Caso Almería: Testimonios frontales
En la segunda parte de El Caso Almería: abierto para la historia (Más que un luto), Antonio Ramos recoge los testimonios, en primera persona (fruto de entrevistas), de Faustino Montero, los momentos ante el cadáver de su hermano, el encuentro con Darío Fernández, el nerviosismo del juez; el dolor de Loli Cobo, hermana, la exhumación en Ceriego, los obstáculos que los periodistas encuentran, la desaparición del dinero que llevaba Luis Cobo. Y el testimonio del dolor de María Morales, la madre de Pechina, ante la espera larga, los recuerdos, el hecho de que el hijo conocía a algunos de los guardias civiles que lo detuvieron y que miraron hacia otro lado. Y la madre de Santander que no sabe que mataron a su hijo, porque los hijos no le han dicho toda la verdad, al estar muy enferma. El lector se encuentra cara a cara con estos testimonios, que hablan frontalmente desde el corazón.
También comparece el abogado Darío Fernández Álvarez, un letrado joven almeriense que al final terminó marcado por el Caso Almería. Para él, ya nada fue igual. Y todo eso se refleja en el libro: “Algún día, indiscutiblemente, se sabrá la verdad porque el delito perfecto nunca existe”, “creo que nunca se confesará si hubo torturas”, “para mí, Casas Fuertes es la clave”, “y hay este silencio y este conformarse y la gente sigue callada”.
Antes del análisis del juicio, Antonio Ramos desarrolla una especie de epílogo de lo acontecido hasta el momento. Alude en su libro a dos interesantes artículos publicados en ABC. El primero publicado antes del Caso Almería, Un guardia civil; el segundo publicado en el mismo diario el 30 de julio de 1981, Otro guardia civil, firmado por el teniente coronel Victoriano Guillén Vivancos. Son dos visiones antagónicas de la manera de entender la razón de ser guardia civil. El primero, partidario de cualquier recurso frente al terrorismo. El segundo, demócrata e indignado por lo sucedido en el Caso Almería.
En línea con el espíritu del primer artículo estaría la serie de montajes en apoyo de los procesados, una campaña de intoxicación que recoge Ideal el 16 de julio del 81, y que provoca una sucesión de informaciones: intento de robo en el despacho de los defensores, aparición en Mojácar de una supuesta agenda con señas de etarras, montaje de la existencia de una estructura etarra en la provincia y otras historias que, en poco tiempo, se diluyen.
En la tercera parte se recogen las 22 crónicas del juicio, celebrado en 1982, que Antonio Ramos publicó en Diario de Granada, que constituyen una documentación periodística de primer orden. “Después del juicio lo que había quedado más claro es que Juan Mañas, Luis Cobo y Luis Montero no eran etarras y, lo más grave, que sus cuerpos fueron acribillados a balazos y luego quemados para que se borraran las huellas del crimen. Sin embargo la verdad sobre los responsables de la brutal tropelía no quedó resuelta”.
Se cierra el libro con el epílogo Abierto para la historia, donde el autor recorre el tiempo transcurrido entre 1981 y 2011, con críticas al tribunal y a los abogados defensores. Según Antonio Ramos no se llegó al fondo del caso, impresión generalizada entre los periodistas. Se informa, por ejemplo, de la existencia de ocho guardias civiles, cómplices o encubridores, que no son procesados. Se menciona la existencia en 1984 del anónimo de un guardia civil sin identificar, que recibió la familia de Juan Mañas, donde se relatan los hechos ocurridos verdaderamente. Esta carta anónima fue difundida en 2005 en el diario El Mundo y en el programa televisivo Crónica de una generación, con los nombres y apellidos de los guardias civiles que participaron y los tres que se presentaron voluntarios para la ejecución de los tres jóvenes en Casas Fuertes.
En 1984, el Tribunal Supremo confirmó la sentencia. Después viene una evolución de acontecimientos y despropósitos sobre los condenados, que siguieron contando con apoyos oficiales y trato de favor, primero en instituciones militares y finalmente en la prisión de Guadalajara, adonde fueron trasladados ante las denuncias periodísticas. Incluye el libro testimonios de periodistas de distintos medios de comunicación, que trabajaron en el Caso Almería y que años después no han olvidado la repercusión personal.
Han pasado 30 años de aquel 10 de mayo de 1981, una tragedia que está sin cerrar, a la espera de que algunos de los dos guardias civiles condenados o de los ocho que fueron cómplices desvelen los acontecimientos para descargar sus conciencias. Mucho tiempo, de todas maneras, para tanto silencio grave. Por eso Antonio Ramos ha vuelto a escribir sobre la tragedia: “El Caso Almería es un caso cerrado para la justicia pero abierto para la historia y para la conciencia de aquellos culpables que viven y de los testigos que participaron en los hechos. El enigma queda aún por descifrar”.
Hay todavía mucha gente, familiares, amigos y periodistas, decididos a que no se olvide. Y 30 años después, seguimos esperando.
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