Según varios medios, un Guardia Civil grabó una agresión sexual, lo cual está bastante feo ya de por sí, pero es que encima el tipo se ríe. Múltenlo no sólo por su atroz comportamiento, también por hiena. En estos casos lo normal es que al tipo lo sancionen; lejos de ello, ha sido indultado por Gallardón. Según www.eldiario.es, el policía es hijo de un concejal del PP, palabras mayores.
Desde hace un par de siglos se viene dando el requisito de que para que una democracia sea tal cosa debe tener una separación de poderes, a saber: Ejecutivo, Legislativo y Judicial. Si cualquiera de los tres se mete en el terreno del otro, sobre todo el Ejecutivo en el Judicial, se considera que se cae en lo que en terminología jurídica se llama “una cosa chunga”, que es, para los que no estén demasiado puestos en el tema, algo así como bajar a Segunda en calidad de países.
Otro de los requisitos considerados indispensables es que en una democracia se elige a los representantes. España está absurda por muchas cosas, pero esta quizás sea la más importante: somos la leche de democráticos a la hora de criticarlo todo con una igualdad supina, por ejemplo, la no convocatoria de Llorente (qué descalabro), la trenza supertrendy de Doña Letizia (qué disparate) o el rechazo del último ornitorrinco de Mujeres y Hombres y Viceversa (qué escándalo). Somos un referente democrático para todo menos para separar los poderes y elegir a nuestro Jefe de Estado. Para todo lo demás, un ejemplo a seguir por cualquiera.
Yendo a una generalidad de lo absurdo, precisamente compartiendo la noticia de Eldiario.es, me he dado cuenta de que Facebook te felicita por saber o haber aprendido a compartir cualquier cosa. “¡Felicidades, este elemento se ha compartido en tu biografía!” A lo que uno quisiera poder responder: “Gracias, ha sido un trabajo arduo que ha durado mucho tiempo, compartir esa noticia es el sueño de todos los niños de Sevilla Este y lo he podido lograr. Se lo quiero dedicar a mi madre y a mi hermano, a mis colegas y a las víctimas de los sucesivos ataques de la Bruja Blanca en el país de Narnia, con quién quiero mostrar mi solidaridad. ¡Fuerza, Narnia! ¡Agunate, Narnia!” Pero siempre se me olvida y al final, nada. Teniendo en cuenta que ese gesto es uno de los más influyentes de nuestra era, que a uno se lo agradezcan es de agradecer.
Y por encima de todo esto, está el hecho de que ya no se puede hacer nada sin que te graben. Los dos gestos más primitivos del ser humano (el sexo y las peleas) han dejado de poder hacerse en la calle a escondidas, lo uno, y en discretos callejones, lo otro. Las peleas siempre han sido menos vergonzosas que el fornicio, lo cual dice mucho de la especie humana, pero ni eso se puede hacer sin que te graben. No digamos ya “el quererse”. En cuanto a las peleas, lo malo no es que uno lo grabe, lo realmente malo es que no se separe a los dos energúmenos (o energúmenas), se disfruta de la salvajada y se presume de ello en las redes: “Yo estuve allí mientras er Cabesa le pegaba al capullo der Jimy”. Si pudieran incluso se harían camisetas. En cuanto a lo del sexo callejero, ¿qué vamos a decir? Según mi humilde parecer, el hecho de grabar supone sorpresa o asombro, observo, por tanto, que grabar las relaciones íntimas de dos personas (o cuantas sean) es porque el grabador considera el acto una extrañeza o que la grabación es fruto de una envidia morbosa que resulta irrisoria, además de una total desconfianza en uno mismo: si el que graba tuviera algún indicio de que a él (o ella) también pudiera pasarle, seguramente la empatía haría su efecto y ni se le pasaría por la cabeza porque cualquier día le pueden pillar en un por aquí te quiero ver y grabarlo, pero claro, si sabes que eso no va a pasar…
No es que seamos tontos de nacimiento, es que el cerebro no se considera objeto de entrenamiento y todo se proyecta. La música de las radios es fácil, no entraña ningún tipo de complicación intelectual, los libros más vendidos últimamente son simples palabras una detrás de otra y, precisamente, un programa que se dedica a sacar los trapos sucios de cualquier persona es lo más visto de las tardes. ¿Cómo no va a querer tener cualquier imbécil su minuto de gloria grabando una escena de sexo o de violencia furtiva para compartirlo con su comunidad de simios? ¿Cómo no va a compartirlo en las redes sociales? ¿Qué carajo le puede importar el hecho de que, entre unos y otros, nos están destrozando? Al fin y al cabo, el debate república versus monarquía (mi, quizás, desafortunado ejemplo) es uno de tantos, y lo malo no es ni mucho menos ser monárquico o lo contrario, sino la carencia de opinión contrastada y meditada sobre algo tan decisivo. Si la especie humana sigue así, en un millar de años, seremos unos monos de músculos esculpidos en mármol, unos seres apolíneos, pero monos, al fin y al cabo. Con las danzas de apareamiento que todos los fines de semana se desarrollan en las discotecas, con la comunicación animal que se copia de las canciones de la radio y con la capacidad lingüística de una televisión que se agota. Eso sí, Facebook e Instagram estarán llenos de unos selfies preciosos.
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