Literatura

Conversación de modernos avant la lettre

Andrés, arquitecto de fama, y María Luisa, psiquiatra de prestigio, se disponen a comer en un restaurante de moda. Grandes pantallas de plasma donde se suceden imágenes superpuestas sin sonido. Incendios en Valencia, desahucios en Oviedo y Pinos Puente, manifestaciones en Atenas, plazas repletas de ancianos en Andalucía, ríos que se desbordan… Este es el escenario.

Primer plato

María Luisa comenta la elaboración del primer plato: «Esta variedad de verduras es sorprendente… Tienen que sacar las tiritas de la piel de la mandarina con un pelador suave y mezclarla con la pulpa; en este caso va acompañada de unas puntas de espárragos y una ramita de cebollino». «¡Ummm!, este plato está espolvoreado —continúa comentando María Luisa— con semillas de sésamo, un poco de comino negro de Estambul y una cucharadita de hierbas de Provenza… mezcladas sin añadir mucho aire», apostilla la psiquiatra.

Segundo Plato

María Luisa comienza a comentar el segundo plato: «Este magret de pato viene con verduritas cortadas en juliana muy finas, lo suficiente para obtener una imagen vaga… y están acompañadas de unas gotas de miel, ¡está exquisito! El truco está en que la grasa escape del magret al ser salteado en poco aceite… dando golpecitos en el interior de la sartén para que jueguen los ingredientes… ¡Soberbio!»

Andrés va intercalando en la conversación algunos comentarios sobre los vinos que están probando: «Este vino blanco que acompaña a las verduras entra, al principio, con paso de boca suave. Ahhhh… En nariz estalla cargado de sutiles notas de flor blanca y hierbas aromáticas… ¡El tinto es otra cosa! En boca crece y es elegante; rico en aromas de maderas y especies. ¿No te das cuenta? Tiene un paladar graso y sabor goloso y… un aroma complejo que evoluciona hacia un final amargo… ¡Ummm!»

Nota: Mientras esta conversación de modernos sucede, la calle no crece. Solo derrota y escombros. Meridianos y paralelos en un caos laberíntico. Perdidos frente a tanto desierto y con las bocas abiertas (como un amanecer).

Ahora, en la pantalla de plasma (sin sonido), están dando la noticia del descubrimiento de unas ratas topo en África Oriental que son inmunes al dolor. Parece ser que, a pesar de ser extremadamente sensibles al tacto, su insensibilidad al dolor viene dada por vivir de forma subterránea, fuera de la luz… fuera de la realidad.

Sebastián de la Obra
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