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De San Miguel y la teodicea

san miguel y la teodicea

De San Miguel y la teodicea

san miguel y la teodicea

Desde Leibniz, la pregunta central de la teodicea es que cómo es posible el mal en la bondad infinita de Dios. La pregunta central sobre Granada siempre fue una trasposición de ésta: ¿cómo son posibles tantas atrocidades en una ciudad tan bella como Granada?

En esto pensaba el domingo pasado cuando subí a la ermita de San Miguel para ver la restauración de la muralla. Me gustó, porque tardé en verla. Me pareció que respetaba los colores del entorno, las luces del poniente y del levante, que no era pastiche y que no suscitaba la ira ni el miedo de los niños -este es a mi juicio el test del urbanismo: creo, como Tonucci, que la mirada ecológica sobre la ciudad es la mirada del niño. Me temo mucho que la mirada del niño tiene enfrente la mirada del conductor. Y que por eso, lo correcto en la ciudad es lo incorrecto para el automóvil.

Me apresuro a advertir que no todo lo moderno me gusta: detesto el aparcamiento del Generalife, el edificio de Santa Lucía y el presunto zoco de San Miguel Bajo. Pero no todo lo contemporáneo me parece detestable. Admiro el Palacio de Congresos por dentro y por fuera, me encanta la pirámide de cristal del Louvre, y me parecen adecuadas la cristalera de la lonja de la Capilla Real o las placas de metacrilato sobre murallas califales.

El caso es que el domingo pasé por el cerro de San Miguel, y que lo del lienzo de muralla rehabilitado me pareció bien, pero me pareció que era lo de menos. Vi verdaderas fincas delimitadas por alambres de espino, vigiladas por los ladridos de perros sin cola. Queda poca capacidad para el escándalo en Granada pero, aun así, es increíble que en aquella zona proliferen los okupas que bordean sus propiedades con somieres. Cierto que durante años allí se acumularon los escombros, pero la suciedad y el abandono permitía al menos que dentro de cincuenta años una generación más responsable e inteligente de granadinos indagara sus orígenes y restituyera su patrimonio. Ahora estos okupas, expertos en derecho hipotecario, imagino que retrasarán durante décadas la solución.

En un par de siglos, a las generaciones futuras de granadinos no le es exigible que derriben la circunvalación, el zoco de San Miguel Bajo o el embovedado del río Darro.

Cuando releo a Ángel Ganivet, creo que acertó al pensar esta ciudad. Sólo se equivocó en lo anecdótico (lo del agua del Avellano que tanto les gusta a los que nos acusan de propugnar las reservas de indios) y en la formulación de la pregunta por la fealdad en medio de la belleza. La pregunta contemporánea no es ya que cómo es posible la presencia de edificios propios de la periferia de Madrid en un marco como Granada, sino que cómo es posible que el domingo pasado fuese tan bellísima la puesta de sol en el cerro de San Miguel.

José Luis Serrano
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