José Luis Sampedro, hombre-faro
Siempre que me reunía con él tenía la misma impresión: sus palabras, expresión de su honda meditación, eran destellos que me esforzaba en retener. Su semblante, progresivamente aristado por la edad, daba a cada sílaba, junto a su mirada, carácter de apremio.
Sí, José Luis Sampedro, hombre-faro, hombre-vigía, se ha hecho invisible pero está ahí, iluminando con su ejemplo los caminos que debemos recorrer -todavía intransitados- para ese mañana que las generaciones que llegan a un paso de nosotros merecen.
Es precisa una gran movilización popular que muestre el poder ciudadano adquirido gracias a las nuevas tecnologías de la información y la comunicación. ¡Por fin, los pueblos en el estrado! ¡Por fin, progresivamente, la mujer en la toma de decisiones! ¡Por fin, una conciencia global que nos permite comparar, apreciar lo que tenemos y acudir solícitos a ayudar a los más menesterosos!.
Son precisos cambios radicales. José Luis Sampedro se anticipó y, desde hace años, infatigablemente, unió a los diagnósticos el tratamiento adecuado. El neoliberalismo ha desatendido muchas lúcidas propuestas de quienes tenían -como él, como Stéphane Hessel- el secreto del olivo, para transitar de la fuerza a la palabra, del poder absoluto al poder democrático, de sumisos espectadores a catalizadores de improrrogables transformaciones de toda índole.
José Luis Sampedro: seguirás orientando nuestros pasos, seguirás dando sentido a tantos esfuerzos desunidos, seguirás, hombre-faro, alumbrando los rumbos del futuro que anhelamos, que anhelaste.
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