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Salvador Perpiñá: «Cuando la conciencia colectiva aplasta toda forma de disidencia en forma de conciencia individual, sólo queda el recurso de la emboscadura»

Salvador Perpiñá: «Cuando la conciencia colectiva aplasta toda forma de disidencia en forma de conciencia individual, sólo queda el recurso de la emboscadura»

Entrevista emocional al escritor y guionista Salvador Perpiñá

En su libro de relatos “Prácticas de Tiro”, editado por Cuadernos del Vigía, Salvador Perpiñá se acerca íntimamente a la esencia de tres personajes dispares que anhelan lo mismo, dejando su descubrimiento en manos del lector e incitando a la reflexión. Un enfoque filosófico de cómo enterramos nuestras inquietudes, maquillándolas  de cotidianeidad  y  dejando que sean arrastradas por los dogmas de la conciencia colectiva. La descripción de las percepciones y el lenguaje interior de sus personajes  es un recorrido  de 20.000 lenguas de viaje subliminar a las entrañas humanas.

¿Crees que los cuentos son la mejor forma de llegar a la conciencia del inconsciente?

Creo que la literatura en general -no me gusta compartimentar géneros- no solo puede sino que debe expresar lo inefable. Una buena definición de lo consciente sería: aquello que es decible. Por tanto hay que sumergirse a pulmón en las zonas no verbales de la experiencia y tener los cojones de articular con lo que allí encuentres un discurso.  Yo estoy en ello.

¿Mezclas recuerdos, sueños o ficciones?

Nuestros recuerdos y nuestros sueños se articulan en forma de relato. No existe tal cosa como un recuerdo objetivo, constantemente ficcionalizamos nuestra memoria, reconstruimos nuestro pasado con ayuda de lo que hemos vivido, lo que hemos leído, el cine, las historias que nos han contado. Estamos hechos de historias.

Tus personajes anhelan dar sentido a su existencia proyectando sus emociones , ¿qué papel cumple la soledad en ellos?

Menuda tarea la de la búsqueda de sentido, uno corre el riesgo de agotar una vida en ella. Lo cual, paradójicamente, no tendría demasiado sentido. La soledad es la esencia de la condición humana. La aparición de la consciencia, la escisión del yo, es el principio de una irremediable soledad. El amor, la amistad, la embriaguez, la adhesión a credos o ideologías, son simulacros muy útiles para olvidar que hemos sido arrojados aquí solos y solos nos marcharemos.

Siendo los ámbitos culturales a veces demasiado delimitados, tendiéndose a la especialización, ¿cómo has llegado a ser una persona tan polifacética en tus intereses (vas sobraito a nivel musical, fotográfico, cinematográfico , literario y pictórico)? ¿Alguna sugerencia?

No diría yo tanto. Soy un diletante sin remedio. Mi curiosidad es extensa, lo que me ha permitido no ser experto en nada y apasionado por todo. Esto me ha causado ciertos problemas de dispersión, carezco de esa mística tozudez que te permite escribir grandes monumentos que desafiarán el paso del tiempo. ¡Qué le vamos a hacer! A cambio creo que ha beneficiado a mi escritura. La música enseña un sentido de la medida, del ritmo y del gesto, la pintura y la fotografía afinan y ahondan tu mirada.

¿Qué emoción te provoca el adjetivo “hipotético”?

Jajaja… pánico y una vergüenza que todavía aflora. Aclaremos la historia al lector. Tenía veinte años y como escritor era un buen imitador de voces ajenas sin nada que contar. Un amigo me consiguió el contacto de un lector de una importante agencia literaria y le envié un manuscrito. Quería hacerme el ingenioso a toda costa y pensaba que el “estimado sr. X” del encabezamiento resultaría decepcionantemente convencional. Buscaba otro adjetivo, un adjetivo que expresara el hecho de que yo no lo conocía y no podía imaginarme ni su aspecto ni sus gustos. De entre todos los adjetivos posibles tuve, fatalmente, que elegir ése y encabecé: “estimado e hipotético sr.X”. El sr.X no me lo perdonó y me respondió con una crítica demoledora –y sin duda merecida- de tal crueldad que me quitó las ganas de escribir por muchos años. Niños, usad con propiedad los adjetivos, es mi consejo de hoy.

¿Con qué personaje de tus cuentos empatizas más?

No podría haberlos escrito si no empatizara con sus protagonistas. Todos ellos son fragmentos de mí mismo. No me resultó difícil ponerme en el lugar de una figura aparentemente tan alejada de mi experiencia como la del sacerdote del primer cuento, porque todos hemos sentido el dolor atroz de un amor que ni siquiera puede nombrarse. Alguien que yo fui está en esa vida, entre embrutecida y letárgica de Rafael, que en el segundo cuento y sin saberlo se asoma al corazón del mal y regresa intacto a los brazos de su mujer. Y finalmente Ariel, el pobre, ciego, insensato, antipático Ariel de “Campos de fresas para siempre”,  ¡cómo no va uno a entender al adolescente que fue!

Nuria Ortega y Salvador Perpiñán en la Feria del Libro de Granada

Nuria Ortega y Salvador Perpiñán en la Feria del Libro de Granada

Cuadernos del Vigía es una editorial granadina que cuida mucho la elección de sus escritores y la parte artesanal de sus ediciones,  ¿cómo ha intervenido en el encaje de tus piezas?

Miguel Ángel Arcas es un editor exigente y obstinado. Recuerdo haber discutido durante una hora y media por la pertinencia de un gerundio. Aparte del inevitable lavado de cara ortotipográfico propio de cualquier edición, le tengo que estar muy agradecido por haberme presionado -ante mis escandalizados aspavientos de diva ofendida- para que buscara un final diferente al tercer relato “Campos de fresas para siempre”. Han quedado por el camino varios finales alternativos, posibles desenlaces no carentes de interés, pero que permanecerán en el reino de la pura posibilidad, como aquellas mujeres que hemos deseado pero con las que no nos hemos acostado.

Tres cuentos. ¿Aquí lo bueno si es breve tres veces bueno?

Son más bien relatos de media distancia, en oposición a la brevedad que parece tendencia dominante. No pretendo ser intempestivo, es que el mundo me ha hecho así. Pero sí, la misma colección donde he publicado pretendía apostar por una selección breve y concentrada, que suscitara el deseo de más textos futuros.

Podrías definir tu estilo literario, y si a tu libro lo acompañara una película, una canción, un cuadro, ¿cuáles elegirías?

No sabría como definir mi estilo, entre la distancia analítica y la emoción torrencial, entre las topografías morales y la sensualización del lenguaje. “Desesperación y risa”, el nombre de un breve relato que escribí hace poco (y que no aparece en el libro) quizás sería una adecuada aproximación. Si hay algo que me cuesta la vida es tener que elegir, así que lo haré por las bravas y contradiciéndome a fondo. No sé si una película, pero sí que me veo reflejado en una hipotética (ejem) mezcla de Paul Schrader con algo del humor cervantino de Alexander Payne. ¿Una canción? Te digo dos, “Strawberry Fields Forever”, en el título mismo de uno de los relatos, y “The Electrician” de Scott Walker, opulenta, misteriosa, desaforadamente apasionada, a ratos resplandeciente y a ratos siniestra. ¿Un cuadro?, “Melancolía y misterio de una calle” de De Chirico.

Me gustó mucho la exposición de dogmas emocionales del último cuento; como un adoctrinamiento al que estamos expuestos, ¿crees que la conciencia individual está por encima de la conciencia colectiva?

No creo que estemos expuestos a un adoctrinamiento. No comulgo con esa visión de un mundo condicionado anticipadamente por los designios de una pequeña camarilla de hombres encorbatados. Lo que hay es un juego con frecuencia caótico de codicias y voluntad de poder, choque de ideologías, interferencias, hechos imprevistos (los cisnes negros de los que hablaba Nassim Taleb en su ingenioso pero alargadísimo ensayo), turbulencias, puro juego del caos creando formas nuevas e inesperadas. Los dogmas emocionales no los crea una élite dominante, surgen como zeitgeist, como espíritu de la época y los astutos comerciantes no hacen sino ofrecer al público lo que éste quiere. Un avispado californiano de nombre George Lucas lee a Joseph Campbell que a su vez leyó a Vladímir Propp y a James Frazer, crea una mitología recalentando viejas leyendas con unas gotas de Carlos Castaneda y de Jung, et voilà, surge Star Wars en mitad de los años setenta. Contra todo pronóstico (los grandes estudios no confiaban en aquel engendro naive y medio hippy) es un rotundo éxito, mandando al carajo toda futura posibilidad de un cine adulto y popular y creando una cosmogonía más significativa para los que tienen menos de cuarenta años que toda la Biblia. Darth Vader diciendo “soy tu padre” es más relevante que el “Dios mío, ¿por qué me has abandonado?”. Así funcionan las cosas. Como veo que he desbarrado un poco me ceñiré a la pregunta. No podemos escapar a la conciencia colectiva,  pero cuando ésta aplasta toda forma de disidencia en forma de conciencia individual, la cosa se pone fea y sólo queda el recurso de la emboscadura. De la emboscadura hablaremos otro día.

Demostrado tu talentoso estilo literario, ¿cuál es tu próximo enfoque?

Continúo en el mundo del guión, porque me gusta y porque es mi medio de subsistencia, pero tras años de abstinencia mi hambre de escritura es insaciable. Voy a seguir haciendo literatura, no sé si el mundo necesita otro escritor, pero yo desde luego sí necesito escribir. Dar con lo que Flaubert llamaba “le mot juste”, acertar con una inesperada y reveladora combinación de adjetivos, se me ocurren pocos placeres comparables y caso de que se me ocurrieran no los iba a confesar en público.

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