Gabriel Baldrich: la lucha por la libertad y la pasión por las letras
Los ríos bajan llorando
la tragedia de los frentes:
salados de sangre joven,
corren con temblor de fiebre.
Sobre el azul de su cielo
toda España se estremece.
Tormentas de acero agudo
y de metralla caliente
desiertos de cal y arena
hacen de sus campos verdes.
(Romance de la tragedia feliz, Versos en la guerra, 1938)
Gabriel Baldrich fue muchas cosas. Fue amante esposo, padre cariñoso y abuelo querido, fue melillense de nacimiento y linense de adopción, fue un enamorado de la palabra, la rima y la verdad. Republicano convencido que luchó contra el mal en forma de fascismo que cayó sobre España en 1936 con versos comprometidos en sus poemas.
La Guerra Civil le sorprendió, como a todos los españoles, mientras estudiaba medicina en Madrid pero la vida le tenía deparado un destino lejos de las consultas y los quirófanos. En esta ciudad fue herido y tras eso, trasladado a Valencia donde conoció al célebre poeta Miguel Hernández, su amigo y compañero de rimas en el libro Versos en la guerra, que editó el Socorro Rojo en 1938. Ya un año antes, el grupo dramático alicantino Altavoz del Frente había escenificado sobre las tablas varios romances del poeta melillense y éste asistió por aquel entonces a un homenaje que rindió el Ateneo de Alicante a Hernández. El 37 sería un año especialmente relevante en la vida cultural de esta ciudad valenciana y de Baldrich que fue invitado a recitar poemas en la inauguración del Ateneo alicantino, depués de que se hiciera cargo de su dirección la Alianza de Intelectuales Antifascitas para la Defensa de la Cultura. En este acto, junto a Gabriel Baldrich estuvieron otros escritores de renombre como Leopoldo Urrutia, Manuel Altolaguirre y Juan Gil Albert.
Esos tiempos convulsos y su defensa de las libertades le valieron a Baldrich cuatros años de cárcel y dos de batallón disciplinario, tras lo cual volvió a su pasión, las letras, y ejerció como periodista del diario Sur en Málaga durante varios años.
Mucho tiempo después, su ingenio le llevó a escribir canciones a las que puso voz la soprano Montserrat Caballé en el Carnegie Hall en Nueva York y en el Convent Garden en Londres. Con su tema Nardo con bata de cola logró en 1960 el primer premio en el Festival de la Canción Andaluza de Jerez de la Frontera y además es el autor del pasodoble Española y gaditana, himno de La Línea de la Concepción, un gesto que tuvo con la ciudad que lo acogió en la última etapa de su vida, que le nombró hijo adoptivo y en la que reside actualmente su familia.
Su obra Un viento de pena fue la escogida para un montaje realizado en Sevilla en 1998 con motivo del centenario del nacimiento de Federico García Lorca pero ésta no sería publicada hasta un año más tarde, en la revista Unicornio de Cádiz. Nunca se olvidó de Miguel Hernández, al que dedicó en 1992 su poemario Cartas sin respuesta posible. En sus últimos años su pluma se decantó por el teatro con obras como Conejo en salsa para un poeta y ¡El telón, el telón!, ambas escritas en 1997.
Gabriel Baldrich nos dejó un año más tarde. Sin duda tenía ganas de encontrarse con su viejo amigo Miguel Hernández.
Pelear a todas horas
por campos y barricadas;
con sol de fuego en lo alto,
o a la luz de las bengalas.
Dar la paz a nuestros pueblos
que sufren bajo la garra
de las tropas extranjeras
y de la traición bastarda
¡Luchar! Luchar sin descanso
defendiendo nuestra patria:
la de los trabajadores,
la de los humildes parias.
(¡Qué suerte ser miliciano!, Versos en la Guerra, 1938)
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