Contra la obediencia ciega
La imagen original de la pintada que ilustra este texto ganó el premio Pulitzer en 1969, fue obra de Eddie Adams que la tomó en las calles de Saigón. La fotografía muestra la ejecución de Nguyễn Văn Lém, un supuesto miembro del Viet Cong acusado de terrorismo a manos de Nguyễn Ngoc Loan, un militar que cumplía de esa manera su promesa ante los padres de alguna de sus víctimas.
Esta foto fue una de las responsables, junto a la de niña abrasada por el napalm durante la ofensiva del Tet un año antes -que versionó Banksy hace unos años– de la pérdida de apoyo popular a una Guerra que hasta ese momento había causado una masacre de 2.000.000 de personas. Casi el 3% eran soldados americanos, del resto, mayoría de población local.
Cuando Loan disparó contra la sien del reo tenía en la cabeza varias cosas; desde aquello que le contó años después a la revista Newsweek, que lo encontró regentando la pizzería que tenía en Virginia, que era consciente de que le estaban sacando una foto a que lo hizo para cumplir con «el deber»; una promesa que le había hecho a los padres de una de las víctimas del ejecutado, logrando, además, frenar en seco una leve insubordinación de un comandante desobediente que tras el disparo, como el resto, cumplieron estrictamente sus órdenes.
Cuando murió seguía esa pintada en el baño público de su pizzería: «sabemos quien eres«.
Dudo que el comandante que desobediente conociera el experimento de Stanley Milgram financiado en 1960 para conocer el impacto de la autoridad en la obediencia de la población. Stanley estudiaba la obediencia total al líder, la obediencia ciega. La idea le rondaba desde que se lo preguntó estudiando sobre la sociedad alemana durante el nazismo.
Años después, en Francia crearon El Juego de la Muerte, un documental sobre un concurso ficticio donde un participante, rodeado de un público manipulado por regidores y con una presentadora conocida ejerciendo de autoridad, tiene que realizar una serie de preguntas a un falso concursante oculto tras una máquina con muchas luces y colores dentro de la cual, cuando acierta, pasa de nivel y se acerca al premio pero cuando responde erróneamente recibe pequeñas descargas eléctricas, en cada nivel más potentes, llegando las últimas a ser mortales. Recomiendo ver el documental, impresiona comprobar como actúa cierta gente bajo presión. Milgram solo usaba una bata como elemento de autoridad y ya es escandaloso, pero con la parafernalia del show televisivo francés, la metamorfosis de los concursantes, apacibles ciudadanos transformados en crueles verdugos, se multiplicaba hasta llegar a niveles que asustan.
Hoy en día son pocos los que tienen la claridad suficiente para permanecer impasibles ante los suculentos premios y estímulos visuales que ofrece un programa de televisión.
Eddie Adams captó el momento exacto de un crimen extremadamente violento, y su foto, como la de la niña ardiendo o el piloto del Enola Gay nos muestran que a veces es más peligroso quien obedece, que quien se salta normas y órdenes injustas.
Militares, Policías, empleados de banca, trabajadores de los CIE’s… La obediencia ciega afecta a todas las capas de la sociedad. Están cambiando cosas, la gente corriente empieza a ser consciente de las palabras de Howard Zinn. «Nuestro problema no es la desobediencia civil, sino la obediencia».
Empieza a calar lo que anunciaba Gandhi: «En cuanto alguien comprende que obedecer leyes injustas es contrario a su dignidad de hombre, ninguna tiranía puede dominarle»
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