Raíces

Perder el norte

Rosa de los vientos

En la antiguedad los navegantes se guiaban por la estrella Polar o estrella del Norte. Perder el Norte significa perder el rumbo. El rumbo es la dirección en la que nos movemos en el plano de un horizonte comprendido en la denominada rosa de los vientos. La rosa de los vientos es un círculo que tiene marcados los cuatro puntos cardinales derivados del movimiento de rotación terrestre, los cuatro rumbos laterales, los ocho rumbos colaterales y los dieciséis rumbos co-colaterales. La invento Ramon Llull, un místico amante de la diversidad y de la compasión.

Toda una genealogía de saber y conocimiento para que nuestros políticos y nuestras sociedades puedan guiarse. No es así.

Nuestros políticos (que todo lo saben) han perdido el Norte. Nuestras sociedades son incapaces de corregir el rumbo. Pocos tienen intención de enmendar el rumbo. Todos somos mensajeros de naufragios. La gente obsesionada por pasar desapercibida, invisible… como si de esa forma el sufrimiento fuera menor. Nuestros políticos obsesionados por su constante presencia en los medios (en determinados medios). Si no se les ve, no existen (al menos eso creen ellos) Cada palabra dicha o acto que realizan adquiere el rango de urgente y se vive con verdadera ansiedad. Nunca lo importante se publicita (siempre confunden lo urgente con lo importante). Quizá les extrañe saber que su obscecación por la audiencia les impida, una y otra vez, ver las cosas con claridad. Enmendar el rumbo. Tratan de justificar su ansiedad de una menera pretendidamente lógica y secuencial pero… la realidad es mucho más compleja. Esa simpleza les lleva a dividir el mundo (público y privado) en fieles, enemigos y traidores (estos últimos son los fieles convertidos en enemigos). Consideran relevante cualquier gesto realizado. No saben que lo relevante sólo adquiere verdadero significado (en la vida y en la política) si se aplica la razón ética. Es decir si se establece la comparación con otra actuación, discurso o gesto que reuna una mayor o menor cualidad.

Hay en nuestra sociedad y en nuestros políticos quienes sí tienen esa relevancia pero son invisibles. Es decir hemos asumido dramáticamente que la invisibilidad es no aparecer en los medios (en determinados medios).

Yo se reconocer esa relevancia sin necesidad de verla reflejada en los medios.

Soy un invisible cojonero que no ha perdido el Norte.

Sebastián de la Obra
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