Raíces

Militando con Enrique Iniesta por la liberación andaluza (1)

Militando con Enrique Iniesta por la liberación andaluza (1)

Nota de la redacción: En un par de meses hará dos años desde que nos dejó Enrique Iniesta. Aquella tarde de verano era un día hermoso para casi todo menos para dejar de vivir. Sin embargo, somos muchos quienes éramos conscientes de la situación que padecía y las extremas condiciones en las que nuestro amigo pasaba sus últimos días. Fundamentalmente, a través de su hermana María Teresa sabemos del testimonio cristiano en sus últimos días.

Desde entonces, varios grupos de amigos suyos y ex alumnos, alrededor de lo que fueron sus últimas ciudades y colegios en vida (Granada y Sevilla), han impulsado diversas iniciativas para mantener viva su memoria. Desde un busto a los pies del Paseo de los Basilios junto al Darro, al folleto editado por el CEHA ampliando lo que en origen fue una petición de Medalla de Oro de Andalucía para quien fuera socio fundador del colectivo; desde el emotivo encuentro celebrado en su admirada Marchena en el primer aniversario de su muerte, hasta la iniciativa en marcha para editar un libro colectivo con textos y testimonios de algunos que lo conocieron.

Unas y otras actividades, sin apoyo oficial alguno, más que contando con la buena voluntad de quienes fuimos sus amigos. En este sentido, el Ayuntamiento de Granada le ha dedicado una plaza.

Ahora, le recordamos en este humilde rincón del inmenso espacio cibernético y siempre como homenaje a su intensa labor educativa, cristiana, andaluza e investigadoras, de la que muchos de nosotros nos sentimos alumnos y discípulos con orgullo.

Manolo Ruiz Romero que, como ahora investigador, documenta y reúne su vida y obra, nos ofrece una breve semblanza con datos, unos conocidos y otros inéditos: todos, en cualquier caso, para recordar al gran educador y amigo que fue. Nos aporta también su colaboración un hermoso texto que, ahora más que nunca, en los estertores del andalucismo hecho partido, nos invita a valorar y a “volver a ser lo que fuimos” como reza nuestro himno.

Enrique: Escolapio, educador, escritor, periodista, biógrafo de Blas Infante y mejor amigo

Enrique Iniesta Coullaut-Valera (9 de marzo de 1930, Madrid–Pamplona, 31 de julio de 2010) fue nieto del conocido escultor marchenero Lorenzo Coullaut-Valera (1876-1932); sobrino nieto del literato egabrense Juan Valera (1824-1905) e hijo del reconocido violinista y concertino Enrique Iniesta. Es licenciado en Ciencias Políticas por la Complutense, estudió Teología en el Monasterio de Irache (Navarra) y en Albelda (Logroño), Magisterio en Granada y, musicalmente, la carrera de piano.

Ha dedicado más de 50 años de vida a Jesucristo desde la Orden de los Padres Escolapios, donde se ha prodigado como educador en valores cristianos y sociales en las aulas de los colegios de Granada y Sevilla, espíritu que ha desarrollado además por innumerables centros educativos y sociales, dentro y fuera de su Orden. Hizo la Profesión Solemne el 8 de diciembre de 1952 y, seis meses más tarde, fue ordenado de presbítero por Monseñor Abilio del Campo. Su primer destino fue este colegio de Granada. Llegó en octubre de 1953. Ha sido párroco de la Iglesia del Carmen en la popular Carretera Su Eminencia de Sevilla, participando con su labor pastoral de las reivindicaciones de un barrio obrero como el hispalense Cerro del Águila.

Este año 2012, en el que celebramos el 50º aniversario del Concilio Vaticano II, es bueno recordar que nuestro amigo dejó atrás la comodidad de una educación reglada para apostar por el testimonio cristiano y la educación popular entre los más pobres. Durante un buen tiempo cambio grandes e ilustres colegios por la tarea en la calle en una comunidad de un barrio sevillano obrero y, para ello, no dudó en trasladarse a Andalucía: aquí está aun parte del Tercer Mundo y la evangelización durante los últimos años del Franquismo y la Transición.

Nuestro amigo, junto con José María de los Santos, Eduardo Chinarro, Diamantino García, José María Javierre, José Godoy, Antonio Muñoz, José Antonio Casasola y otros muchos religiosos, de forma más o menos conocida, pero siempre responsable, intencionada y vocacionalmente, significaron una parte importante de la Iglesia cuyo compromiso social y voluntario revirtió en la llegada de una democracia pacífica y de una autonomía de primera para Andalucía. Uno de los ejemplos más significativos de este compromiso que podemos citar es el manifiesto público que firman 96 sacerdotes que prestan su servicio en la Diócesis de Sevilla, el cual ve la luz en la sección La Iglesia Hoy entre las páginas de El Correo de Andalucía (25-II-1975, p. 9). Aquel texto, suscrito además de Enrique por sacerdotes de reconocida implicación social (entre otros Diamantino, Esteban Tabares, Emilio Guitián, Julian Gutiérrez, Antonio Sánchez), dejaba constancia para la historia de la necesidad de trabajar desde el seno de la Iglesia por los más necesitados solidarizándose con los sacerdotes multados y encarcelados por dicho motivo, invitaba al deber ineludible de los ciudadanos de comprometerse en la creación de estructuras que permitieran el ejercicio de las libertades y, reclamaba, el derecho y el deber del Evangelio a la hora de hacer posible la dignidad humana y los derechos fundamentales. Demandaba, aún vivo Franco, “el deber humano y cristiano de exigir amnistía”.

Manuel Ruiz Romero
2 Comentarios

Leave a Reply

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.