Ruido,
muchísimo ruido.Es seguramente la alegoría perfecta,
la poesía fácil del coche a contramano,
de los estudios industriales
a los que me dedico
y por los que dejo de escribir
todos los días,
una forma grácil de alimentarse y de vender inconformidad en verso.Queda algo de humanidad en los polígonos,
precisamente,
cuando una pareja proscrita
aparece en coche cuando el Sol ya no mira
para darle sentido
a todas las horas perdidas
que se pierden
mejorando la técnica de la vida moderna.
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