El 15M y yo
Mi padre era camionero, murió cuando yo tenía 22 años. Mi madre, ama de casa, vive de una pensión no contributiva y del alquiler que cobra por el piso de su suegra (mi abuela) desde que murió esta. Ahora, de la pírrica pensión que percibe, le reclaman cierta cantidad, dejándola en menos de 400 euros al mes, por haber superado los 6.000 y pico euros brutos, de ingresos anuales, durante el 2009. Si hubiera defraudado más de 120.000 euros o hubiéramos sido uno de los banqueros que prestan dinero a los partidos, no pasaría nada, pero como en mi casa no hemos visto 120.000 euros juntos en la vida, ni tenemos influencias en política, tenemos que abonar lo que Hacienda nos pida.
Mi formación es esencialmente técnica, me pasé algunos años arreglando ordenadores, configurando redes, etc, aunque desde hace unos diez (desde que murió mi padre) me he dedicado al mundo comercial. Comercial a puerta fría, jefe de equipo, responsable de ventas, director comercial, etc, etc. Una vida llena de “no me interesa» aportados por toda suerte de clientes anónimos y cuajada de fuerza de voluntad, dedicada a sacar distintas líneas de negocio adelante (siempre adelante). En la actualidad, por fortuna, todavía escapo a la losa, cada día más grande y pesada, del desempleo. Una losa que aplasta inmisericorde a una cuarta parte de la población y a más de la mitad de la juventud española.
Cuando llegué a Democracia Real Ya, lo hice movido por la asfixiante necesidad de reclamar un papel ante las instituciones que estas niegan a los ciudadanos. El papel de poder decidir. De ejercer esa libertad que nos enseñaron en la escuela y que es apenas un espejismo en un charco de barro. Los mismos políticos día tras día, en los mismos sitios, decidiendo por nuestro bien medidas que, objetivamente, hacen más pobres a la mayoría y más ricos a los ricos. No hace falta ser experto en economía, basta con salir a la calle y ver lo que está pasando… Lo que lleva años pasando.
Como muchos de ustedes, no soy experto, es más, me confieso ignorante, por eso, lo pregunto todo. ¿Saben lo que encontré a muchas de mis preguntas? Silencio. Prueben ustedes a preguntar, ya verán. Silencio o explicaciones dadas a propósito para no entender nada.
Le pregunté a Felipe González, tras una conferencia (“El momento político de América Latina”, el pasado 23 de noviembre), qué opinaba sobre la propuesta de democracia participativa que defiende Democracia Real Ya! ¿Saben lo que me contestó? “Pero si con vosotros no se puede hablar” y me dio la espalda, así, sin más.
Quise preguntarle a Salgado por algunos aspectos de su política económica. Cuando me dirigí a ella, directamente me negó la palabra. “No, no vamos a hablar”.
Estuve en Bruselas y les pregunté por qué los salarios mínimos, la sanidad, la educación, los derechos laborales o la fiscalidad no eran iguales para todos los países de Europa… Nunca me contestaron.
Y el rosario de silencios continúa interminable ante preguntas básicas, pareciendo ser verdad que ninguno de los que anuncian reformas quiere que el resto sepa lo que realmente hay detrás.
No hace falta ser ni experto, ni investigador, basta con tener ojos y preguntar. Trazaré en pocas palabras un breve boceto.
Conflictos armados en África y otros lugares del mundo: ¿Quién vende las armas? ¿Crecen las balas en los huertos? ¿Cuántas fábricas de armamento hay en África? ¿Quiénes son los dueños de las fábricas de armas?
Piratería en Somalia: ¿De verdad un pescador aborigen negocia rescates a los barcos secuestrados en despachos de abogados de la City londinense?
Paraísos fiscales: ¿Por qué existen cuentas opacas? ¿A quiénes benefician? ¿Qué hay tras un dinero cuya procedencia se quiere ocultar?
Normas internacionales: ¿Quién las hace? ¿Quién hace las leyes? ¿Quién decide lo que es y lo que no es legal?
Esas son sólo algunas de las preguntas.
En general, y por resumir mucho, una explicación sería que los mismos que hablan de paz suministran el armamento para la guerra, guardan los beneficios en cuentas opacas y financian con ese dinero a distintos políticos o partidos para que les hagan leyes a medida.
Pero, por supuesto, sólo es una hipótesis. Claro que como nadie me da respuestas y a mi madre en cambio, sí le bajan la pensión, el próximo 12 de mayo yo saldré a la calle.
Porque en pleno siglo XXI, me niego a vivir una nueva sociedad medieval.
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