Iniciativas

La batalla del Toblerone: centro cultural o bloques de pisos

Foto de MA Blanco/SecretOlivo

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Son poco más de las ocho de la mañana cuando una excavadora comienza a derribar uno de los muros junto al Toblerone, el almacén de mineral abandonado junto a la antigua estación de tren. Al mismo tiempo, miembros de la Plataforma Salvemos el Toblerone saltan la valla que rodea al singular edificio almeriense y se suben a la cornisa. Al darse cuenta, los operarios paran las máquinas. Los activistas llevan camisetas blancas con letras negras pintadas a mano que, puestos ellos en el orden correcto, forman la consigna “SOS Toblerone”. Mientras esperan la previsible llegada de la policía, leen un manifiesto reivindicativo.

El Toblerone es un silo de minerales con 41 años de historia, de 200 metros de largo y 30 de altura, conocido popularmente con este nombre debido a su similitud visual con cierta chocolatina. Es uno de los almacenes más grandes que hay en Europa dentro de una ciudad. Desde que la Compañía Andaluza de Minas dejó de utilizarlo en 1996, está abandonado. Ratas y palomas lo han convertido en su hogar. Sus propietarios, con el visto bueno del Ayuntamiento, han decidido derribarlo y construir en el solar una serie de bloques de pisos. Un sector de la población almeriense preferiría que se mantuviese como patrimonio, reconvertido en centro cultural. Una reconversión de la funcionalidad de un edificio industrial en edificio público cultural que se ha llevado a cabo con éxito en otras ciudades del mundo, incluso en España.

El asunto es complejo. Situado al pie de las vías del tren que comunican la estación con el cargadero de minerales conocido como Cable Inglés, el Toblerone y su entorno dividen la ciudad en dos. Los defensores de que se derribe consideran que la reurbanización de la zona servirá para integrar ambas partes y darle un aire nuevo a una zona abandonada. Los defensores de mantener la construcción, uno de los pocos edificios originales que quedan en la capital almeriense, sospechan de maniobras especuladoras con el ladrillo y reivindican que, reconvertido en centro multicultural, serviría de reclamo turístico y, asimismo, daría un aire nuevo a una zona abandonada. El Ayuntamiento, gobernado por el PP, considera que, dado que se trata de un edificio privado (que, según cuentan algunos miembros de la Plataforma, ahora pertenece a la constructora Jarquil, con capital financiado por Cajamar), sus dueños pueden hacer lo que crean oportuno. Siempre y cuando tengan los permisos necesarios.

Foto de MA Blanco/SecretOlivo

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La policía ya ha llegado al Toblerone y espera fuera del recinto. Los manifestantes permanecen en la cornisa. De repente, la excavadora comienza de nuevo su tarea de demolición. Los activistas, 17 hombres y mujeres de diversa edad, se acercan al punto donde están trabajando y les preguntan por los permisos necesarios. Al poco, con un megáfono, piden a la policía que soliciten esos permisos, obligatorios para proceder al derribo del edificio. La policía, sin embargo, está a otra cosa en ese momento.

Una agente se ha acercado a una periodista que estaba haciendo fotos y, tras advertirle de que si se opone pueden terminar la discusión en comisaría, coge el móvil de la chica y borra una serie de fotos. Por lo visto, la periodista ha fotografiado, entre la gente que asiste a la reivindicación, a un policía secreta. Como es lógico, nadie sospechaba que se trataba de un agente hasta que su compañera lo ha revelado. Que no sea legal entorpecer la labor de una periodista que está fotografiando una manifestación pública no parece preocupar a la agente.

Los miembros de la Plataforma no tienen claro que la empresa encargada de llevar a cabo la demolición tenga o no los permisos necesarios, pero sí están seguros de que no se están cumpliendo las medidas de seguridad mínimas para ejecutar la obra. Solo por el polvo que se levanta, ayudado además por el viento habitual, es un riesgo sanitario para los vecinos de las viviendas de alrededor, así como para los alumnos de los cursos de verano del colegio Rafael Alberti, situado junto al Toblerone.

Foto MA Blanco/SecretOlivo

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Tras poco más de dos horas sobre el edificio, los manifestantes bajan de forma voluntaria. La policía les ha asegurado que no pasará nada si lo hacen por sus propios medios, sin que ellos tengan que ir a bajarlos. El equipo se dirige entonces a la delegación del Gobierno de la Junta y al Ayuntamiento, donde entregan unos documentos para acreditar el edificio como patrimonio más una recogida de firmas contra la demolición. Tras esto, se acercan a la Casa de las Mariposas, donde la consejera de Presidencia, Susana Díaz, posible futura candidata del PSOE a las elecciones autonómicas, está presentando un acto, para solicitarle su apoyo. A continuación, vuelven al Toblerone, donde las máquinas han aprovechado para continuar con los trabajos de derribo.

La Plataforma Salvemos el Toblerone, integrada por ciudadanos de todo tipo, edad e ideología, planea reivindicar el espacio como centro cultural llevando a cabo eventos cada tarde, a las 20:00, junto a la entrada principal del recinto. El tipo de actividades que reclaman para realizar en el interior. Así, hasta que les escuchen o las máquinas hayan terminado de demoler el silo y cambien para siempre la estética del entorno de la antigua estación de tren.

Miguel Blanco
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