Opinión y Pensamiento

Concertinas en la frontera (¿Será una nueva confusión?)

Concertinas en la frontera (¿Será una nueva confusión?)

Un grupo de diputados de la provincia de Córdoba realizan una pregunta escrita al gobierno: ¿cuáles son los efectos en Córdoba de la aplicación de la Ley de Costas? Inmediatamente después reconocen que ha sido un error. Una confusión. Bien, no hay que insistir más. Es una confusión y basta. El Ministro de Educación, José Ignacio Wert, aún sin reconocerlo, se ha equivocado, se ha confundido, al dictar una orden ministerial que restringía, con el curso académico comenzado, las ayudas al programa Erasmus. (Con cientos de estudiantes instalados ya en países de la Unión Europea). Acaba de rectificar; las ayudas se mantienen en los mismos términos que el pasado curso. Él no lo reconoce, pero es evidente que ha tenido un error, una equivocación, una confusión (la confusión mental es el resultado de una disminución de la actividad de la consciencia y, posiblemente, también de la conciencia). Vale, ha sido una confusión.

Estoy esperando, sin embargo, el reconocimiento de otro error, de otra confusión. Soy aficionado a escuchar música portuguesa. Entre las variantes que más disfruto están los populares «cantares a desgarrada«. Estos cantes siempre se acompañan de concertinas. Las concertinas son instrumentos musicales de lengüeta libre y funcionamiento por fuelle (realmente son acordeones diatónicos). Los cantes se desarrollan, normalmente, en forma de diálogo entre varios artistas. La tristeza, la ironía y la provocación son materia prima común. Las concertinas son instrumentos que respiran y permiten respirar a los que cantan. Así debe ser.

El gobierno, a través del Ministerio de Interior, ha decidido reinstalar concertinas en las vallas fronterizas de la ciudad de Melilla. Fueron colocadas por vez primera en 2005, más tarde se ordenó su desmantelamiento en 2007. Ahora se vuelven a colocar. Las concertinas son un tipo de alambre de acero galvanizado armado de «navajas, tipo arpón o cuchillas de gran densidad de dentado y efecto de corte«. Producen enormes desgarros en las manos y las piernas de quienes se atreven a tocarlas. Quiero, necesito pensar que estamos ante un nuevo error. Una nueva confusión. Hay confusiones estúpidas. Se reconocen y punto, no hay más que hablar. Hay confusiones tramposas, se las denuncia, se las desvela y, a veces, se consigue desmontarlas. Eso está bien. Hay otras confusiones que no nacen del atolondramiento o del desbarajuste, son confusiones que tienen su origen en la más absoluta falta de ética (y de clemencia). La decisión de instalar las concertinas tiene un efecto tóxico. Es emponzoñar a conciencia (acción de poner veneno en algo o corromper una relación que debería ir por otros derroteros).

Nada tienen que ver los cantares a desgarrada  con los desgarros en la piel de hombres y mujeres movidos por la esperanza. Nada tienen que ver las concertinas que suenan y respiran con las concertinas que hieren y envenenan la moral de una sociedad. Cómo me habría gustado que esta fuera también una confusión. Una bendita confusión. ¡Ay! Nos toca impedirlo.

Sebastián de la Obra
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