Blas Infante: La formación de una personalidad

Casares, localidad natal de Blas Infante. Foto de grrrr.org
Los historiadores defienden que las personas somos el resultado de la época y del lugar donde vemos la luz por vez primera. No les falta razón. Por 1885, la realidad de la España donde nace Blas Infante no es especialmente tranquila, como tampoco en el municipio malagueño donde viene al mundo. Sin embargo, ambos resultarán ser unos condicionantes de referencia permanente a lo largo de su vida. Son años de una difícil coyuntura social, política y económica, donde los intentos de reformas y el empuje de las nuevas ideologías que aparecen (anarquismo, socialismo, federalismo) se topan con ensayos constitucionales para, desde el poder, ofrecer un clima de aparente estabilidad y normalidad al Estado. La sangría colonial de las riquezas que España necesitaba para otros fines más urgentes y vitales alcanzó su punto más crítico con una guerra cuya derrota daría lugar a la pérdida de las últimas colonias (Filipinas y Cuba). Aquel Desastre de 1898 sumerge a la sociedad española del momento en una profunda reflexión: la necesidad de impulsar cambios profundos para salir de aquella situación. Algunas voces dieron la voz de alerta y defendieron nuevas alternativas, las cuales solo al paso de los años terminarían siendo aceptadas.
Nacimiento e infancia: la formación de una personalidad
Un 5 de julio de 1885 nacía en Casares, donde los pueblos blancos andaluces se asoman al Mediterráneo, este andaluz, hijo de unos padres relativamente prósperos para su época (Luis Infante Andrades y Ginesa Pérez Romo). Tanto la realidad del municipio de Casares como la de Andalucía estaban económicamente condicionadas por una agricultura atrasada y fuertemente concentrada en manos de escasos propietarios, los cuales, además, también imponían su influencia a otros ámbitos de la sociedad (caciquismo). El latifundismo de siglos había provocado la aparición de una clase social jornalera que arrendaba su trabajo sobre unas tierras que no le pertenecían, mientras estaba sometida a unas duras condiciones laborales: de sol a sol, solo por la comida o a destajo, es decir, sin saber siquiera cuánto iban a cobrar. La dureza de estas circunstancias estimulará la aparición de organizaciones políticas y sindicales obreras, así como no pocas revueltas populares, en muchos casos violentas. En paralelo, una dura represión desde el poder constituido pretendió inútilmente acabar con el paro y el hambre.
Blas cursa sus estudios de secundaria interno en el Colegio de las Escuelas Pías de Archidona (hoy día Instituto Luis Barahona de Soto), examinándose por libre, a su vez, en el Instituto Aguilar y Eslava de Cabra. En el crítico año de 1898 estudiará junto a su hermano Ignacio en el Colegio San Rafael de Málaga, realizando en 1902 su examen para la obtención del Grado de Bachiller en el Instituto Vicente Espinel de esta misma ciudad. Es en el citado colegio religioso de Archidona donde, compartiendo pupitre con alumnos gratuitos, Infante y sus compañeros conocen y cantan el Santo Dios por vez primera de la mano de sus maestros escolapios. Un cántico religioso al Padre, Hijo y Espíritu Santo, a la Trinidad cristiana, también utilizado por los jornaleros al realizar sus tareas en el campo, cuya melodía como cante de siega, siempre presente a lo largo de la geografía andaluza, como el mismo Infante relatará en sus textos, servirá, con distinta letra, de música para el Himno de Andalucía que hoy conocemos.
En estos difíciles pero tempranos años de vida, el mismo Infante debe arrimar el hombro para ayudar económicamente a su familia. Tras finalizar su bachillerato trabaja en el Juzgado Municipal de Casares, donde su propio padre ejerce como secretario. Es posible que su vocación por el mundo del Derecho naciera a partir de este contacto con la vida judicial.
A estos primeros años fuera de su casa y a sus recuerdos como niño que crece y madura, iría siempre asociada su sensibilidad para con un mundo jornalero que le impacta en sus formas y por su insuficiente calidad de vida. En sus textos siempre recordará estas experiencias como algo «clavado en su conciencia». Le duele profundamente la visión de un bracero que se arrienda… que pide trabajo cuando no mendiga para acabar con su hambre y la de los suyos. Por ello, ninguno de sus biógrafos duda que estos primeros años de infancia y juventud fueron años decisivos para conformar una personalidad cercana y comprometida con los más desfavorecidos, al margen de la suficiente procedencia familiar que tiene el aun niño, así como de la solvente ocupación profesional que le deparará el futuro.
Casares y Archidona representan sus primeros contactos con un mundo agrario, pobre y atrasado, que siempre evocará en sus escritos como referentes que le marcan para toda su vida. Infante se rebelará siempre contra la miseria que observa, la incultura que lamenta y la sumisión que percibe en la mayoría de los casos. La figura de un jornalero «que pasea su hambre por las calles del pueblo» y la cruda realidad social y cultural que padece serán el motor de su conciencia y su quehacer. Ambas configurarán, poco a poco, una sensibilidad despierta y comprometida que no se resignó nunca ante las injusticias.
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