Todos los argumentos por la monarquía
Con todos los respetos, me parecen miedosos y anticuados. Desde luego, creo que a Su Campechanidad el Rey le tenemos que agradecer parte de estos años de estabilidad institucional, pero no se puede vivir tanto tiempo del pasado.
No caeré en aquello de calificar personalmente al Rey, me parece lo último criticable, amén de que el hecho de que haya frecuentado prostíbulos, engañado a su mujer y otros pochocientos rumores amarillistas sin confirmar no me conciernen absolutamente nada, es más, ni siquiera me afectan como ciudadano. Lo que yo critico profundamente es mi sometimiento a una Constitución que ni siquiera he votado y a un Jefe de Estado que no he elegido.
¿En qué momento se me dio la opción a mí, ciudadano español de veintitrés años, de perder o no perder esa parte de mi libertad?
He escuchado, sobre todo, dos argumentos estos días: “Nos trajo la democracia” y “prefiero este rey a un político corrupto”.
Mi respuesta al primer argumento es la que me daba mi padre: “¿Un premio por aprobarlo todo? Ese es tu deber, nada extraordinario, nada que premiar”. Anda que si no nos llega a entregar esta democracia, por cierto, tan escandalosamente deficitaria, se hubiera coronado (y nunca mejor dicho). ¿No es un poco lógico? ¿De verdad tenemos tan poca fe en la humanidad que hacer lo que se debe nos parece algo tan sorpresivo y glorificante?
“Prefiero este rey a un político corrupto”
Al segundo argumento, “prefiero este rey a un político corrupto”, podría responder con un apellido vasco: “Urdangarín”, y quedarme ahí sin decir nada más.
Pero me parecería una falta de respeto a quien me lea, creo que es mucho mejor argumento la propia historia de los Reyes de España. Los Felipe IV, Carlos II, Fernando VII, su padre Carlos IV, o Alfonso XIII (abuelo de Juan Carlos I) y el largo etcétera de incompetentes, corruptos y desinteresados que han llevado, desde los Reyes Católicos, la Corona de este país que cuenta por cada año de ilusión quince de desgracias, y por cada conquista un retraso o una barbarie.
Puestos a vivir del tiempo, este Rey nos ha salido bueno, pero tenemos toda una retaíla de nombres que no. Este Rey nos ha traído esta democracia con minúsculas, pero la Monarquía española tiene más cosas de las que avergonzarse que de las que estar orgullosa.
Por si la historia no nos demostrara que las figuras porque sí no tienen por qué traer nada, ni bueno ni malo, y que el azar genético no es un buen consejero, lo bueno que tendría un político corrupto es que de parecernos corrupto, malvado, un híbrido entre la crueldad y las tinieblas, o, lo que es aun peor, sevillista, a los cuatro años lo cambiamos y se acabó lo que se daba.
Desde luego, me parece loable ser monárquico; de hecho, según la teoría de la legitimidad de Weber, es perfectamente entendible por el carácter “tradicional” que lleva consigo. Pero hay algo que, aparte del debate monarquía o república, me parece absolutamente deleznable. Vale que se sea monárquico, pero que no me dejen votar en un referéndum si, como ciudadano, quiero una cosa u otra es otro de esos detalles que hacen que esta Constitución, a mis 23 añitos, sea menos mía y me represente menos de lo que lo hacía hace una semana. Y ya era poco.
También te puede interesar...
- Un Flamenco que hable de nuestra generación - junio, 2019
- Anatomía, receta y composición de Juan Carlos Aragón - mayo, 2019
- Cádiz industrial - febrero, 2018
