Las paredes rotas y desconchadas, las tapias desmoronadas, las medianeras con señales claras de su vejez, ruinas agónicas. Hay algo que une todos estos espacios, su altivez y orgullo de identidad. No son materia inerme, sino retratos humanizados, susceptibles de cualquier imagen abierta, mundos imaginarios para el observador que mantiene su mirada creadora a través del objetivo fotográfico. Hay que mirar más allá del espacio físico para descubrir que nos observan desde el interior de la fotografía. A quién se le ocurre. Pues a Paco Gómez (Pamplona, 1918, Madrid 1998).
Por aquellos lugares que la mayoría de la gente común pasa rápido, sin mirar, Paco Gómez se detuvo siempre. Fotógrafo dominguero, con su cámara por Madrid, preferentemente, porque él era fotógrafo de domingos y festivos. Y ahora la síntesis de su tiempo, de sus mundos y contemplaciones, se puede conocer en el Centro Andaluz de la Fotografía, en Almería.
Paco Gómez fue esencialmente un fotógrafo por libre, nacido en Pamplona pero vinculado a Madrid, donde vivió casi toda su vida. Y por eso, Madrid está muy presente en su obra, con los momentos más sugerentes. Perteneció a la Escuela Madrileña y al grupo fotográfico La Palangana. Y formó parte de la Agrupación Fotográfica Almeriense (AFAL), que renovó el lenguaje fotográfico en los años 50 y 60, con Carlos Pérez-Siquier, Cualladó, Oriol Maspons, Ramón Masats, Xavier Miserachs, Alberto Schommer, Ontañón. En Almería asistió, en 1991, a la exposición del proyecto Imagina, que dirigió Manuel Falces. “Yo quiero ir a mi libre albedrío, el formato me trae sin cuidado, lo que me interesa es el espacio de la fotografía”, declaró entonces. Sus palabras de 1991 encierran la síntesis de su espíritu creador.
El mundo geométrico de la arquitectura encierra su obra más representativa y personal, por lo que se le conocía como “Paco Paredes”. Pero sus paredes son visiones humanistas, restos de todos los naufragios: urbanos, bélicos y temporales de la agonía de los elementos arquitectónicos, de las calles, de los extrarradios (Solar con vieja fábrica y galgo, 1969). Con la sociedad y sus habitantes, capturados en retratos directos, (individuales o familiares). Daba igual. El neorrealismo comparece en multitud de visiones. Son las fotografías de los años 50 y 60.
Paco Gómez se adentra en las sombras y sus efectos. Sombras y negritud (París, 1962). La materia posa ante el fotógrafo para un retrato frontal y de ahí surge la vitalidad de la materia, de los ladrillos rotos y de los desconchones que nos contemplan, efectivamente ellos a nosotros, donde está el refugio de un mundo imaginario. Todo lo que quiera interpretar el espectador. Sólo él es capaz de dar vida a la imagen Bodegón con ladrillos (1974).
En 1958 pasó por Ávila y ahí nació Camioneta ante las murallas de Ávila. Enigmática, a veces con sensación aterradora, de un personaje marginal que mira amenazador. O el miedo está en la camioneta. Indefensa.
Viajero en el tiempo, algo muy presente desde un punto de vista de la quietud de la imagen en un plano cinematográfico (Barca, 1958). El cine siempre está presente en las miradas en blanco y negro. En cualquier lugar, Alrededor de la avenida de América (1962).
Paco Gómez construye la teoría de una fotografía esquemática, con pocos elementos, suficientes para reflejar cada momento, con una estética que impone la sobriedad como atmósfera esencial de las formas, sobriedad que está también muy presente en la forma de interpretar el color, apagado. Geometría sin límites, sobriedad sublime en La Guardia (1969).
En 1957, la fotografía más antigua de la exposición, uno de los retratos singulares: Camioneta en el Rastro. En 1958, la elegancia decadente, aristocracia de aquellos tiempos en Banco en el jardín botánico. Encuentro en las afueras, con la soledad y el vacío dominante, con pequeñas figuras o elementos. Y también, la interpretación sobre los Sin título, en busca de nombre que explique la vida real de la contemplación, quién, dónde, cuándo. Comparecen los procesos de degradación, los rincones confusos, olvidados, a la espera de un final. Mientras, confiesan su supervivencia. Otra oportunidad para vivir, en un momento fugaz de la imagen. El fotógrafo enaltece lo imperceptible y su agonía, y hace del encuadre el elemento decisivo. Como en la pared rota de Madrid (1988).
Y están los retratos, algunos fruto de sus recorridos con su amigo, el fotógrafo Gabriel Cualladó, Abuelo con nieto en un descampado (1959). Junto a otras figuras y rostros, como el grupo anónimo, sobriedad de todos los personajes campesinos, extraordinaria Familia de Turégano (1959). Y también Señor descansando en la escalera (1962), Arquitecto Julio Cano Lasso (1969), Eduardo Chillida (1977).
Los lunes, Paco Gómez colgaba la cámara y se situaba detrás del mostrador de su tienda de tejidos en Madrid. Sin fotografías. Pero su actitud y su mente no dejaban de observar el paso de imágenes que conformaban su libertad fotográfica. Y así cada día, hasta el próximo domingo.
También te puede interesar...
- Hermelindo Castro Nogueira permanecerá siempre en nuestro paisaje - junio, 2023
- José Guirao Cabrera, homenaje permanente - junio, 2023
- Ginés Cervantes, entre la pintura y la poesía desvelada - mayo, 2023
