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Del equilibrio

equilibrio

Del equilibrio

Las palabras son como las plantas. Las hay grandes y las hay pequeñas, hay palabras comestibles y palabras que envenenan, palabras floreadas y palabras con pinchos, palabras verdes y palabras enredaderas.

Bajo la advocación de mi signo zodiacal, que es Libra, mis propósitos septembrinos incluían alcanzar el equilibrio de mis emociones, la balanza de mis pasiones. La palabra ‘equilibrio‘ se me enredó en septiembre como se te enredan las zarzas en los pies. Le busqué la etimología y no pude pasar del ‘equi‘ latino, que significa igual, como equinoccio -la noche igual- o equívoco -lo que se llama lo mismo-. Busqué el antónimo, como se buscan flores entre las zarzas, y descubrí en mi viejo diccionario que desequilibrado es el falto de sensatez y cordura.

Busqué ‘sensatez’ que debe ser a las palabras, lo que la encina centenaria es a los bosques. Y encontré cordura, prudencia y buen juicio. Y, a contrario, me decía yo, equilibrado debería ser el sensato, el prudente, el cuerdo, el de buen juicio.

Pues no. Resulta que equilibrio es el estado de un cuerpo cuando -dice mi viejo diccionario- «encontradas fuerzas que obran en él se compensan, destruyéndose mutuamente».

O sea que para empezar equilibrio es un estado no un ser. No se es equilibrado, sino que se está en equilibrio. El equilibrio es pues algo pasajero, lo constitutivo es el desequilibrio. No podemos aspirar al equilibrio porque si lo alcanzamos no durará.

Por si fuera poco, el equilibrio se predica de los cuerpos no de las almas. Puede haber equilibrio en lo psíquico pero su definición -según el diccionario- es la siguiente: «sensación particular por la cual es posible conservar el cuerpo en posición normal. Se localiza en el cerebelo o en la base de los canales venocirculares«.

Así que no hay almas en equilibrio, sino canales venocirculares, como la savia o cerebelos como las alcachofas.

Además ‘equilibrio’ implica la previa existencia de fuerzas encontradas. Si no hay conflicto no hay equilibrio. Equilibrio implica la destrucción mutua de las fuerzas encontradas, si una pervive no hay equilibrio. El equilibrio no es una planta, el equilibrio es la muerte.

Menos mal que terminó septiembre.

José Luis Serrano
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