El Porvenir de Chocolate
A los seis años, Antonio Núñez Montoya dejó su Jerez natal para asentarse en Sevilla. El Porvenir ya le estaba esperando con sus callejuelas, sus esquinas, su iglesia de San Sebastián y su Torre del Agua. También lleno de pobreza, de partidos de fútbol, guerrillas callejeras y mucho, mucho flamenco.
A Antonio le esperaba el Porvenir con las manos abiertas, con las tertulias de la Alameda, con Pastora y Tomás Pavón, Pepe Pinto y el Bizco Amate. Discípulo directo éstos, Antonio Núñez Chocolate fue un cantaor completísimo, gran conocedor de los palos que conforman el arte flamenco. De entre ellos encontró sus mejores aliados en la seguiriya, la soleá y el fandango, a los que le imprimía, dios mío de mi alma, toda su jondura.
Giraldillo del cante, Premio Nacional a la Maestría Flamenca de la Cátedra de Flamencología de Jerez, Premio Ondas y Grammy Latino, Chocolate nos dejó un patrimonio incalculable, un manantial donde poder disfrutar de la pureza y la profundidad del flamenco más ortodoxo.
Antonio Núñez murió en 2005. Los aficionados aún echamos de menos a Chocolate, aquel niño al que el Porvenir le deparaba cante y gloria.
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