Nota: el siguiente texto es la presentación del libro La Ilustración Regional (1974-1976). Una revista para la Transición andaluza, del historiador Manuel Ruiz Romero, a cargo del propio autor. Este volumen se presenta hoy viernes, 6 de febrero, en Sevilla.
Los años finales del régimen de Franco fueron críticos en cuanto a lo que se jugaba la sociedad española y, en tanto esta etapa última significa un momento de crisis y de rearme ideológico (“refascistización”, así le llama Tusell). En ese contexto aparece en el panorama del tardofranquismo la publicación mensual La Ilustración Regional: la primera con la pretensión entre sus objetivos de ser “una revista para Andalucía, en defensa de Andalucía”, según recoge su primera editorial y la publicidad que emite entre sus páginas, con objeto de “crear un estado de opinión sobre las múltiples, graves y urgentes cuestiones que existen en este momento”.
Por citar algunas breves características de su estructura interna y en cuanto a su identidad corporativa, cabe señalar que la cabecera es editada en Sevilla desde septiembre de 1974 a enero de 1976. De sus 16 números, uno (el sexto) sufre secuestro por parte de la censura bajo acusaciones de “incitación al separatismo”, a la vez que en dos de sus números (15 y 16) ejerce la autocensura en previsión de lo que se daba a denominar como “secuestros preventivos”.
Es innecesario subrayar la importancia del periodo con Arias Navarro en la Presidencia del Gobierno donde ven la luz sus páginas, pero sí parece obligado insistir en la importancia del medio para su público y ámbito territorial en el marco socio político del momento. Se hace preceptivo señalar que, como otras tantas de su época, pretendió ser la voz de unas élites moderadas, regionalistas por vez primera y comprometidas con la restauración democrática. Aspiró ser una revista de pensamiento que asumió para sí el reto de la concienciación andaluza y democrática a partir de determinadas temáticas emergentes del momento (defensa del medio ambiente, del patrimonio, de la identidad andaluza, de los derechos civiles y laborales, pacifismo, pluralidad religiosa, restauración monárquica, proyección europeísta…) La calidad de las empresas que se anuncian es buena prueba de la clase media a la que se dirige, mientras que gran parte de las firmas colaboradoras o personas entrevistadas dibujarán en un futuro inminente buena parte del abanico parlamentario que representa Andalucía en las primeras elecciones democráticas.
Entre los colaboradores habituales cabe citar a: Fernando Álvarez Palacios, Manuel Pizán, José Aumente, Castilla del Pino, José María González Ruiz, Juan Antonio Lacomba, Roberto Mesa, Isidoro Navarro, Antonio Ojeda, Víctor Pérez Escolano, Antonio Rodríguez Almodóvar, José Rodríguez de la Borbolla, Alejandro Rojas Marcos, Amparo Rubiales, Soledad Becerril… Entre los personajes entrevistados de los que la cabecera se hace eco: Jose Mario Armero, Joaquin Rodríguez Walker, Fernando María Castiella, Manuel Jiménez de Parga, Dionisio Ridruejo, Raúl Morodo, Joaquín Ruiz Jiménez, Antonio Fontán, Alejandro Rojas Marcos (quien expone por vez primera el concepto básico del andalucismo político de Poder Andaluz)… y entre los periodistas que representan su Consejo de Redacción: Antonio Burgos, Antonio Checa Godoy, Eduardo Chinarro, Nicolás Salas, Ángel Fernández Millán, Fernando Ortiz, Antonio Ramon Espejo, e Ignacio Romero de Solís, quien junto a Javier Smith Carretero y Miguel Angel Egea serían los tres directores que tiene el medio.
Desde la década de los sesenta la sociedad española experimentaría un conjunto de sinergias que, pese a la rigidez del régimen franquista, alimentaron en algunos sectores la esperanza de una renovación política en paralelo al desarrollismo económico que caracterizó este periodo de nuestra historia. Superado el aislamiento internacional, la progresiva bonanza socioeconómica incitó a un calculado maquillaje del régimen Franquista que, tras una cosmética liberalización de sus estructuras en un relativo corto espacio de tiempo, acabó por confirmarse como un factor de catalización social en beneficio de nuevas mentalidades.
En ese nuevo escenario político, el régimen regeneró su control sobre los profesionales y empresas de la comunicación actualizando a los nuevos tiempos la vieja y bélica norma de 1938. Siendo ministro Fraga Iribarne, ve la luz en 1966 una Ley de Prensa e Imprenta que toma para la Historia de la Comunicación el apellido del veterano político conservador ya fallecido. No se trata en ningún caso de una norma que impulse la libertad de expresión en su sentido más genuino. Más bien, de un desarrollo más liberal que posibilitó, siempre bajo un estricto control de la autoridad del régimen, la emergencia de un conjunto de temáticas, iniciativas empresariales y cabeceras de todo tipo, que fueron, poco a poco y no sin el peso de una calculada represión, creando una opinión pública en el seno de una dictadura donde la opinión publicada venía siendo algo habitual.
Sobre aquel panorama monótono e inmovilista impregnado de estricta censura e información oficial, aparecerá ahora un conjunto de temáticas emergentes apoyadas en la progresiva presencia de mejoras tecnológicas en el campo de la comunicación. Las iniciativas empresariales se multiplican y, tras ellas, la presencia de grupos o contenidos que son socializados lejos de una prensa oficial siempre amparada por el régimen y su Movimiento. Mientras que los colectivos y formaciones políticas de oposición al Franquismo se desenvuelven en el terreno de la clandestinidad y, por tanto, de la fragilidad, simplicidad técnica y la limitada difusión en sus publicaciones; los sectores reformistas desde su seno aprovechan la norma de 1966 para la llegada sociológica de unos nuevos valores e ideales propios de la democracia. Tal y como venimos defendiendo: existe una Transición periodística antes que la política, antes incluso de la muerte de dictador y, aún bajo un discrecional y arbitrario uso de una Ley que regirá las comunicaciones durante las dos décadas anteriores a la aprobación de la Carta Magna. Esta iniciativa empresarial, que analizamos es cercana en su motivación a Cuadernos para el Diálogo pero siempre en versión andaluza.
Dicho esto, es obvio pero obligado considerar que los años 1974, 1975 y 1976, representan un periodo vital en la Historia reciente de España. Así, La Ilustración Regional por medio de los 16 números que representan su existencia, las 341 informaciones y colaboraciones que esconden su abanico de amplias temáticas, las casi mil páginas que ven la luz gracias a la participación de un plantel con casi unos 140 colaborares… significa el primer medio que, tras el paréntesis de décadas de Dictadura, asume el regionalismo andaluz como una cuestión básica en su ideario editorial.
De no ser por el originario énfasis regionalista que aporta singularmente al panorama mediático andaluz, nuestra cabecera en estudio podría ser una revista de opinión más de las que aparecen de forma crítica a la información oficial. Pero, si ya por este matiz merece ser estudiada, no menos lo merecería por cuanto su intención de ser la primera cabecera de ámbito andaluz. Ambas cuestiones unida al hecho de representar una fotografía crítica del tardofranquismo hacen de La Ilustración Regional, aun con las limitaciones que se desee, un referente fundamental en un panorama mediático andaluz que prepara y hará exitosa el discurrir de la Transición. De ahí el «para» recogido en el título de la obra, como finalidad última que nos sugiere dicha revista en cuanto al final de la dictadura y la llegada de las libertades.
El origen burgués e ilustrado del grupo empresarial que impulsa su edición podría explicarnos la mesura y el reformismo de sus planteamientos, así como la visión unitaria de su percepción regionalista y democrática. Sin embargo, contrariamente a lo que pudiera parecer, entre sus firmas y opiniones no faltan nombres que años más tardes representarán a formaciones políticas netamente de izquierdas o nacionalistas. Incluso, las temáticas que abordan —siempre de forma crítica— serán de una extremada actualidad tal y como es el caso del Proceso 1001, el Mercado Común Europeo, la Revolución de los Claveles, el riesgo nuclear, los conflictos laborales, los acuerdos con Estados Unidos; o bien la permanente denuncia a los intentos de silenciar a los medios de comunicación por parte del régimen. Por citar sólo algunos ejemplos puntuales.
Entre sus impulsores figuran Miguel Rodríguez-Piñero, Ramón Carande Thovar, Jaime García Añoveros, Manuel Olivencia Ruiz, Soledad Becerril, Rafael Atienza… De carácter abierto y plural, la iniciativa editorial consigue poner en marcha un proyecto impulsor de valores democráticos regionalistas/autonomistas, no nacionalistas que no duda en entrevistar a destacados dirigentes de oposición.
En el análisis de la estructura de la investigación cabe decir que comenzamos abordando los prolegómenos que rigen la comunicación en la España antes de la Ley de 1966. Lo hacemos porque creemos que así, se sitúa con mayor fidelidad las diferencias entre la citada norma que rige en los instantes donde ve la luz nuestra revista y a la Constitución de 1978.
Examinada la primera norma del Franquismo, abordamos en otro capítulo la gestación y puesta en marcha de la Ley Fraga, acompañándola de un examen de las contradicciones y arbitrariedades que la misma esconde en el seno de su articulado. Incluso, con el comentario añadido sobre otras normas, paralelas a la Ley de Prensa, y que vienen a incrementar la capacidad coercitiva del régimen sobre profesionales, directores y medios, así como la manifiesta arbitrariedad que abriga el Estado. En este panorama, entendimos también que era necesario presentar un acercamiento al estado de la cuestión sobre el peso de las revistas entre los medios de comunicación de la época y, aproximarnos al menos, a los principales títulos del momento editados dentro de España: Triunfo, Destino, Cuadernos para el Diálogo y Cambio 16.
Expuesto este panorama de Estado, siempre desde una prioritaria óptica de la Historia de la Comunicación más que de percepción meramente sociopolítica, abordamos la realidad comunicativa de Andalucía durante los últimos años de la Dictadura y primeros de la Transición, realizando unas reflexiones sobre lo que consideramos es el hecho diferencial andaluz y causa primera de la aparición de su regionalismo: el subdesarrollo. Reflexionamos sobre las circunstancias que pueden explicar la eclosión en Andalucía de una conciencia regional que, sin embargo, no brota en otros territorios de Estado con tanto o igual índices de marginación y pobreza.
En adelante abordamos el panorama mediático andaluz años antes de la muerte de Franco y realizar un breve sondeo de las principales revistas, en distintos órdenes, que proliferaron por las ocho provincias. Finalmente, en lo que puede considerarse como el capítulo más especifico sobre la revista, abordamos la estructura empresarial de la cabecera eje de nuestros estudios, sus más estrechos colaboraciones, sus temáticas, propósitos, características de la edición, la publicidad que se inserta, los variados problemas que tiene con la censura e, incluso, presentamos algunas explicaciones a su desaparición con la llegada ya de la democracia.
Por último, las conclusiones pertinentes y la bibliografía obligadas, se acompañan de cuatro índices con los que diseccionamos los contenidos internos de la revista: una relación breve y secuenciada de cada uno de los temas que recogen todos y cada uno de sus editoriales, artículos y colaboraciones; la exposición de todas las temáticas que son abordados en cada uno de ellos, así como los nombres de quienes participan en el hacer de la revista con las referencias numéricas del índice bibliográfico donde aparecen en uno y otro caso. Para finalizar, una relación por número de la revista de las empresas que se publicitan en la cabecera con el lema con el cual lo hacen.
En suma, más de trescientas páginas y casi cuatrocientas notas que representa en su conjunto un instante esencial de nuestra Historia política más reciente de la Comunicación en Andalucía.
Conclusiones de la obra
- La revista La Ilustración Regional no es una publicación más, aunque su existencia tiene elementos comunes con otras de su época. No esconde su empeño por diferenciarse de otras en la pretensión de ocupar el espacio que algunas publicaciones de Estado dejan con respeto al abordaje específico del tema andaluz. Se presenta como una publicación moderna y documentada que, lejos de la crítica fácil al régimen busca soluciones de futuro a los problemas andaluces con la complicidad del lector.
- Su existencia nos ayuda a comprender mejor la existencia de un cierto renacimiento de la oposición tecnocrática al Franquismo en una sociedad como la andaluza, donde la reflexión regionalizante sobre su propia realidad no es una constante histórica. Fundamentalmente, estamos ante una empresa de comunicación al margen de sectores cercanos o amparados por el régimen, no exenta de un alto interés romántico que aprovecha los resquicios de la Ley de 1966 para constituir una plataforma de reflexión y oposición regional.
- Es también un vehículo para la promoción de unas élites regionales que, mediante prensa escrita, aspiran a ser un referente socio-cultural en defensa de la identidad andaluza, sin caer por ello, en conocidos tópicos de exaltación del pasado y del presente, o aspirar a la construcción de idearios nacionalistas. Más bien, este regionalismo, aún incipiente pero que brotará en el proceso autonómico, responde más a una lógica descentralizadora del desarrollismo, que a una concepción política.
- La necesidad de una reforma del régimen desde dentro empuja a un pequeño sector a promover un medio de comunicación, sensibilizando con ello y marcando el camino a una élite burguesa e ilustrada que se siente comprometida con los designios de Andalucía: que quiere ocupar un papel privilegiado o, al menos, una buena posición ante los hechos que pudieran darse en la España inmediata. En paralelo a otras experiencias del país, de La Ilustración Regional representó un importante y singular esfuerzo de reflexión y divulgación. Entre la crítica y la didáctica, la cabecera no escondió problemas y proyectó la necesidad de solución desde el diálogo, el consenso y, con algo que tampoco hizo por ocultar: una democracia que es modernidad europea y ésta, implica la convocatoria de elecciones libres. El repaso a la prensa de entonces, de la que La Ilustración Regional es un buen ejemplo, ayuda a comprender por qué hay más tarde reforma y no ruptura, ya que las élites tecnocráticas del tardofranquismo comienzan a percibir la necesidad de adaptarse a los nuevos tiempos y sobrevivir a las transformaciones político-institucionales que se avecinan.
- Este regionalismo funcional tardofranquista, incentivado en principio a través de la propuesta mancomunal que permitía la nueva Bases de Régimen Local, crea un conjunto de imágenes y discursos, así como nuevas lecturas sobre el pasado y el presente, las cuales, sin negar el nacionalismo español, impulsan el surgimiento de una demanda administrativa de índole territorial que tomará naturaleza democrática con la Constitución y el Estado de las Autonomías. Como consecuencia, el discurso del agravio comparativo se convierte en uno de los argumentos persuasivos más recurrentes, sobre el cual cabe matizar, al menos ante el hecho catalán, una fuerte y recíproca interacción sociológica derivada de la gran presencia de andaluces emigrantes en aquel territorio.
- La iniciativa, si bien carente de planteamientos partidistas aunque tampoco hay que negar que tras ellas hay importantes sectores de lo que será más tarde la UCD andaluza, toma forma en ciertos resquicios aperturistas del franquismo y basa su argumentación sobre modernas reflexiones de carácter científico, socio-cultural y administrativo. Posibilitó un sedimento inicial para la aparición de una nueva sensibilidad autonomista ligada a las circunstancias presentes y al futuro. Forzó alternativas por parte de las formaciones de izquierdas para superar dicho inicial regionalismo descentralizador tardofranquista, identificándolo con grupos burgueses que, tradicionalmente habían dado la espalda al reconocimiento de la personalidad de Andalucía y, con ello, a la especificidad de un autogobierno para el tratamiento de sus problemas y soluciones.
- Su estilo periodístico presenta unos rasgos expositivos pero cercanos a la reflexión y el ensayo cuando no a un periodismo de investigación que denuncia y socializa las contradicciones del régimen Franquista. Sus páginas están llenas de editoriales, artículos de opinión, comentarios y todo tipo de géneros interpretativos y críticos -incluso el humor- de manera que el conjunto forma un bloque inquebrantable a favor de las reformas democráticas. Siempre acompañados de cuestiones internacionales, económicas y culturales, en la medida de que el futuro de España no está disociado de lo que se está viviendo en esos instantes en otras parte de Europa o el mundo. O al menos, sin dar la espalda a unos debates que también deben formar parte de una opinión pública que se precie. Actualidad política, temas económicos y laborales, mundo cultural y realidad exterior, representan los cuatro bloques más importantes de una revista que es una invitación un espíritu crítico ante el momento vivido.
- Nos encontramos ante un modelo de periodismo crítico que, en el tránsito de la dictadura a la democracia, apostó siempre por un modelo pluralista y regionalista donde nadie podía ser excluido. Sirvió para crear una conciencia regional y democrática, la cual será vital para los intensos años que vendrán en el particular acceso de la autonomía por la vía del artículo 151 de la Constitución.
- La Ilustración Regional ha pasado a la historia de la comunicación por su carácter pionero al ser la primera que en los años setenta se planteó una información sobre Andalucía en su conjunto, de forma rigurosa y alejada de los tópicos que imperaron durante el Franquismo.
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