La Toma: Al carnaval por la torpeza; identidad granadina
I.) Hay datos documentados desde hace décadas que demuestran que cada pocos años había elementos extraños, cómicos, en la celebración oficial de la Toma de Granada en 1492. Ha sido normal la presencia de granadinos vestidos de moros que seguían la tremolación del Pendón entre el respeto y la sonrisa del público en general. Incluso hay una referencia de lo mismo en Federico García Lorca. Creo recordar que el último grupo se presentó en la plaza del Carmen en 1979 u 80…
La fiesta se había convertido en una tradición para un sector de la población que llevaba a sus hijos al “Granada, ¡qué!”, sin mayor intención ideológica.
(Cuando desde el balcón del Ayuntamiento se proclamaba el “Granada, Granada, Granada por los ínclitos reyes católicos…”, el público respondía con un “¡Qué!”, costumbre que se arraigó al parecer cuando a los primeros graciosos que respondían, la policía de la época -¿años veinte?- trató de reprimir. La fiesta era llevar a los hijos y chillar “¡Qué!” con fuerza cada vez que se oía el presunto llamamiento a la ciudad… El “Granada qué”)
II.) En 1980, la primera corporación democrática decidió recuperar la ceremonia según el ritual igualmente recuperado en el último tercio del XIX. Una representante andalucista dijo que lo aceptarían si al final de los vivas a Granada y a España se gritaba “Viva Andalucía Libre”.
Para pasmo general todo el mundo se abstuvo -incluidos los andalucistas- menos el alcalde Antonio Jara. Quedó aprobado con un voto a favor y el resto abstenciones.
El Ejército envió un recado diciendo que si se decía el grito, las tropas abandonarían la plaza. El gobernador civil recurrió el acuerdo. Me tocaba a mí tremolar el pendón. “Se me hizo tarde” y lo hizo un compañero de UCD. No hubo gritos de Andalucía Libre. Poco tiempo después sucedió el intento de Golpe de Estado.
El Tribunal Supremo al cabo del tiempo dijo que ese grito era perfectamente legal pero entretanto, el Ayuntamiento había renovado todo el ceremonial.
III.) Se comenzaba a utilizar los actos para diferentes protestas ciudadanas, siempre con cierto respeto. Recuerdo la campaña -triunfadora- contra la instalación de un radar militar en el Mulhacén…
En 1993 se me convocó para dar mi opinión sobre el inicio de una campaña para acabar con la fiesta. Ya habían comenzado tímidamente los actos de protesta. Respondí que era mejor dejarlo estar y promover otros actos complementarios. Abrir la caja de Pandora es fácil, pero salen libres todos los demonios imposibles de controlar…
Desde hace unos años, la presencia del público está cada vez más alejada del propio Ayuntamiento, la presencia policial es grande y el espectáculo ya se ha instalado en un sector de los asistentes: banderas falangistas, de España preconstitucionales, gritos de unidad de España, fuera moros, etc., frente a banderas andaluzas con la estrella independentista, gritos de fascistas y toda la parafernalia con la que los extremos adornas sus salsas.
Ah, ya no llevan los padres a sus hijos pequeños. Hemos hecho un pan como unas tortas. Un carnaval ideológico sin salida. Un ejemplo de libro de cómo generar un problema sin solución por anteponer MIS ideas por encima de todo.
y IV.) El Pendón de la ciudad, que sale este día no vino con los conquistadores. Se trata de uno realizado hacia 1621, bien regalo de Felipe IV en su visita a la ciudad o realizado por este motivo.
Tiene detalles de los Austrias. El que desfila no es el original, que se guarda en el Ayuntamiento sino una copia excelente realizada por Morcillo hace ya más de cincuenta años…
Pero el pendoneo que tenemos ahora no lo remedia ni el sentido común, si es que queda algo en esta pelea (estúpida) de grillos. Si no fuera por el intenso frío granadino, podríamos declarar la fiesta “de interés nacional” y poner palcos como en Semana Santa. Podría ser una buena fuente de ingresos, de los que tan necesitados estamos…
Madre mía, qué falta de demócratas hay en esta tierra.
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