sobre el papel (Punto Rojo, 2012), el malagueño recopila una selección de textos de entre las colaboraciones que conformaron su firma para YMálaga, medio que dirigía el desaparecido Paco Rengel. Sobre el papel se divide en dos partes, una que aúna los trabajos realizados en el campo de la ficción literaria, y otra que recoge el trabajo ensayístico del autor. Facetas que permiten al autor pensar la realidad, el acontecer, y al mismo tiempo ficcionarla, darle una nueva perspectiva utilizando la ficción. Esta combinación de contrastes hace de Sobre el papel una suerte de manual para el ahora, un ahora que, como bien sabe el autor, depende más de la mirada que del que mira.

¿Qué buscas sumar con Sobre el papel?

El proyecto de este libro surgió estando ya bastante avanzado el número de mis colaboraciones periódicas en un diario digital (YMálaga): la clásica idea de selección y recopilación. El objetivo de cada uno de esos textos breves era amplificar el marco de referencias, sensaciones o evocaciones a partir de lo que uno puede imaginar por una parte, o razonar por otra. Podría decirse, entonces, que más que sumar, busco multiplicar.

Todo ese caudal que leíamos sobre la pantalla se encauza y ordena sobre el papel en las dos partes del libro: un universo de fabulaciones junto a otro de argumentaciones.

Intuyo que, en ese trabajo minucioso y cuidado de recopilación de lo escrito, habrás encontrado memorias, silencios, fragmentos de ti quizá no olvidados pero sí perdidos en el tiempo. ¿Qué te ha aportado este trabajo de recopilación de los diversos artículos y cuentos?

Sobre todo, una conciencia de pluralidad. El mundo no es unidimensional y cada uno de nosotros es una realidad poliédrica. En mis publicaciones anteriores siempre imperaba un tono lírico determinado que intentaba dar cierta cohesión a un conjunto de poemas, y el devenir cada relato solía girar en torno a un tema principal que le servía de eje. Aquí, en cambio, hay retazos de ingenuidad, desencanto, ironía, resignación, inconformismo, alegría, tristeza, ingenio, indignación…,  la pluralidad de momentos que es la vida.

¿Y qué ha sido más complejo en el proceso de ordenación?

Resulta complicado buscar un orden porque las sensaciones van llegando según las compañías que tengas, los estímulos que sientas, los acontecimientos que vivas…, independientemente de tu voluntad. A lo largo de las veinticuatro horas del día, cada uno de nosotros va atravesando fases de euforia, de buen o mal humor, concentración o dispersión, ensoñación, cansancio… Cada relato o artículo de este libro podría muy bien ser una pieza de ese rompecabezas.

Al final, el orden cronologico ha sido el criterio formal, y por eso se indica junto a cada texto la fecha de su aparición en la web de la publicación (www.ymalaga.com).

En Sobre el papel, cultivas el artículo ensayístico y el género breve. ¿Dónde te encuentras más cómodo?

Siempre que he escrito poesía o ensayo he sentido un compromiso mayor, digamos, con la verdad. Sin mayúsculas, me refiero solo a la verdad de lo que siento o de lo que pienso.  En cambio, en la ficción me siento mucho más libre. Los relatos me permiten coger elementos de mi realidad para disponerlos junto a otros procedentes del aluvión de noticias que he oído o inventado, libros que he leído o películas que he visto, acontecimientos que he vivido o que recuerdo que pudieron haber sucedido aproximadamente así; todo eso junto al rico subsuelo de las fantasías propias, las obsesiones, los temores o las preferencias personales.

Me gusta afrontar el reto de la verosimilitud, que siempre ha sido un procedimiento eminentemente literario.

Son muchos los elementos o asuntos que conforman el andamiaje de cada artículo y cuento. De entre todos, destaca la observación, una suerte de preocupación por el presente a través de una mirada personal, singular. ¿Este elemento nace de una forma concreta de trabajar o es algo natural?

Esa mirada singular es el sello que siempre quise reservarme como colaborador en el periódico. La ‘preocupación por el presente’ de la que hablas es un tema clásico del periodismo, pero yo centraba mis colaboraciones, de un modo u otro, en la literatura, y abordaba sin complejos la intemporalidad en muchos de mis asuntos.

Este proyecto sí que me ha hecho cambiar la forma concreta de trabajar, pues la estrechez del número de palabras asumible para la extensión habitual de un artículo periodístico me ha obligado a condensar mucho el contenido de los míos agudizando la capacidad de observación y de síntesis, y la experiencia  – nueva para mí –  de contar una historia en el margen de un folio y medio, o dos a lo sumo, me ha descubierto el cuento como un género muy proclive a la experimentación literaria, potenciando el enorme valor de las elipsis para tener en cuenta por igual lo que ha de contarse y lo que no.

Si tuvieras que destacar algún cuento y artículo, ¿por cuáles te decantarías y por qué?

Por razones sentimentales, de la primera parte elegiría el cuento titulado “La última raya del mapa”. Mi padre falleció hace algo más de un año, y ese cuento se basa en detalles reales y está dedicado expresamente a su memoria.

En la segunda parte hay un artículo bastante atípico, titulado “Citas”, que siempre ha sido muy bien recibido en las lecturas y presentaciones que he hecho del libro. Juega con la ambivalencia del término y traslada a través de una personificación un mensaje lleno de fascinación y sensualidad.

A lo largo de tu amplia trayectoria ya no sólo como profesor en un IES sino como agente en el campo de la animación a la lectura, habrás visto pasar todo tipo de estados y perfiles. En relación con esto desde tu subjetividad, ¿qué aporta la literatura  a la sociedad?

Al final de la página 121 de mi libro encuentro una buena respuesta para esta pregunta:

«La literatura se convierte en un modo diferente (más ameno, desde luego, que consultar archivos y revisar códigos legislativos o tratados de historia o sociología) de explorar los modos de vida y relación a lo largo del tiempo. Asomarse a ella es como visitar las sucesivas plazas mayores de todos los pueblos y civilizaciones que han ido existiendo desde que el mundo es mundo y se dispone de algún modo de dejar constancia escrita de su paso por él. Leer esos libros clave de la historia de las diferentes literaturas nacionales supone empaparse del agua clara de tantos y tantos afluentes que acaban reuniéndose en el curso común del río  que a todos nos lleva. Es como si la urdimbre de tantas historias pequeñas individuales fueran entretejiendo la historia grande general.»

Por lo tanto, yo resumiría diciendo que la literatura nos reconcilia con el mundo aliviándonos de la carga de su peso y ofreciéndonos un sentimiento doble de identidad individual y de pertenencia a una colectividad.

Hablemos ahora de tu labor docente. ¿En qué momento se encuentra la comunidad educativa? ¿Cómo han afectado los recortes en materia presupuestaria?

Son malos tiempos para la educación, como para casi todo. Con la excusa de los años de recesión, hay orquestada una serie de oscuras manipulaciones que presentan como únicas ‘soluciones’ posibles operaciones que conducen inexorablemente al empobrecimiento – literal y figuradamente hablando – de la vida de cualquier ciudadano medio, cualquier trabajador, toda persona normal y anónima. Precisamente la educación debería ser el antídoto contra tanto veneno, el campo que más se debería prestigiar y en el que más habría que invertir. Desgraciadamente, los hechos demuestran que las instituciones y los resortes del poder no están precisamente por esa labor.

Al menos, de nuevo la literatura puede quedarnos como instrumento para la liberación o la exorcización, a veces como cauce para la denuncia y a veces como mero refugio ante tan sombrío panorama.

 Carlos Pérez Torres - SOBRE EL PAPEL

Cristina Consuegra
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