Scire est sapere / Saber es recordar
Maquiavelo decía que el príncipe debía aparentar virtud y sinceridad para mantener su prestigio y poder… Erasmo decía que el príncipe debía aparentar virtud y sinceridad para mantener su prestigio y poder. La diferencia entre ambos estriba en que para Maquiavelo la apariencia era suficiente y para Erasmo la virtud y la sinceridad debían ser reales, no solo aparentes.
Los dos sabían de la enorme importancia que para el liderazgo tiene la apariencia. Los dos tenían al Rey David como modelo de un permanente ejercicio de apariencia y liderazgo.
El rey David lloró públicamente, se rasgó las vestiduras y se tiró al suelo de dolor (aparente) mientras se lamentaba por la muerte de un rey vecino… su pueblo se impresionó de semejante acto de sinceridad. Alabó ese ejercicio y lo elevó a la categoría de virtud. Sin embargo, él estaba detrás de esa muerte.
El rey David se enamoró de Betsabé, la esposa de su amigo Urías, uno de sus generales que se encontraba en el campo de batalla. Se quedó embarazada. Quiso ocultar su error… y mandó llamar a Urías para que descansara junto a su mujer y así ocultar toda sospecha de su embarazo… pero Urías quiso dormir con sus soldados esa noche y no aceptó el regalo.
David lo envió a primera línea del frente de batalla para que muriera. Y murió.
Hoy nuestros príncipes/ líderes realizan un permanente ejercicio-espectáculo de apariencias y simulaciones. Unos lo hacen mejor que otros… todo tiene su aprendizaje. Hoy nuestros príncipes/líderes realizan ese ejercicio de apariencias a través de los medios/masa de comunicación. Son aliados imprescindibles en este juego, al tiempo que marcan como se debe realizar el espectáculo.
Hoy no sabemos, no queremos o no podemos desvelar la verdad. El precio de los que lo han intentado ha sido siempre la soledad y la humillación (lo que hiere el alma más profundamente) y la muerte (morida o matada)
Aunque la mentira vive mucho más allá de su momento histórico, es vital, sin embargo, mantener vivo un cierto sentimiento de incomodidad y de incredulidad frente a este juego de apariencias.
Qué vamos a perder… si la sentencia ya está dictada.
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